¿Pastoral o conchabanza?
El Concilio Vaticano II, con su buena intención de formular una
actualización de la Iglesia, terminó revirtiendo el enfoque que daba
primacía a lo transcendental y lo sustituyó por lo inmanente
Julio M. Shiling, Miami | 21/09/2015 8:20 am
En un radiomensaje de Navidad, emitido en la Nochebuena de 1955, el Papa
Pío XII recalcó la incompatibilidad del comunismo con el cristianismo,
por la relación inherente del último con la Ley Natural. "Nosotros
rechazamos", nos comunicó el Obispo de Roma ducentésimo sesentavo, "el
comunismo como sistema social en virtud de la doctrina cristiana, y
debemos afirmar particularmente los fundamentos del derecho natural".
Este Papa, cuyo nombre secular era Eugenio María Giuseppe Giovanni
Pacelli, que confrontó el totalitarismo tanto nazista como comunista,
estaba proclamando una posición de la Iglesia Católica que entendía que
se podía hablar por los pobres y defenderlos sin tener que subscribirse
a ideologías impías y que el comunismo era irreconciliable con la fe
cristiana y una amenaza clara para la misma.
El Papa Pío XII no fue un caso aislado. Hubo once encíclicas entre 1849
y 1937 que anunciaron y advirtieron del problema grave que representaba
para la religión cristiana el socialismo, por su capacidad de abolir la
libertad desde el poder y de su capacitación sediciosa de minar la
Iglesia desde sus entrañas, como lo expuso brillantemente otro Pío (X)
en 1907 (Pascendi Dominici Gregis). Precedente intelectual y espiritual
rechazando cualquier conexión entre la Iglesia y el comunismo (o un
régimen comunista) ha sido abundante y claro. La Iglesia enfatizó este
punto en 1949, cuando Pío XII excomulgó oficialmente a los comunistas.
El Concilio Vaticano II, con su buena intención de formular una
actualización de la Iglesia, terminó revirtiendo el enfoque del orden
existente que daba primacía a lo transcendental y lo sustituyó por lo
inmanente. En otras palabras, las cosas de este mundo material tomaron
prioridad. El problema resultó ser, que el activismo político que
predominó a partir de la emisión inmediata de Concilio II, vino plegado,
ideológicamente, al marxismo.
La Conferencia Episcopal Latinoamericana (CELAM) de 1968, en Medellín,
forjó, bélicamente, las ideas que salieron del Concilio II. De esa
contracultura, brotaron movimientos subversivos que fusionaron,
profanamente, el comunismo con interpretaciones cristianas y se lanzaron
al yihadismo comunista a través de las Américas. Estos incluyeron una
dosis generosa de cleros y seminaristas que, vistiendo sotanas,
ejercieron el terrorismo en nombre de un dogma sincrético, corrompido y,
definitivamente, anticristiano. El chileno, Cardenal Silva Henríquez,
Monseñor Carlos Partelli de Uruguay, el brasileño Cardenal Paulo
Evaristo Arns, son algunos de los nombres del cuerpo clerical que han
cumplido un papel vergonzoso de servilismo a corrientes totalitarias
rojas. Podemos incluir en ese grupo al cubano Cardenal Jaime Ortega.
Jorge Mario Bergoglio bebió de la copa de esa toxicidad ideológica. Sus
planteamientos más críticos, con gran probabilidad, se escucharán en
EEUU donde reprochará a los norteamericanos por su modelo
socioeconómico, su percibido trato al medio ambiente y sus sanciones
contra el castrocomunismo. En Cuba, practicará un mutismo moral para no
ofender la sensibilidad de la dictadura castrista. Nada relevante dirá
de lo obvio. Un silencio sepulcro mantendrá ante la barbarie que siguen
enfrentando los cubanos todos los días. Permanecerán invisibles, ante su
reconocimiento, esos valientes que tienen el decoro de, públicamente,
desafiar el despotismo. Se ensordecerá ante el eco histórico de los
fusilados que proclamaban, "Viva Cristo Rey", antes de ser impactados
por las balas cobardes de esa tiranía.
No, el Papa Francisco no dirá nada "impertinente", desde el prisma
dictatorial cubano. Será el huésped ideal para una tiranía: respetuoso,
legitimador y crítico hacia los denominadores en común. No es cuestión
de que Bergoglio padece de timidez. Lo hemos visto desafiante y muy
politizado cuando la causa la siente. En Cuba comunista, está muy en
casa. Los derechos naturales para los cubanos, quedarán en el libreto de
Bergoglio, como un abstracto detalle oculta en su agenda llena de
imprecisiones. ¿Podrá perdonar Jesús su silencio cómplice? La historia,
confiamos, no será tan misericordiosa con el Papa Francisco.
Source: ¿Pastoral o conchabanza? - Artículos - Opinión - Cuba Encuentro
-
http://www.cubaencuentro.com/opinion/articulos/pastoral-o-conchabanza-323679
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