Cruje el muro de caña
JOAQUÍN VILLALOBOS 02/04/2010
Fidel Castro se preparó para enfrentar una invasión estadounidense,
derrotar rebeliones contrarrevolucionarias, evadir atentados contra su
vida y resistir al embargo estadounidense, pero no se preparó para
pelear contra hombres dispuestos a dar la vida en una huelga de hambre;
ni para enfrentar a un puñado de mujeres que protestarían pacíficamente,
ni para lidiar con grupos musicales que, con el más subversivo de los
mensajes, le cantarían a centenares de miles de cubanos "que la
normalidad no es pecado".
Fidel basó su defensa estratégica en mantenerse como víctima. La
belicosidad del exilio de Miami y de los Gobiernos estadounidenses han
sido en esto su principal soporte. Pero ahora no puede culpar al
imperialismo por el heroísmo de los opositores, ni pelearse contra las
ganas de bailar de los cubanos luego de haberlos hastiado con medio
siglo de consignas políticas.
Para un sector de la izquierda, Cuba es una especie de baluarte moral
del continente, un Vaticano revolucionario. Muchos líderes de centro
izquierda latinoamericanos no se atreven a cuestionar al régimen, por el
miedo a blasfemar. Sin embargo, la revolución es ahora victimaria y está
siendo moralmente derrotada por sus víctimas. La posición de Fidel
estuvo justificada durante un tiempo, pero en política no hay santos y
Fidel Castro es ahora, en sentido estricto, el único dictador del
continente. Chávez y otros son aprendices.
El futuro del régimen cubano es el tema más crucial en la agenda
política latinoamericana. Su final, además de problemas de seguridad y
migratorios, podría desencadenar un efecto dominó sobre las izquierdas
populistas y extremistas que modificaría seriamente el mapa político
regional. Sin embargo, muy pocos se atreven a hablar de su final porque
consideran débil a la oposición, muy fuerte al régimen o temen que Fidel
viva cien años y que los cambios no comiencen hasta su muerte, como
ocurrió con Franco. Pero la España franquista no estaba en bancarrota,
la oposición fue poco visible en casi toda la Europa del Este y más
fuerte era la Unión Soviética y, sin embargo, se acabó.
En Cuba el cambio depende de tres relojes que están en cuenta regresiva:
el biológico de Fidel, el del cambio generacional y el del aguante
social de los cubanos. El problema no es cuánto más vivan Fidel y Raúl,
sino cuánto más pueden conservar el poder en medio de la peor crisis
económica y social del régimen y en el momento de menor fortaleza física
de ellos. Cuando acabó la cooperación de la ex Unión Soviética, se
desataron protestas que Fidel todavía pudo controlar facilitando la
salida de miles de balseros en 1994. En el escenario actual tendrían
tres caminos: expulsar gente como siempre han hecho, reprimir o
reformar. Pero expulsar no tiene ahora justificación; reprimir
terminaría dividiendo al Ejército y Fidel se ha opuesto a los intentos
reformistas de Raúl.
La octogenaria vieja guardia amarró todo en torno al caudillo y no
construyó institucionalidad. Justificando las destituciones de Pérez
Roque y Lage, Fidel Castro escribió: "La miel del poder, por el cual no
conocieron sacrificio alguno, despertó en ellos ambiciones...". La
meritocracia cubana se fundó religiosamente en la lealtad a la
jerarquía, en la fe en la doctrina y en el culto al sacrificio para
expiar el pecado original de la ambición. Esto abrió las puertas a la
simulación, la hipocresía y el oportunismo y se las cerró al debate, la
inteligencia y la eficiencia. La generación que luchó y la que no luchó
quedaron separadas; los guerrilleros de la Sierra Maestra se
convirtieron en sabios sin importar si estaban educados y los jóvenes
que educó la revolución, pero que no hicieron sacrificios, quedaron bajo
sospecha. Los profesionales formados en los últimos 50 años son peones
del sistema, y no importa que los científicos ganen una miseria y anden
en bicicleta. La educación masiva fue una meta propagandística sin
relación con la economía, la movilidad social y el acceso al poder. La
vieja guardia aplastó a los jóvenes que educó y por ello existen
prostitutas que son doctoras o ingenieras. En Cuba lo que la gente dice
no es lo que la gente piensa. La apatía es rechazo popular y la
simulación, una práctica normal entre los dirigentes con menos de 60
años. Es obvio que hay oposición dentro del partido y del Gobierno, y
que la cohesión es pura ficción. La fragilidad es tal que así como
pueden sobrevivir un tiempo más, también pueden derrumbarse mañana. El
régimen cubano ya no tiene ninguna salida estratégica: o se reforma o muere.
Joaquín Villalobos, ex guerrillero salvadoreño, es consultor para la
resolución de conflictos.
http://www.elpais.com/articulo/internacional/Cruje/muro/cana/elpepuint/20100402elpepiint_2/Tes
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