Wednesday, July 20, 2011

La izquierda democrática frente al régimen cubano

La izquierda democrática frente al régimen cubano
Martes 19 de Julio de 2011 20:34
Guillermo Lousteau Heguy

¿Qué queda, hoy, de los vientos de libertad que barrieron con la
dictadura batistiana en 1959? A más de cinco décadas de la instauración
de un régimen revolucionario con vocación de dominación total, que
controla de manera prácticamente absoluta la asignación de recursos
humanos y materiales, éste no sólo ha anulado completamente las
libertades civiles y políticas, sino que ha fracasado incluso para la
mirada más benévola, según sus propios parámetros de desarrollo,
igualdad y justicia.

Esta pregunta y esta afirmación podrían ser un lugar común y repetidas
hasta el cansancio. A menos que provengan de un representante auténtico
de la izquierda democrática latinoamericana, como es el caso de Claudia
Hilb.

Hilb es profesora de teoría política en la Universidad de Buenos Aires,
con estudios de posgrado en sociología y ciencias políticas en París,
autora de numerosos textos publicados en la Argentina y en el
extranjero. Ha publicado recientemente en Buenos Aires su último libro
Silencio, Cuba, preguntándose por el carácter escandaloso del silencio
de la izquierda latinoamericana respecto del régimen político cubano.

"Para quienes hemos participado –dice-- de una u otra manera del
entusiasmo revolucionario de los años sesenta o setenta y nos
identificamos hoy como demócratas de izquierda, parece sorprendentemente
difícil fijar una posición pública frente al régimen político cubano.
Nuestra condena, agrega, del carácter autocrático, antilibertario,
antidemocrático y represivo de dicho régimen debería haberse hecho oír
de manera estentórea desde hace largo rato".

"Silencio, Cuba" es un alegato demoledor para el gobierno de los Castro.
Principalmente, por provenir de quien proviene. No es el caso usual de
alguien que militó en la izquierda y que ha evolucionado hacia otra
posición: Claudia Hilb sigue siendo una militante académica de la
izquierda, de una izquierda democrática, como ella dice. Y es
precisamente por eso, que su testimonio es tan valioso y eficaz.

Es importante asumir que el libro está especialmente dirigido a esa
izquierda latinoamericana que guarda un silencio cómplice y vergonzoso,
cuando no su apoyo explícito a un régimen político de control total que,
pese al fracaso económico, ideólogico y social, se rehúsa al cambio.
También para estos destinatarios, este libro es un golpe difícil de
asimilar.

Es posible que la vieja resistencia anticastrista no encuentre nada
novedoso en los hechos y las descripciones de Hilb. Pero con toda
seguridad, el análisis y el enfoque le significarán un gran aporte,
porque están realizados desde el más estricto rigor académico, sin
diatriba ni retórica.

Claudia Hilb tiene la singular característica de conjugar un profundo
conocimiento teórico con su inquietud por los hechos reales, lo que le
permite encuadrar a éstos en el marco teórico adecuado, para su mejor
comprensión. A pesar de su aparente simplicidad, dado ese marco teórico,
la lectura requiere el conocimiento de ciertos parámetros propios de la
sociología o de la ciencia política.

Así, su estudio pone el origen de la revolución cubana, en el
voluntarismo de Guevara y su constructivismo. Es decir, la creencia de
que es posible moldear a la sociedad desde el poder, como una
construcción social, que daría origen al "hombre nuevo", el hombre sin
egoísmos ni vicios: sólo virtud. Sobre esta virtud se consolidaría la
tan declamada igualdad. Pero cuando esa virtud no existe, la adhesión
revolucionaria desaparece y es reemplazada por el terror. Eso es lo que
ha ocurrido en Cuba. No es que el proceso viole los derechos humanos,
sino más grave aún, no reconoce siquiera la existencia de esos derechos,
tal como son sostenidos universalmente.

El gran aporte teórico de "Silencio, Cuba" es demostrar que la aparición
de ese terror y el absolutismo, con la consiguiente desaparición de la
libertad, no es un efecto casual, sino que son inseparables. La
concentración de poder no es el resultado indeseado de una política de
igualación, sino un componente esencial. Por eso, no se puede aceptar la
posición de la izquierda que sostiene defender la igualación de
condiciones que la Revolución impuso, pero se opone a la violación de
derechos por parte del castrismo, ya que son inescindibles. Nunca fue
posible cumplir los fines revolucionarios sin apelar a la tiranía.
Revolución y concentración del poder es el callejón sin salida de la
lógica revolucionaria, que se aplica a otras revoluciones similares del
siglo XX, como la soviética y la china y que podría extenderse a las del
siglo XXI, como la chavista. El afán constructivista, la pretensión de
moldear desde arriba lo social, va unido de manera indefectible a la
convicción de que debe ser omnipotente.

Claudia Hilb describe ese proceso a través de la concentración del poder
en el movimiento estudiantil, en el sindical, en la política y en las
vanguardias culturales.

En Cuba se superponen progresivamente el Poder y la Ley, que en
cualquier régimen democrático están disociados. La palabra del líder es
la ley absoluta y determina quién es revolucionario y quién no. El es la
revolución.

El fracaso económico ha llevado en Cuba a la desaparición de la sociedad
civil y de los valores personales. La necesidad de supervivencia ha
creado una doble moral, aceptada por todos. Una, de uso público, que
implica los gestos de pertenencia a la revolución. La otra, de uso
privado, crea mecanismos que cruzan la legalidad para sobrevivir. El
cubano que se moviliza a la plaza el 26 de julio es el mismo que roba
los bienes de su empresa para venderlos en el mercado negro; el
funcionario que organiza los repudios a los disidentes, vende los
permisos de salida, y el mismo que denuncia a los exiliados, vive de las
remesas de sus parientes en Miami. Todos participan de estas conductas
ilegales y todos saben que todos saben. La sociedad civil ya no existe
en Cuba.

La promesa de la Revolución cubana era realizar el sueño de una sociedad
igualitaria liberada de la dominación de unos hombres por otros. En
función de ese sueño, concitó la adhesión inicial, que se fue
deshilvanando al surgir la naturaleza opresiva del régimen político.
Pero, aún en el caso de que fuera posible desinteresarse de la abolición
de la libertad en aras de conseguir una sociedad igualitaria, el
derrumbe de Cuba y su resultado final impiden siquiera esa disculpa, ya
que Cuba es hoy la sociedad más desigualitaria de América Latina.

Los índices de desarrollo social de Cuba en 1959, muestran al país entre
los 4 primeros lugares de la región, con Chile, Uruguay y Argentina.
Hoy, 5 décadas más tarde, compara con Haití o El Salvador. Luego de los
primeros años de atisbos de igualitarismo, la economía se derrumbó y
librada a sus propias fuerzas muestra un balance igualitario
indefendible: desigualdades irracionales, diferenciación creciente en el
sistema de salud, nivel bajísimo de subsistencia. La desigualdad que
alcanzaba una relación de 4.5 a 1 en 1989, 829 a 1 en 1995, llegó a
medir 12,500 a 1 en el 2002. En el 2001, el 10% superior de la población
obtenía 199 veces lo que obtenía el 10% inferior, según los datos de
Carmelo Mesa-Lago. La pobreza se ubica, en 1995, en el orden del 65% y
el 13% sufre de desnutrición. Ya no hay argumentos atendibles para 50
años de dominación absoluta.

Como he dicho antes, este trabajo es demoledor para los Castro. Pero lo
es mucho más para la izquierda democrática de América Latina, a quienes
va dirigido. Porque como dice Claudia Hilb, "poco queda, a 50 años, de
la promesa de una sociedad en que la vida había de mostrarse en toda su
dignidad de libertad, de justicia, iguales para todos. Nada queda del
aliento emancipatorio que conmovió en 1959 a tantos cubanos y a tantos
otros que soñaban con un mundo mejor y más justo. Nada queda de la
esperanza. Queda una igualdad de condiciones maltrechas y de bajísimo
piso, el temor y el conservadurismo, el cinismo cotidiano de una doble
moral que sanciona el fracaso irreversible de una utopía que se propone
el sueño imposible de moldear la materia humana para fabricar una
sociedad ideal de hombres iguales. Aliento la esperanza de que el
pensamiento progresista latinoamericano abandone por fin su silencio
vergonzoso, cuando no su apoyo explícito al régimen de dominación total
surgido de la Revolución Cubana".

Bienvenida a la lucha, Claudia.

http://www.neoclubpress.com/cultura/critica/1784-la-izquierda-democratica-frente-al-regimen-cubano.html

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