Wednesday, July 20, 2011 | Por Alejandro Tur Valladares
CIENFUEGOS, Cuba, julio (www.cubanet.org) – Toda sociedad está
conformada por individuos de diferentes naturalezas, que se unen
mediante una suerte de pacto, buscando la colaboración de las partes en
pos de obtener beneficios mutuos. Muy mal anda la sociedad en la que
quienes la conforman, lejos de velar por el bien de la colectividad,
aplican la máxima de: "Lo mío primero", o "sálvense quien pueda".
Durante décadas se nos dijo que el individualismo era un mal ajeno a las
sociedades comunistas, y típico del capitalismo, donde sólo importaba el
volumen de la cartera. En Cuba, los medios -todos gubernamentales- nos
dibujaban un universo en el que el sujeto comunista se sacrificaba,
henchido de felicidad, renunciando a sus intereses personales, para
materializar el paradigma comunista "de cada cual según su capacidad, a
cada cual según su necesidad".
Para moldear esa utópica necedad que llamarón "el hombre nuevo", se
implementaron un sinfín de experimentos entre los que destaca el trabajo
voluntario. Durante mucho tiempo existieron los llamados domingos rojos
en los que trabajadores y pueblo en general eran arrastrados de forma
"voluntaria", fundamentalmente hasta los campos agrícolas, y obligados a
trabajar gratuitamente.
Como todo lo impuesto suscita rechazo y los cubanos no somos diferentes
del resto de la humanidad, reaccionamos a la imposición para,
lamentablemente, movernos hacia el otro extremo. Del hombre nuevo que
íbamos a crear y el idílico paraíso comunista que construíamos, donde el
dinero ni los bienes materiales serían importantes, hemos pasado a una
jungla donde rige la ley de la selva y sobreviven sólo los más fuertes.
La permanente crisis económica y espiritual, provocada por el fracasado
sistema comunista, ha sido el caldo de cultivo donde ha nacido el
verdadero "hombre nuevo": un ser que, para sobrevivir, ha echado a un
lado las reglas cívicas, los valores morales y cuanto contrapeso para
combatir el egoísmo haya inventado la civilización occidental, para
convertirse en un individualista despiadado que echa por tierra
cincuenta años de adoctrinamiento.
A tal grado ha descendido la sociedad cubana, que la mayoría de las
relaciones entre individuos no tiene otro objetivo que obtener
ganancias. El hombre altruista y solidario que el régimen supuestamente
quiso formar, existe únicamente en las pantallas de los televisores a la
hora del noticiero; en la calle sólo hay fieras.
Poco se mueve en Cuba, si no hay billetes, o alguna otra forma de
ganancia, por delante.
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