Creyentes y no creyentes; simpatizantes y no simpatizantes
La última vez que la Plaza de la Revolución estuvo llena, repleta de
gente, fue cuando Benedicto XVI hizo su homilía en La Habana. Los
locutores de la televisión repitieron con una extraña insistencia que a
esa misa asistían "creyentes y no creyentes". Para los oídos no
entrenados en el discurso oficial cubano, aquella afirmación podía sonar
como un gesto de inclusión o de tolerancia. Sin embargo, se trataba más
bien de una aclaración –para nada sutil- de que ni toda esa multitud era
católica, ni el Papa contaba con un rebaño tan grande entre nosotros. Si
se prestaba atención a cada palabra dicha por los representantes del
gobierno, los cubanos estaban allí por "disciplina", por "respeto" o por
ser un pueblo "ecuánime", pero no precisamente por fe.
Me pregunto si este 1ro de mayo también echaran mano a calificativos tan
contrastantes. Podrían, por ejemplo, decir que en este día de los
trabajadores desfilan tanto "revolucionarios como no revolucionarios",
lo cual no sería nada absurdo en una jornada que debe tener un cariz
laboral y sindical, no político. ¿Se imaginan la voz grave del
presentador afirmando que en la multitud agitan sus banderitas lo mismo
"empleados que desempleados"? De estos últimos tendría que ser sin dudas
el bloque más enérgico, pues la cifra de trabajadores que quedaran
disponibles durante 2012 asciende a 170 mil a lo largo del país. Frente
a los micrófonos, debería hacerse la distinción de que en la
muchedumbre, ante la estatua de José Martí, se hallan "simpatizantes y
no simpatizantes" del gobierno raulista. Porque entonces ¿quién se
creerá que en un millón de individuos todos están de acuerdo con la
gestión del presidente?
No habrá ni sorpresas ni matices, sino intentos de aglutinar y de
mostrar a los cientos de miles de participantes como un coro unánime que
apoya al sistema. Y el 1ro de mayo volverá a ser secuestrado, como
tantas otras veces. Desde la tribuna, saludarán precisamente quienes
deberían estar emplazados y criticados en las pancartas, no liderando
una conmemoración obrera. El día terminará sin haberle podido exigir a
ese patrón llamado Estado que eleve los salarios, abarate los costos de
la vida o mejore las condiciones laborales. En lugar de eso, cada
cabecita vista desde la torre de la Plaza será contada como un aplauso.
Cada individuo que desfile será computado como un fiel "creyente" del
Partido, como alguien que no duda, no cuestiona, no reclama.
http://www.desdecuba.com/generaciony/?p=6223
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