José Antonio Fornaris
Managua, La Habana, 19 de julio de 2011, (PD) Si el viejo adagio de que
"el tiempo es oro" es cierto, quizás esa sea la razón para que el país
esté tan pobre.
Cuba es como la catedral del tiempo perdido. Como el santuario de la
pérdida de tiempo. No sólo se pierde el tiempo en la espera del ómnibus,
la búsqueda de cualquier cosa necesaria para la subsistencia, a veces
las más simples, o en cualquier tipo de gestión para conseguir un
documento. Es para todo o casi todo y hace muchos años que es así.
Y no es porque haya mucho burocratismo que entorpezca el funcionamiento
de la vida en una sociedad que presuntamente está en el siglo XXI. Es
como si la pérdida de tiempo hubiera atrapado a la gente para que la
vida dejara de ser un acumulado de ímpetus, de sueños, y fuera una
simple e incolora cosa.
Conozco a varios profesionales que aseguran que fue una pérdida de
tiempo haber estudiado tanto; a estudiantes actuales que dicen que, al
final, el estudio no vale de nada; a jóvenes y otros no tan jóvenes, que
certifican que trabajar no sirve de nada, que es una pérdida de tiempo.
A personas que se identificaron plenamente con el sistema
político-social en vigencia hace más de medio siglo en el país, que
manifiestan haberse sacrificado por gusto. Y con amargura dicen que
perdieron el tiempo.
¿Qué tiempo se ha tirado por la borda, o se ha dejado sin utilizar a
favor de la vida, permitiendo que él nos obligara a seguir todas sus
pautas? No se sabe porque nunca hay manera de medir de forma totalmente
fiable lo que fue posible hacer. Lo que sí se conoce desde las primeras
épocas de la humanidad, es que el tiempo perdido hasta los muertos lo
lloran.
Hasta Fidel Castro ha perdido el tiempo. Muchos dicen que no, que él
logró estar siempre en el poder y eso es lo que le interesaba. Ese tipo
de personas desean la eternidad; quieren ser el grano de maíz donde cabe
toda la gloria. Pero no es nada más que un anciano.
Sus herederos aseveran que han estado más de medio siglo cometiendo
errores, o lo que es lo mismo, perdiendo el tiempo. Y en toda la
historia de Cuba, esas fueron las personas que más pudieron hacer que el
tiempo rindiera. Llegaron bien jóvenes al poder y obtuvieron el apoyo de
la inmensa mayoría de sus compatriotas. Pero nada de grandeza, bienestar
o felicidad obtuvieron para el país. Se van y dejan detrás la ruina.
¿Cómo será posible recuperar tantos años malgastados? ¡Dios! Eso es
imposible. Pero sí es posible hacer que la vida tenga sentido tras la
desaparición de las personas que simularon estar vestidas de sol –quizás
hasta en algún momento se lo creyeron- pero que simplemente han sido
obscena oscuridad.
http://www.primaveradigital.org/primavera/politica/54-politica/1802-el-tiempo-perdido
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