Sunday, February 14, 2016

Trump, Sanders y el fin del excepcionalismo norteamericano

Trump, Sanders y el fin del excepcionalismo norteamericano
CARLOS ALBERTO MONTANER | Miami | 14 Feb 2016 - 10:42 am.

Será como Godzilla contra King Kong. Lo que hace unos meses parecía
imposible, hoy tiene algunas probabilidades de ocurrir: que acaben
enfrentándose Donald Trump y Bernie Sanders en una batalla electoral por
la Casa Blanca.

Pudiera ser. La composición política de Estados Unidos cada día que pasa
se asemeja más a Europa. Donald Trump recuerda a Jean-Marie Le Pen, el
político francés cuasifascista fundador del Frente Nacional, partido del
que luego resultaría expulsado.

Trump no tiene, como Le Pen, una densa biografía política y militar,
sino una larga y fundamentalmente exitosa experiencia como empresario,
pero coinciden en la visión nacionalista, el rechazo a los inmigrantes y
el culto por la intimidación del adversario. Son, como en los boleros,
dos almas gemelas.

Cuentan, además, con las mismas fuentes de admiración. Los partidarios
de Trump y de Le Pen forman parte de cierta clase trabajadora de rompe y
rasga, poco educada, que disfruta del lenguaje directo y sin filtro,
capaz de llamarle pan al pan, y a la vagina o al pene cualquier grosería
que se les ocurra.

Bernie Sanders, por otra parte, no es un déspota comunista que llegaría
al poder para crear una dictadura. Es otra cosa. No es Stalin ni Fidel
Castro. "Que no panda el cúnico", como decía el Chapulín Colorado. Es
una especie de Olof Palme nacido en Brooklyn. Declara ser un socialista.
¿Qué significa esa palabra en su caso?

Es un redistribucionista, un populista que subirá notablemente los
impuestos federales para dedicar los fondos a "obra social", convencido
de que las necesidades de ciertas personas deben ser convertidas en
obligaciones de todas las personas, sin advertir que esa traslación de
la responsabilidad individual suele crispar y confundir al conjunto de
la sociedad.

Es una lástima que Sanders, cuando estudió en la Universidad de Chicago,
no hubiera acudido a las clases de Gary Becker, entonces profesor de esa
institución. Le dieron el Premio Nobel de Economía, entre otras razones,
por describir los daños imprevistos que se derivaban de las buenas
intenciones del welfare.

¿Cuánto aumentaría Sanders los tributos, si consigue (que lo dudo)
vencer la resistencia del Congreso? Combinados con los estatales, más
otras cargas fiscales, como explicó Josh Barro en The New York Times, y
luego matizó Tim Worstall en Forbes, alcanzaría el 73% de los ingresos.
Ese porcentaje desborda la Curva de Laffer y, por lo tanto, recaudará
mucho menos de lo previsto.

Será un fracaso y acabará empobreciéndolos a todos, como sucedió en
Suecia hasta que en 1992-1994 comenzaron a rectificar el Estado de
Bienestar. Algo que describe espléndidamente el economista Mauricio
Rojas —The rise and fall of the Swedish model—, excomunista chileno que
vivió en ese país varias décadas, comprendió que se había equivocado,
tuvo la decencia y el valor de rectificar, y llegó a ser parlamentario
por el Partido Liberal.

En cualquier caso, la presencia de personas como Trump y Sanders en el
panorama político de Estados Unidos liquida totalmente la noción del
excepcionalismo norteamericano, suscrita por tantos pensadores e
ideólogos persuadidos de que el país tiene una responsabilidad moral que
cumplir con la humanidad.

Termina la discutida proposición, un tanto mesiánica, de que Estados
Unidos es una nación única, la primera república moderna, diferente a
las demás, escogida por Dios para servir de modelo y para defender el
republicanismo, la libertad, el individualismo, la igualdad y la
democracia, para derrotar paladinamente a fascistas, nazis y comunistas,
y hoy, para enfrentarse al islamismo asesino del nuevo califato.

Es una lástima. Lincoln al final de su breve Discurso de Gettysburg
afirma que "los americanos tienen la tarea de que el gobierno del
pueblo, por el pueblo y para el pueblo no desaparezca de la Tierra". Es
otra versión del excepcionalismo. A Ronald Reagan le gustaba jugar con
esas ideas y con la metáfora que sigue: el país es "la luz del mundo,
una ciudad asentada sobre un monte que no se puede esconder". Se lo
atribuyen a Jesús en el Sermón de la Montaña.

Nada de eso. Es una nación como todas. Con sus Trump y sus Sanders. Como
todas.

Source: Trump, Sanders y el fin del excepcionalismo norteamericano |
Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/internacional/1455417343_20207.html

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