Wednesday, January 18, 2017

El castrismo no es un legado

El castrismo no es un legado
ALEJANDRO RÍOS

En el 2017 mi esposa y yo cumplimos 25 años de haber cruzado la frontera
mexicana por el río Bravo en Matamoros.

Poco antes lo habíamos intentado en la ciudad de Tijuana pero fuimos
interceptados por la policía de inmigración. En aquella primera
oportunidad, una suerte de lugarteniente, como salido de la película
Traffic, por su crueldad y alevosía, se dio a la ingrata tarea de
torturarnos verbalmente sobre nuestra eventual deportación a La Habana.
Nos montó en un avión de vuelta al Distrito Federal y le entregó al
piloto nuestros pasaportes.

Por suerte para nosotros, llegamos a la capital mexicana durante una
jornada feriada y gracias a la intervención de una buena amiga nos
liberaron, no sin antes advertirnos que no podríamos acercarnos otra vez
a la frontera.

En México escribí algunas notas críticas sobre la cultura cubana en
diarios prominentes. Enseguida "funcionarios" de la embajada hicieron lo
posible por ponerse en contacto conmigo para hacerme desistir de tal empeño.

Claro que no le hicimos caso a la advertencia del funcionario de
emigración y la segunda incursión a la frontera resultó exitosa. Aunque
a veces ni reparen en esa particular circunstancia, porque los que
corren del espanto no se detienen en las causas de sus agravios, los
cubanos desde 1959 huyen de una dictadura, nadie se llame a engaño.

Ya en Miami, la periodista Ana Santiago de el Nuevo Herald –hoy amiga y
funcionaria de inmigración y ciudadanía– nos dedicó un artículo de
primera plana donde habló de cierta "familia de desertores", porque
otros dos de mis hermanos habían escapado de la isla utilizando
distintas estratagemas.

En aquel glorioso año 1992, con la ayuda de una organización de abogados
pro bono, presenté mi caso de asilo político que resultó concedido.

Mi esposa y yo nos ganamos duramente la entrada a la libertad –lo cual
agradezco de todo corazón–, pero hemos retribuido el gesto con hijos y
descendientes americanos ejemplares, toda una familia de aportes
económicos, espirituales y sociales impecables, que prestigian a nuestra
comunidad.

Me honra haber descubierto hace mucho tiempo, por otra parte, que somos
la norma y no la excepción entre las distintas oleadas del destierro cubano.

Ya lo dijeron los obispos católicos americanos, quienes no son muy
pródigos en elogios: se trata del exilio más exitoso que recuerde la
sociedad americana y como tal debemos ser respetados.

¿Dónde quedó, entonces, el compromiso histórico con la defensa de la
libertad en Cuba por parte de las distintas administraciones americanas
que han debido lidiar con 58 años de castrismo?

Los aliados de la democracia viven en Miami y en otras comunidades de
los Estados Unidos donde se han asentado los cubanos. En la finca de los
Castro, el miedo y la violencia han impedido que allí se respeten los
derechos humanos.

La dictadura militar de la isla no puede ser confundida con un legado
presidencial civil y democrático. Es una operación condenada al fracaso
que solo sirve para dar relevancia internacional a un sistema espurio.

El régimen responde a una caterva de agentes y espías laborando a tiempo
completo contra la decencia y la honradez. Muere un ministro del
interior y surge otro más taimado, impelido en sus ansias de represión
por la carta blanca que le concede el otrora enemigo imperialista.

Las dos partes del diferendo apuestan a que la noticia se disipe y las
familias cubanas varadas en tierras ajenas, por un dictamen nada
humanitario, retornen a la ignominia o revienten de pesar.

El castrismo no es un legado, sino una aberración por la cual nadie, en
su sano juicio, quisiera ser recordado.

Crítico y periodista cultural.

Source: El castrismo no es un legado | El Nuevo Herald -
http://www.elnuevoherald.com/opinion-es/opin-col-blogs/opinion-sobre-cuba/article127077564.html

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