Logremos mejores victoria
Viernes, Septiembre 28, 2012 | Por René Gómez Manzano
LA HABANA, Cuba, septiembre, www.cubanet.org -A mediados del presente
mes, fueron noticia el mantenimiento en prisión del cautivo Jorge
Vázquez Chaviano y la protesta que, absteniéndose de ingerir alimentos
—unos mediante huelga de hambre; otros en forma de ayuno—, realizaron en
toda Cuba decenas de activistas que reclamaban la excarcelación del reo.
Los avatares del encarcelado han sido bien difundidos por estos días.
Fue sancionado como autor de un supuesto delito de actividades
económicas ilícitas: una de esas figuras creadas por los castristas,
quienes la incorporaron al Código Penal con el deliberado propósito de
castigar la iniciativa empresarial.
Con Vázquez Chaviano, el Tribunal Municipal de Sagua la Grande fue
benévolo (hasta en el Infierno hay círculos, según Dante), pues la
privación de libertad impuesta la subsidió por trabajo correccional sin
internamiento. No obstante, conforme al derecho cubano actual ese
beneficio podía ser revocado en cualquier momento.
En estos casos, el apartado octavo del artículo 33 del vigente Código
Penal es clarísimo: "Si el sancionado se niega a cumplir las
obligaciones inherentes a la sanción de trabajo correccional sin
internamiento o, durante su ejecución, las incumple u obstaculiza su
cumplimiento, o es sancionado a privación de libertad por un nuevo
delito, el tribunal dispondrá que cumpla lo que le resta de la sanción
de privación de libertad originalmente fijada, después de deducir de la
misma el tiempo cumplido de aquélla".
En el caso de Vázquez Chaviano, la corte sagüera infringió la Ley de
manera burda: El reo no transgredió sus deberes ni entorpeció su
cumplimiento; tampoco se conoce que haya recibido otra pena. Su único
pecado fue viajar a La Habana para asistir a la misa oficiada en la
capital por Su Santidad Benedicto XVI. Eso bastó para que fuera
arrestado y para que el órgano jurisdiccional, de manera fulminante, lo
enviara a prisión sin citarlo ni oírlo.
Pero ahí no terminan las ilegalidades. En un documento expedido por el
propio Tribunal Municipal, se certifica que el reo terminaba de cumplir
el 9 del presente mes. Sin embargo, según expresó su esposa, las
autoridades penitenciarias le plantearon que éste debía permanecer
encerrado hasta el año próximo. Si, como todo indica, no existen otros
motivos que lo justifiquen, entonces la permanencia del sancionado en
prisión es una simple arbitrariedad más del régimen castrista.
Este atropello fue el que motivó la valiente protesta de docenas de
disidentes, que se abstuvieron de ingerir alimentos durante varios días.
Mención especial merece mi hermana de causa Martha Beatriz Roque, líder
indiscutible de ese rápido movimiento. Su desafío tiene mayores
implicaciones, debido a su respetable edad y mala salud.
Felizmente, la protesta no se prolongó. Según expresó la esposa de
Jorge, un oficial de la Seguridad del Estado le comunicó que su marido
sería excarcelado una vez terminado el ayuno. De inmediato concluyó la
protesta. Como resulta usual en los órganos represivos del régimen, la
promesa no fue cumplida. Hasta el momento de redactar estas líneas,
Vázquez Chaviano permanece en el campamento correccional de El Cuncuní,
en Santa Clara.
Al conocer del ofrecimiento de las autoridades, la portavoz del fugaz
movimiento declaró haber alcanzado la victoria, y así lo ratificó la
propia Martha Beatriz. Otras voces, como Yoani Sánchez, han respaldado
ese criterio. Coincido con ellas, aunque es probable que por una razón
distinta: Estimo que el mayor éxito consiste en la preservación de la
vida y salud de varios valiosos activistas pro democracia.
Esto comienza por mi misma ex compañera del documento La Patria es de
todos. A lo largo de muchos lustros de lucha pacífica, ella ha ganado
renombre en el seno de la disidencia. Ese capital político no debe ser
despilfarrado en un tipo de lucha que para ella resulta particularmente
peligroso. Por eso ahora, tras cesar su acto de rebeldía, expreso que
esto último es lo mejor que pudo hacer.
No es que yo repudie en principio ese género de protesta, que, ante la
ilegalidad imperante, a menudo es la única disponible. Durante una de
mis prisiones, con ocasión de encontrarme en el tenebroso antro conocido
como 100 y Aldabó, inicié una huelga de hambre y sed. Me mantuve en esa
situación durante tres días, al cabo de los cuales fui trasladado para
la Sala que controla la Seguridad del Estado en el Hospital Militar
Carlos J. Finlay.
En aquella oportunidad, mi protesta estuvo motivada por la irritación
que me causaron las arbitrarias prohibiciones que, durante una visita
familiar, me anunció un nuevo oficial represivo comisionado con ese fin
por la policía política. Una indignación análoga movió en esta ocasión a
Martha Beatriz y a los otros ayunantes.
Pero en estos trajines conviene tener un corazón ardiente, pero una
cabeza fría. Debemos reconocer que no cualquiera puede mantener una
huelga de hambre y sed durante 135 días, como lo hizo el fraterno Coco
Fariñas en 2010. Y menos cuando, como sucedió con Martha, se rechaza la
asistencia hospitalaria.
Respeto a quienes, movidos por la amistad, exhortan a ayunantes a
deponer su actitud, mas no me seduce actuar del mismo modo. Sólo ahora,
cuando todos los involucrados han reanudado la ingestión de alimentos,
sí me animo a decirles: Hermanos, no repitan su actuar de días atrás;
reserven sus fuerzas y su salud, que la Patria los necesita. Y les deseo
que, más temprano que tarde, el destino les tenga reservadas mejores
victorias.
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