Del mal comer
Alejandro Ríos
A parte de mi familia que dejé a la zaga al escapar de Cuba, aunque
luego siguieron mis pasos, le gusta bromear sobre el hecho de que no
conocí la culinaria alucinante del llamado Período Especial, en tiempos
de paz, que por estos días cumple su vigésimo aniversario.
La masa cárnica suele ser la joya de la corona en el triste anecdotario.
Según los sufridos comensales era como un amasijo grasiento, de cuanto
desecho incomestible podía reunirse, sustituto de la propia carne de
res, por entonces y por ahora artículo de lujo, y del pollo
sobreviviente (había un tipo de estas aves comprada en no sé qué mercado
internacional que le decían Alicia Alonso por las patas largas y
enjutas) y del puerco escurridizo. El ente era acrecentado con soya en
descomposición que solía alentar la conjuntivitis hemorrágica y otras
dolencias, dado su alto nivel de toxicidad.
Para poderlo transformar en algo comestible como croquetas, medallones,
picadillo u otra receta de la gastronomía doméstica, debía hervirse
tanto como la ropa blanca, para que soltara su nauseabundo hedor y todos
los aceites inimaginables. Claro que al final era un poco de bagazo
insípido lo que se llevaba a la mesa.
Ese fue el período de la desaparición paulatina de los gatos, de la
venta de bistecs de colcha de piso y de las croquetas de aura tiñosa,
así como del hecho cruel perpetrado por un cirujano que utilizaba las
mañas de su oficio para mantener vivo a un puerco que iba mutilando en
la medida que utilizaba sus pedazos para preparar manjares del pasado.
El galeno no podía ultimar de una vez al cerdo pues los extendidos
apagones le hubieran impedido conservar la carne.
A propósito de la efeméride he tenido la oportunidad de consultar una
copia electrónica del manual Con nuestros propios esfuerzos. Algunas
experiencias para enfrentar el período especial en tiempo de paz, donde
se asientan las más surreales soluciones para poder seguir adelante con
el proceso revolucionario cubano en las peores de las circunstancias
luego de la caída del socialismo en Europa.
El material, editado por las Fuerzas Armadas Revolucionarias y
distribuido a la población como guía del disparate, empieza con un
exergo del propio Fidel Castro: "Nada es imposible para los que luchan"
y aunque aborda casi todos los aspectos del diario vivir, por problemas
de espacio y por pudor, me limito a referirles sólo algunos de los
títulos de las enjundias más pintorescas anotadas en el volumen de
marras. Dejo a la imaginación del lector la prolija cocción requerida:
Carne con fruta bomba, salpicón de pescado con extensores, hamburguesa
de vísceras, utilización de la esquirla de mar, pasta de bocadito con
plátano y pescado, embutido de toronja, plátano maduro frito (sin
grasa), croquetas de chícharos con subproductos, picadillo de palma
real, recuperación de huevos con membrana perforada, sustitución de la
grasa por naranja agria, congrí de verdolaga, pizza de revoltillo sin
queso, ensalada de ceiba, flan de chícharos, helado de calabaza en
equipo de frozen, natilla de chícharos, manteca de tilapia y bagazo de
caña como fibra dietética.
Claro que todas estas aberraciones de supervivencia tienen su origen en
más de medio siglo de recetas económicas y sociales desatinadas del
"chef en jefe", que en la propia introducción del libro es citado
diciendo: "Lo que tengamos en el futuro tenemos que crearlo nosotros,
tenemos que conquistarlo con nuestros brazos, con nuestra inteligencia".
http://www.elnuevoherald.com/2011/07/18/986279/alejandro-rios-del-mal-comer.html
No comments:
Post a Comment