Manuel Figueredo Aguilar
13 de noviembre de 2011
La Habana, Cuba – www.PayoLibre.com – El 15 de diciembre de 1971 se
convirtió para Cuba, en un día que recordó en muchos aspectos, a los
genocidas campos de concentración de Auschwitz-Birkenau de la Alemania
Nazi o la reconcentración del general español Valeriano Weyler, en la
guerra de 1895 por la independencia de Cuba, en la que miles de personas
de los campos fueron obligados a salir de sus territorios para aislar a
los insurrectos.
Fidel Castro, mediante un operativo relámpago, violentó a la mayoría de
los campesinos del macizo montañoso del Escambray, en la región central
del país, hacia el destierro dentro de los límites territoriales nacionales.
El poder militar castrista se impuso sobre los indefensos, pagaban estos
el precio de haber apoyado a los rebelados armados, contrarios al que se
convertiría en el peor enemigo de la nacionalidad cubana en toda su
historia.
Familias enteras de labriegos junto a los ancianos, mujeres y niños
fueron arrancados, hasta la actualidad, de un espacio que por
generaciones siempre les perteneció.
Sin pruebas y sin los imprescindibles veredictos de los tribunales,
resultaron detenidos, apresados en calabozos en los que se tenían que
turnar, por la hacinación, para acostarse en el piso.
La vergüenza que debía asistirles por tan triste episodio está ausente,
lejos de ello, la vanagloria por la "victoria" aún la proclaman como
acto estoico.
La humanidad debe reconocer ante la ONU, estos hechos unidos a tantos
otros abominables, como pruebas irrefutables contra la absurda votación
que muchas naciones incurren a favor del desgobierno de los Castro,
considerados supuestos defensores de los derechos humanos.
Y si no, que vengan, encuesten a tantas víctimas, familiares de muertos,
torturados, desaparecidos; núcleos consanguíneos desmoronados y
esparcidos por las más diversas latitudes planetarias; desnutridos;
dementes por la incapacidad de resistencia; a los que fueron los niños
de aquel destierro del ´71 y ahora, ya adultos, aún pende sobre ellos el
dedo acusador con todo el acoso que ello implica.
O quizás otra invitación les resulte más efectiva: Los cubanos de a pie,
les abrimos las puertas de nuestros hogares, como buenos anfitriones,
para que convivan durante 1 año bajo igualdad de condiciones,
despojándose de sus inmunidades como Presidentes o Cancilleres,
recordando la impactante enseñanza de la obra literaria "El príncipe y
el mendigo". Después de esa experiencia, otros discursos y votaciones
sucederán en el Plenario de la ONU.
Entre tanto, los desterrados habitantes del lomerío del Escambray,
esperan porque en diciembre próximo, el mundo asuma una jornada de duelo
por sus dolores aún latentes.
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