Tuesday, November 22, 2016

Los cubanos y la Coca Cola del olvido

Los cubanos y la Coca Cola del olvido
Difícil es para cualquier exiliado el decidir si rompe con su pasado o
se queda viviendo permanentemente en él
Martes, noviembre 22, 2016 | Luis Cino Álvarez

LA HABANA, Cuba.- "Tomarse la Coca Cola del olvido" es una
vieja metáfora para referirse a la actitud de algunos compatriotas que
cuando se van de Cuba pretenden romper del todo con el pasado, incluidos
los afectos, para hacer borrón y cuenta nueva e iniciar una vida
completamente diferente a la que vivieron hasta entonces.

Supongo sea muy duro y difícil, y para nada pretendo justificar esa
actitud, que puede resultar bastante cruel y egoísta, pero he llegado a
entender las razones de quienes así actúan.

Sucede que la mente humana tiene mecanismos de autodefensa que en
situaciones determinadas se disparan para salvarnos. Si lo logran o no,
esa es otra historia.

Generalmente, del pasado, uno trata de borrar lo malo y quedarse con los
mejores recuerdos. Por eso, la juventud nos parece siempre un tiempo
idílico, no importa cómo haya discurrido. Lo mismo puede pasarle a un
expatriado con su país. Y ahí está el peligro. Evocará a su familia, sus
amigos, sus amores, los lugares donde fue feliz, sus costumbres, etc. Y
puede que llegue un momento en que piense si habrá hecho lo correcto al
irse. Particularmente si en el país donde reside no le va tan bien como
pensó que le iría.

Tal vez no le vaya bien precisamente por eso: porque vive prisionero del
pasado, esclavizado por los recuerdos, devorado por la nostalgia.
Quejoso, autocompasivo, sin sentido de pertenencia, incapaz de estar en
paz ni con el pasado ni con el presente, a merced de las pesadillas, los
auto-reproches y las culpas ajenas y propias, sin acabar de asumir sus
responsabilidades.

Conozco muchos casos así. Viven con los pies en Miami y la cabeza en
Cuba. Después de que flexibilizaron las leyes migratorias, apenas
regresan de un viaje y ya están preparándose para el próximo, a fin de
año o cuando vuelvan a tomar las vacaciones. Siempre pendientes de las
necesidades de sus parientes en la Isla, que aunque en muchos casos sean
desconsideradas por lo exageradas, ellos lo intuyen, tratarán de
satisfacerlas para estar a bien con todos y su conciencia, y también
para que nadie "allá" vaya a tener dudas de que han tenido éxito en su
nueva vida.

Y así, en el empeño de ayudar a los suyos y de probar a todos y probarse
a sí mismos que hicieron lo correcto y son exitosos (tan exitosos que se
pueden ir a vacacionar a un hotel de Varadero con sus familiares), no
logran levantar cabeza, se endeudan, no progresan. No acaban de aprender
el "puñetero" inglés ni se resignan a adaptarse a las costumbres de los
yanquis, particularmente a su comida rara y desabrida y ese café aguado
que "sabe a medicina, por no decir a rayos". Viven agobiados por el pago
de los "biles" (bills), con dos y tres trabajos, sin apenas tiempo para
pasear los fines de semana porque hay que acostarse temprano el domingo
para levantarse el lunes para ir a trabajar, sin poder cambiar el carro
de hace diez años ni poderse mudar a una casa que tenga una habitación más.

Y a fin de cuentas, no quedan bien con nadie, ni siquiera con ellos
mismos, porque tendrían que ser millonarios para poder resolver todos
los problemas de sus familiares en Cuba, que no son solo los más
perentorios, sino también la ropa de marca, los quince de la sobrina, el
TV de pantalla plana, el iPod, lo que necesita el sobrino que "va a
hacerse santo", etc.

En cambio, aunque son menos, conozco también a los que temerosos de
convertirse en estatuas de sal, se niegan a mirar hacia atrás. Se han
apretado el cinto, han trabajado duro y han logrado progresar. Ahora,
luego de años de privaciones, viven más relajados. Se han aclimatado
perfectamente al American Way of Life, se han integrado plenamente a la
sociedad que los acogió, que en definitiva, es lo más sabio que puede
hacer un exiliado. Hablan en inglés con fluidez, se han hecho ciudadanos
norteamericanos, votan en las elecciones, prefieren comprar la comida en
Publix antes que en Sedano, no suenan el claxon ni aunque se topen con
un energúmeno cañonero en la expressway, detestan el reguetón y la
programación de los canales hispanos, prefieren los noticieros de CNN o
Fox News a los de Univisión o Mega TV. Y si no tienen familiares
allegados en Cuba, ni se les ocurre la idea de viajar a La Habana. ¿Para
qué? ¿Para sufrir y deprimirse?

Hay quien se ha decidido, ha vuelto a visitar Cuba, y el choque fue tal,
que acabó de convencerse de que el país que recordaba y añoraba ya no
existe: ha sido sustituido por otro peor, que ya no tiene que ver con ellos.

No todos —particularmente quienes tienen en Cuba a sus padres o sus
hijos— pueden acorazarse y vencer al gorrión. Es muy difícil. Sumamente
difícil. Una cura de caballo, como dicen. Dudo que yo fuera capaz. Uno
no puede ir por ahí, cambiando de piel cada cierto tiempo, como el majá.
Por eso, entre otras razones, por muy mal que me vaya aquí, no se me
ocurre irme de Cuba. Estoy seguro de que sería un desastre.

luicino2012@gmail.com

Source: Los cubanos y la Coca Cola del olvido | Cubanet -
https://www.cubanet.org/actualidad-destacados/los-cubanos-y-la-coca-cola-del-olvido/

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