Los sepultureros se resisten a morir
JUAN CARLOS FERNÁNDEZ, Pinar del Río | Octubre 30, 2015
Cuando era un niño, correteaba por las calles del cementerio
metropolitano de Pinar del Río. Ahora Alberto, alias El Titán, tiene 66
años y trabaja desde hace cuatro décadas en el sitio donde jugó de
pequeño. "Me escapaba de la escuela y venía para acá", cuenta y
confiesa: "Aquí me siento bien, porque hay silencio". Sin embargo, el
aumento de la cremación de cadáveres y restos óseos ya comienza a
afectar su apacible retiro.
Las limitaciones de espacio en muchas necrópolis del país, junto a los
problemas materiales para mantener el cuidado de los panteones y la
incorporación de prácticas funerarias foráneas, hacen que muchos cubanos
opten por cremar a sus difuntos. En la región pinareña se ha percibido
un aumento de solicitudes de incineración a la empresa de comunales,
pero la provincia carece aún de la infraestructura para brindar el servicio.
La Habana cuenta con al menos dos hornos, el más conocido en el
municipio Guanabacoa, y otro en Santiago de las Vegas. En las provincias
de Holguín, Camagüey, Villa Clara, Mayabeque y Matanzas, también está
disponible el servicio. Sin embargo, Pinar del Río sigue siendo la
Cenicienta de Cuba también en estas lides.
Maritza, jefa del departamento de necrología de la Dirección Municipal
de Comunales de la capital provincial, explica que "la única opción del
doliente es, por ahora, la de enterrar a su difunto". Cuando se
construya un horno para incineración en la zona, los interesados tendrán
que solicitar el servicio en las funerarias locales, el cadáver pasará
entonces a Medicina Legal para que la entidad autorice el procedimiento
y sólo entonces el registro civil emitirá la boleta que confirma ese
"camino hacia el fuego".
Como todo proceso burocrático en Cuba, a este también puede
encontrársele una ruta "por la izquierda". La funcionaria aclara que,
"si se desea que un difunto sea cremado, hay que contar con una
dirección de La Habana para tener derecho a ese servicio". Con lo cual
el negocio ilegal de comprar un cambio de domicilio en el documento de
identidad también ha proliferado en estos lares.
La desinformación se extiende por todas partes. "Me dijeron que si lo
cremaba no podíamos velarlo y, como queríamos darle el último adiós,
entonces lo enterramos", detalla Margarita Pacheco, quien perdió a su
hijo en un accidente automovilístico a principios de este año. La
cremación de un cadáver tiene un costo de 340 pesos cubanos, mientras
que incinerar restos óseos tiene una tarifa de 115 pesos. El precio de
un entierro normal, con flores, coronas para el ataúd y una propina para
que los sepultureros hagan un buen trabajo, no suele bajar de 500 pesos
para la familia, si esta posee un panteón propio. Sin embargo, este
costo no debería superar los 200 pesos, según lo estipulado, pero sería
muy limitado en lo material. Si la familia no cuenta con un panteón,
deberá entonces abonar también el monto del alquiler de una tumba
pública, que no supera los 10 pesos mensuales.
En 2013, se incineraron 5.045 cadáveres en todo el país, de los cuales
3.060 se ejecutaron sin velatorio pues las funerarias ponían a las
familias ante la disyuntiva de cremar o velar. Pero la legalidad vigente
no hace excluyente ambas prácticas. El cuerpo puede ser incinerado y
también velado, tal y como está recogido en la Resolución Ministerial n.
9 del Ministerio de Salud Pública, que establece el proceso a seguir en
la incineración de cadáveres y restos óseos.
Alberto, el sepulturero, no ve con buenos ojos la práctica de la
incineración de restos, porque le quita el sustento. Junto a otra docena
de hombres, conforma un grupo de cuidadores privados de tumbas que
atiende las sepulturas a través de contratos verbales con los
propietarios. "Cuido más de 100 tumbas por 20 pesos mensuales, por eso
me dicen El Titán, porque trabajo como un mulo y nadie se queja de mis
servicios", atestigua.
La Empresa Presupuestada de Comunales gestiona y administra los
cementerios del país, pero con la llegada del Período Especial, en los
años noventa, el abandono y el vandalismo se apoderaron de las ciudades
de los muertos. En Pinar del Río, como en tantas regiones, proliferaron
los robos de jardineras y lápidas e, incluso, la sustracción de restos
mortales. Ese escenario dio lugar a que muchos propietarios de tumbas
recurrieran a empleados privados para que mantuvieran sus criptas y
panteones.
Mariano Gil Vaillant vino desde el oriente de la Isla a tierras
vueltabajeras hace 30 años y trabaja como contratista privado en la
necrópolis pinareña. Explica que tiene palabreadas 22 tumbas en este
cementerio y 20 en el Cementerio Agapito" y que gana buen dinero. Sin
hombres como él, el camposanto no se vería tan cuidado y ordenado como
se muestra ahora.
La necrópolis donde trabaja Gil Vaillant está ubicada a más de tres
kilómetros de la carretera hacia San Juan y Martínez. El silencio lo
llena todo. El camposanto comenzó a utilizarse en 1936, bajo la alcaldía
de Agapito Guerra, de ahí que todos lo llamen con el nombre de su
impulsor y gestor principal. A diferencia del cementerio metropolitano,
el de Agapito todavía tiene espacio para nuevas tumbas.
Pero la impresión de paz y tranquilidad se resquebraja rápido. "No todo
está bien, todavía se pierden jardineras y otros accesorios de las
tumbas, pero ya es menos, hace 20 años esto era un desastre", cuenta Gil
Vaillant. Por otro lado, una pelea sorda se desarrolla entre los
sepultureros estatales y los contratados de forma privada por las familias.
Los empleados de la empresa Comunales apenas ganan unos 260 pesos
cubanos por mes y, si reciben algunos estímulos por su buen desempeño,
pueden llegar a cobrar 420 CUP, cuando más. Los contratistas
independientes, sin embargo, se embolsan hasta 2.000 pesos mensuales,
pero deben responder a todos los requerimientos y caprichos de las
familias con las que tienen un convenio.
El trabajo de ambos, privados y estatales, podría comenzar a mermar si
se construye un horno para la cremación en la provincia. El
administrador del Cementerio Agapito asegura que la práctica puede
extenderse porque "en el Cementerio Metropolitano ya no hay más espacio
y la gente está notando que cremar es más económico". De ahí que "está
aprobado el presupuesto para un horno que brinde los servicios".
Para Teresa Izquierdo resulta "más cómodo" para la familia manejar las
cenizas en lugar del cuerpo del difunto. "Puedes tener a tu ser querido
en la sala, sin ocupar espacio en un cementerio", afirma la señora,
quien ha perdido recientemente a un familiar y hubiera deseado cremarlo.
"Nada más que en trasladar el cuerpo hasta la capital, ya me costaba una
fortuna", detalla la mujer.
Las quejas de la población sobre las dificultades burocráticas para
cremar un cuerpo aparecen con frecuencia en la prensa nacional. El
rector de Ciencias Médicas de la universidad de La Habana, Jorge
González Pérez, subrayó en una reunión del parlamento cubano en 2014 "la
necesidad de simplificar los trámites para efectuar la incineración".
Según el funcionario, "hace unos años se podía decir que no existía en
el país una cultura de la incineración, pues se heredó la de los
colonizadores y se hizo de los cementerios la casa sagrada". Sin
embargo, las cosas han cambiado, como "lo avalan las cifras registradas:
en 2006 solo se recibieron 40 solicitudes y en 2012 hubo más de 2.000".
Otros se oponen a esta práctica, especialmente entre los católicos más
activos en el territorio pinareño, para quienes el acto de enterrar el
cuerpo íntegro y tener un lugar donde ir a recordarlo sigue siendo la
opción más utilizada. Pero no solo las cuestiones de fe alejan la
cremación como una opción. En la provincia de La Habana, se entregan
solo 15 turnos diarios para el horno. "No hay cámaras de refrigeración
para guardarla hasta mañana, así que la tienen que enterrar", fue la
respuesta que recibieron unos acongojados nietos que quería cremar a su
abuela.
Unos pesos convertibles dejados caer en las manos correctas pueden
facilitar el proceso y agilizarlo. "Eso, si no se muere algún jerarca y
se paraliza todo para ponerlo en función de él", detalla un empleado del
crematorio capitalino de Guanabacoa que prefirió el anonimato.
Lejos del tumulto capitalino, El Titán disfruta de su trabajo en Pinar
del Río y confía que los burócratas y las restricciones materiales sigan
obstaculizando la incineración de cadáveres por mucho tiempo.
Source: Los sepultureros se resisten a morir -
http://www.14ymedio.com/reportajes/sepultureros-resisten-morir_0_1880211962.html
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