Nada es gratis
[03-05-2012]
Alberto Medina Méndez
(www.miscelaneasdecuba.net).- Mucha gente habla de su disconformidad con
el presente y reprueba a la mediocre dirigencia que nos conduce. Son los
mismos que dicen que no hay futuro y que resulta casi imposible ser
optimistas en las condiciones actuales. Y en alguna medida, todo eso
parece cierto. El escepticismo y la resignación parecen estar ganando la
batalla.
Lo que es paradójico es que quienes declaman su permanente disgusto con
la situación, no consigan percibir la relación directa entre causa y
efecto, entre sus propias acciones y las evidentes consecuencias. Pese a
la aparente inteligencia de muchos de ellos, diera la sensación de que
no logran conectar el vínculo lineal entre sus actitudes, los
acontecimientos y los resultados de todo ello.
Es como si no pudieran comprender que estamos como estamos porque
hacemos lo que hacemos, o mejor dicho aún, que estamos como estamos
porque no hacemos lo que resulta necesario hacer.
Con exceso de abulia y apatía, con demasiada desidia y negligencia, con
indolencia e ingenuidad, casi sin querer, van contribuyendo de modo
activo con la construcción del poder de los gobernantes. Los que mandan,
sustentan su supremacía, en esta característica sociológica de este
tiempo, casi patológica, por la cual demasiados deciden no hacer casi nada.
Solo gracias a la insensata conducta de los más, puede explicarse
semejante dimensión de atropellos. Es, cada vez más, una matriz global.
Una minoría, pero muy organizada, consigue someter a los mas, solo
porque ese conjunto de individuos carece de organicidad y termina siendo
funcional al poder de turno, a pesar de sus disidencias con esas políticas.
Los que han hecho de la política una profesión, saben poco de lo que
deberían realmente conocer, es decir del arte de gobernar con
inteligencia, pero indudablemente, son expertos en esto de manipular
voluntades.
Conocen la ingeniería social al detalle, interpretan con habilidad las
conductas humanas, perciben la pereza ciudadana, esa que hace que muchos
sigan creyendo que forman parte de una sociedad democrática solo porque
se presentan a votar una vez cada dos años, a veces inclusive de mala
gana, casi forzados por las circunstancias legales o de repudio social.
Es paradigmático, ver como muchos ciudadanos de buena fe, caen en la
trampa de no comprender que su accionar, muchas veces desidioso e
indolente, son la principal causa de todo lo que soportan.
Las múltiples explicaciones que encuentran para justificar su decisión
de no participar de la vida política de la sociedad, les sirven de
consuelo, pero están lejos de alcanzar como argumentación para no hacer
lo necesario.
Ningún resultado relevante en la vida humana, y mucho menos en
comunidad, se consigue cruzándose de brazos, sentados en una silla, o
simplemente con una postura de espectador en vez de protagonista.
Creer que la realidad se modificará en el sentido deseado, solo porque
se invierte un escaso tiempo despotricando entre amigos contra el
poderoso de turno o discutiendo en los bares, es pecar de una
desmesurada ingenuidad.
Suponer que la sociedad cambiará sus paradigmas, sin un compromiso
militante por parte de los que sienten profundo rechazo por el status
quo, es demasiado infantil. La alteración del rumbo se consigue con
mucho esfuerzo. Muchas veces inclusive, con trabajo tampoco resulta
suficiente para lograrlo por falta de perseverancia o dirección correcta.
Lo que está plenamente garantizado es que con holgazanería ciudadana, no
conseguiremos absolutamente nada significativo. Solo podremos llenarnos
de impotencia inconducente.
Si no hacemos lo correcto, si no HACEMOS con mayúsculas, nada se
transformará. Y si por lo contrario, preferimos seguir en la misma,
justificándonos para explicar porqué hacemos tan poco, o a veces
inclusive nada o lo incorrecto, debemos entonces estar dispuestos a
pagar el precio de esa decisión.
Seguramente que muchas razones amparan nuestras elecciones individuales
en lo que a la vida política hace. La corrupción, la falta de tiempo
personal, la necesidad de buscar el sustento cotidiano o sencillamente
la convicción de invertir el tiempo en otros asuntos que se consideran
más importantes, son todas cuestiones atendibles. Pero eso no logra
modificar la ecuación. Siguen siendo decisiones que implican priorizar
ciertas cosas por sobre otras. Y eso tiene consecuencias, siempre.
Asumir que lo que nos sucede es el resultado de lo decidido es un gran
primer paso. Somos libres de tomar las determinaciones que deseemos,
pero debemos comprender que ello conlleva un desenlace. Si no tomamos
nota de esto seguiremos creyendo en esta fantasía de que lo que nos
ocurre es responsabilidad de otros, los culpables de todos nuestros males.
La verdad es que esa caricatura de la realidad nos tranquiliza, nos
despoja de culpas y nos hace sentir víctimas de esa casta enemiga. Es
que tenemos responsabilidad y mucha, y si bien existe esa corporación
que conspira permanentemente contra nuestras vidas para arrebatarnos
libertades, saquear nuestros recursos y amedrentarnos para que no
reaccionemos, no menos cierto es que está en nosotros, asumir que
podemos modificar el presente con la actitud correcta y el esmero
necesarios.
Hay que entender la dinámica de los acontecimientos para no fracasar en
el diagnóstico de lo que nos sucede y poder luego, con la inteligencia
apropiada, aplicar nuestros talentos para imprimir la energía necesaria,
en el sentido preciso, y así, cambiar el curso de la historia.
Mientras tanto, resulta relevante, dar el primer paso, ese que nos ayude
a entender que las decisiones que hemos tomado hasta aquí, explican lo
que estamos padeciendo. Y que esto que nos pasa, de algún modo lo
decidimos, por acción u omisión. Nuestro presente como sociedad es solo
la inevitable consecuencia de nuestras determinaciones cotidianas, solo
porque como en tantos otros aspectos de la vida personal, "nada es gratis".
http://www.miscelaneasdecuba.net/web/article.asp?artID=35889
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