nuevo y difícil para Raúl Castro
La asistencia hospitalaria y en especial la nutrición intravenosa que
por orden del Gobierno seguirá ofreciéndose a Fariñas pueden dilatar su
protesta e incluso mitigar la llama
FERNANDO GARCÍA | La Habana. Corresponsal | 14/03/2010 | Actualizada a
las 00:23h | Internacional
Guillermo Fariñas lo dijo al poco de empezar su huelga de hambre y sed:
"Que la llama no se apague". El fuego al que se refería el psicólogo y
periodista disidente había prendido con fuerza el 23 de febrero, al
morir el preso político Orlando Zapata después de 86 días de ayuno en
demanda de ciertas mejoras en su vida en prisión.
Bajo promesa de seguir sin comer ni beber "hasta las últimas
consecuencias" salvo que Raúl Castro cumpliera su petición de libertad
para una veintena de reclusos enfermos, Fariñas, de 48 años, tomó el
relevo de Zapata al día siguiente de su fallecimiento: en pleno fulgor
de las protestas opositoras y con el calor añadido de las críticas de
Europa y Estados Unidos al Ejecutivo cubano.
El también ex militar cubano, con 11 años y medio de cárcel y otras 23
huelgas de hambre a sus espaldas, cayó inconsciente los días 3 y 11 de
marzo, fecha ésta última en la que quedó ingresado en un hospital de
Santa Clara tras haber recibido asistencia y recobrado el conocimiento.
Entre ambos desmayos, otro disidente veterano, el septuagenario
ingeniero y ex profesor universitario Félix Bonne, anunció que, si
Fariñas moría, él iniciaría otra huelga de hambre "hasta el fin".
Quedaba así definida una novedosa, terrible y potencialmente demoledora
fórmula de reivindicación de la disidencia cubana. Es lo que podemos
llamar la estrategia de la antorcha, con la peculiaridad de que el
pebetero está en un imaginario corredor de la muerte cuyos moradores
pretenden sentenciar a todo un gobierno y su sistema político.
Todos los dirigentes, grupos y grupúsculos de la oposición interna han
pedido a Fariñas que abandone el ayuno. La gran paradoja está en que su
negativa a desistir es ahora probablemente, como madera sobre la hoguera
que arde desde la muerte de Zapata, el factor principal de una inédita
cohesión entre los diversos elementos de una disidencia hasta ahora
desunida por diferencias y rencillas, así como por mutuas desconfianzas
alentadas por varios precedentes de infiltración desde la seguridad del
Estado.
Esa incipiente unidad, aún pendiente de confirmar por los hechos y el
tiempo, viene a fusionar a la oposición de toda la vida con la
ciberdisidencia de nuevo cuño. El mejor ejemplo lo vimos cuando, justo
al caer Fariñas inconsciente por segunda vez, el jueves, la premiada
Yoani Sánchez informaba sobre la evolución del paciente a sus seguidores
virtuales, vía Twitter, desde el coche en que ella y otros blogueros
iban a visitarle. En uno de sus mensajes, Sánchez escribió: "Nunca como
ahora los inconformes habíamos estado tan unidos".
Otro aspecto destacado de esta movilización es que sus dos protagonistas
–Zapata y Fariñas– y el que se ofrece como tercero (Bonne) son de raza
negra, cuando casi todos los dirigentes opositores son blancos. Más leña
al fuego, en este caso el de un latente debate sobre el racismo en Cuba
que algunos grupos habían tratado de activar meses atrás sin que el
incendio llegara a propagarse.
El Gobierno insiste en caracterizar a los huelguistas como delincuentes
comunes, "contrarrevolucionarios" o ambas cosas. A Washington, al
Parlamento Europeo y a los países y partidos políticos occidentales más
agresivos en sus ataques por el caso Zapata los ha tratado de hipócritas
por su doble moral respecto al tratamiento de los Derechos Humanos en
sus propias casas, las de sus amigos y de las naciones más poderosas. Y
a los medios de comunicación, en especial algunos españoles, los ha
acusado de instigar el escándalo.
La asistencia hospitalaria y en especial la nutrición intravenosa que
por orden del Gobierno se administró y seguirá ofreciéndose a Fariñas
pueden dilatar su protesta e incluso mitigar la llama. La unidad de la
disidencia es todavía precaria. Y a los cubanos, en general ajenos a
esta situación, les preocupan asuntos más inmediatos. Pero, al menos a
corto plazo, Raúl Castro afronta un escenario político nuevo y difícil,
con posibles daños de consideración a su imagen y en sus relaciones con
el exterior.
Las Damas de Blanco, esposas y familiares de los 75 detenidos y
encarcelados en la primavera negra del 2003, recorrerán en los próximos
días las calles de La Habana con motivo del séptimo aniversario de
aquella redada (el 18 de marzo). La antorcha del caso Zapata aumentará
la visibilidad de estas manifestaciones. Más fulgor, más conflicto.
La sucesión de huelgas de hambre de disidentes cubanos crea un escenario
nuevo y difícil para Raúl Castro (14 March 2010)
http://www.lavanguardia.es/internacional/noticias/20100314/53898416517/la-sucesion-de-huelgas-de-hambre-de-disidentes-cubanos-crea-un-escenario-nuevo-y-dificil-para-raul-c.html
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