Puentes Grandes, tierra de nadie
Jueves, Octubre 31, 2013 | Por José Hugo Fernández
LA HABANA, Cuba, noviembre, www.cubanet.org - Desconcierta ver en lo que
se ha convertido Puentes Grandes, la primera comunidad colonial del
occidente cubano, nacida en los inicios de la conquista, y devenida muy
pronto uno de los más prósperos emporios industriales de La Habana. Será
difícil hallar aquí otro caso como el suyo, tanto en lo que fue como en
lo que es hoy, luego de soportar el paso de la aplanadora revolucionaria.
Antes de 1959, en un territorio relativamente pequeño, Puentes Grandes
contaba con una gran industria papelera -cuyos orígenes se remontan a
1847-, y con dos prestigiosas cervecerías, La Tropical, surgida en 1888,
y La Polar, de 1911. Contaba con fábricas de neumáticos, de fósforos, de
chocolate y de hielo, y además con tejares y hornos de cal muy
demandados a nivel de toda la nación.
Son proverbiales sus molinos de agua, del siglo XVIII, para elaborar
tabaco rapé. Y es notable su vinculación con personajes históricos,
desde Diego Velázquez, primer gobernador de la Isla –quien fijó allí su
hacienda, en el año 1518–, o El Padre de las Casas (fray Bartolomé), y
el Obispo de Peñalver, en cuyas propiedades se construiría la actual
Calzada de Puentes Grandes. Es igualmente legendaria la iglesia
diocesana de San Jerónimo, erigida en parroquia, en 1816, uno de sus
únicos tesoros que todavía se conservan, y que por fortuna continúa
siendo el centro de la celebración más importante y esperada entre los
puentegrandinos, la fiesta patronal de San Jerónimo, el 30 de septiembre.
La casona de Dulce María Borrero
Llegué a Puentes Grandes, hace unos días, buscando alguna huella de la
Casa de los Borrero, el sitio en que nació la célebre poetisa Dulce
María Borrero, en 1883. Iba a resultarme una búsqueda inútil, desde
luego, pues este inmueble terminó completamente arrasado en 1998, igual
que antes y después han ido quedando, víctimas del desdén y la
indolencia oficial, otras edificaciones, sobre todo de los siglos XVIII
y XIX, cuyos vestigios apenas son visibles en la actualidad.
Sin embargo, no todo fue tiempo perdido, pues tuve el privilegio de
conocer a varios vecinos que me permitirían adentrarme en pormenores
sobre la historia de su comunidad, otrora luminosa y próspera, hoy,
empobrecida y triste. La más elocuente de esos puentegrandinos que
conocí, Anita –la hija de Julio El Lechonero, según las señas con que
ella misma se presentó–, es una anciana nacida y criada en Puentes
Grandes, que me habló con nostalgia de las glorietas donde actuaban las
orquestas más afamadas del país, animando los bailes populares de la
comunidad, que eran proverbiales entre la sociedad habanera.
Especialmente, recuerda Anita la glorieta situada detrás de la fábrica
de fósforos, cuyos cimientos, hoy en ruinas, conforman testimonio
sombrío de su antiguo esplendor. Asimismo le resulta caro el recuerdo
del bar Riverside, muy representativo del barrio, incluso afirma que aún
siente en su paladar el sabor de las Medianoches que iban a comer allí
los jóvenes, cuando salían del cine Alba.
Como en el caso de la añorada glorieta, la colindante fábrica de
fósforos ya no es sino un buen recuerdo, del que resta un maltrecho
edificio para viviendas particulares. La histórica fábrica de papel es
un molote de edificaciones vacías, silenciosas, subutilizadas, una parte
de las cuales sirve de almacén para medicamentos. Sus chimeneas son como
gigantes fantasmas. Mientras, otra representación de la pujante
industria papelera de Puentes Grandes, la fábrica de cartuchos, ha
desaparecido por completo. También desapareció la fábrica de chocolate.
La cervecería La Polar
De la fábrica de neumáticos perviven sólo las edificaciones, bien
conservadas, porque pasaron a ser oficinas para burócratas de la
industria química, por más que todavía mantienen, graciosamente, las
muchas rejas y los custodios (CVP) que impiden el acceso del público.
Muy parecida es la situación de la cervecería La Polar, pero en su caso
los burócratas pertenecen a la industria alimenticia.
Puentes Grandes es hoy una esperpéntica sombra de sí mismo. Su
población, diezmada por la emigración, aplastada por la miseria, infeliz
y desesperanzada, se esfuerza en vano por enfrentar unida y con buena
cara los malos tiempos. Pero es una tarea que parece sobrepasar sus
fuerzas. Para colmo, el territorio sufre la más absurda, arbitraria y
desintegradora división administrativa que se pueda imaginar. Los
puentegrandinos, siendo allegados por ley de la lógica, conviviendo muy
cerca entre sí, pertenecen ahora a distintos municipios de La Habana.
Uno de los testimoniantes me contaba: "Si me dirijo al poder popular del
municipio Playa, al cual pertenece la cuadra donde vivo, para una
reclamación por problemas con mi teléfono, allí me dicen que debo
dirigirme al municipio Plaza, que es el que controla la telefonía. Y
cuando voy a Plaza, me responden que debo ir a Playa, donde se encuentra
mi residencia. En fin, vivimos en tierra de nadie".
Tal vez no exista otro modo más sencillo de resumir la condición de
sombra a la que ha quedado reducido el gran núcleo económico y cultural
de Puentes Grandes.
Source: "Puentes Grandes, tierra de nadie | Cubanet" -
http://www.cubanet.org/?p=52175
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