Ser disidente
Luis Felipe Rojas
Holguín 14-10-2011 - 10:43 am.
La disidencia está llena de cuatreros… dice el régimen.
Policías y opositores en la Peregrinación de la Virgen de la Caridad,
Centro Habana, 8 de septiembre de 2011. (REUTERS)
Supongamos que existe un país donde la gente pueda afiliarse al partido
del color que le venga en gana y que el gobierno de turno no se
entretenga en sacarle los trapos al sol a cada militante de fila.
Supongamos que sobre la faz de la tierra hay otro país donde el acto de
delinquir no vaya más allá de la condena impuesta por los tribunales y
la reincorporación de estos individuos no sea una banderola para ser
agitada cada vez que dichos gobernantes quieran darse aires de
excelentes actores sociales.
Pero… quedarse sin empleo y sin la explicación por tal medida, ser
excluido de todo plan de ayuda social, comenzar a ser señalado por el
dedo acusador de vecinos "de mala entraña", etc… Estos son solo tres de
los pasadizos infernales a los que son sometidos los disidentes cubanos
en cuanto ponen un pie en la raya para decirle cuatro verdades a quienes
los mal gobiernan.
Las trampas de la cerrazón ideológica pueden darse el lujo de hacer
propaganda con la rehabilitación social de los individuos si éstos no
atentan contra sus intereses políticos. Las páginas de los periódicos
nacionales pueden llenarse con reportajes de jóvenes exconvictos
convertidos en trabajadores sociales, paramédicos o reparadores de
enseres menores. En ellas salen a relucir inmediatamente las bondades
del socialismo tropical, y no está mal, no sería mal visto si no
leyéramos en esos mismos medios de propaganda los ataques a personas que
han sido penalizadas y en su estancia carcelaria han decidido apoyar a
los presos políticos, sumarse a las denuncias de violaciones de derechos
humanos y, cumplida la penitencia, engrosar las filas de la oposición
pacífica.
Sobran los ejemplos de quienes desde una celda han colaborado para que
un artículo periodístico llegue a buenas manos, una carta familiar o el
aviso de una golpiza propinada a un reo de conciencia trascienda más
allá de los muros. Si ha habido quienes se han prestado para golpear y
hostigar a disidentes en prisión, también los hay que se erigieron en
guardas y defensas de quien recibió un calabozo como recompensa por su
ejercer un derecho universalmente reconocido.
Según la propaganda comunista cubana, la disidencia interna está llena
de cuatreros. Pero el Partido, la dirigencia revolucionaria y "las
organizaciones de masas" de las que salen en realidad los cuadros
corruptos, los violadores de tantos derechos y quienes desfalcan poco a
poco el erario nacional, no cuentan a la hora de los improperios, el
señalamiento y la exposición a la picota pública.
Es una metodología de doble rasero, la marca de identidad de un sistema
que aborrece la transparencia informativa.
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