Miércoles, Diciembre 21, 2011 | Por Alejandro Tur Valladares
CIENFUEGOS, Cuba, diciembre, www.cubanet.org -Una de las premisas sobre
las que descansa el sistema jurídico cubano es que todo el mundo es
culpable, hasta que demuestre lo contrario.
Aun cuando el apotegma no aparece reflejado en ningún documento oficial,
es práctica habitual por parte de los encargados de hacer valer la
justicia considerar culpable a cada sospechoso o acusado, hasta que las
circunstancias, o las buenas conexiones, o Dios mismo demuestren que
están equivocados.
En días recientes, David Cordero Marrero, agricultor y ganadero, natural
del poblado de Guaos, perteneciente al municipio de Cumanayagua (al
centro de Cuba), fue acusado por el Mayor Santana, Zar en la lucha
contra el hurto y sacrificio del ganado en la provincia de Cienfuegos,
del delito de "Receptación".
En beneficio de quienes no conocen la letra y el espíritu de los códigos
legales cubanos, debo aclarar que la receptación, no es una tipificación
en sí misma, sino un saco gigante en el que nuestros fiscales e
instructores policiales colocan lo que sea de su conveniencia. En este
caso a David se le acusa de haber comprado ilegalmente un toro de ceba,
propiedad de una granja del Estado.
Sin más pruebas que un rumor, el experimentado oficial citó y encarceló
al campesino, quien casi pierde la voz intentando superar la sordera del
gendarme, que nunca escuchó las tantas veces en que David le repetía que
tiene en regla los papeles del Tauro, el cual, por lo demás, es un
ternero y no un toro, como se plasmó en el acta policial.
Asimismo, el campesino trató, inútilmente, de explicarle al oficial que
si bien su ternero pertenece a la raza cebú, como los del Estado, es por
ser fruto, no de la malversación, sino de los lances amorosos de su
vaquita pinta, con un semental, que como consecuencia del caos que reina
en las granjas del Estado, anduvo suelto un tiempo paseándose a sus
anchas por sus tierras.
Pronto descubriría el detenido que todo el caso lo habían edificado sus
captores sobre el testimonio, truculentamente arrancado, de un joven
ganadero, quien posteriormente aseguró a quien escribe estas líneas que
había sido coaccionado por el investigador policial.
Me confesó que primero lo había amenazado, y luego le dio a firmar un
documento diciéndole que se trataba del acta de detención, por lo cual
cometió el error de firmar sin leerlo. Más tarde se percataría que el
contenido de este documento era un falso testimonio donde él aseguraba
que le había vendido a David el inexistente toro.
Seis días con seis noches pasaron el presunto acusador y el injustamente
acusado purgando su estupor e indignación en un calabozo de tres metros
de largo por dos de ancho. Casi sin agua para lavarse, con la hediondez
del baño turco, la frialdad de los muros, el alimento mal elaborado… así
estuvieron hasta que el sentido común les dictó a los acusadores que
debían liberarlos.
Lamentablemente la injusticia aún no termina. Los dos hombres tuvieron
que depositar 500 pesos de fianza para que les permitieran salir a la
calle. Y ahora esperan por un juicio, aunque los abogados refieren que
no hay caso.
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