Thursday, February 11, 2016

Lo que queda del imperio Bacardí

Lo que queda del imperio Bacardí
LOURDES GÓMEZ | Santiago de Cuba | 11 Feb 2016 - 7:58 am.

En el transcurso de su historia, la economía cubana ha tenido su
basamento en la industria azucarera. Este ingreso se mantuvo durante la
mayor parte del proceso revolucionario, a pesar de la cacareada
diversificación económica, augurada por la planificación comunista. El
papel cubano en el CAME fue el de abastecer de azúcar a la comunidad.
Luego, esta industria primordial fue desmantelada por el propio Castro
en uno de sus dislates económicos.

El espejismo de la industrialización llevó a la creación de la fábrica
INPUD en Santa Clara, que llegó a producir electrodomésticos. También se
fundó una artesanal industria automotriz que construyó guaguas Girón y
hasta combinadas cañeras. Sin embargo, las inversiones industriales
hechas durante las cooperaciones con el campo socialista terminaron en
un rotundo fracaso.

El mayor ejemplo fue la textilera Celia Sánchez Manduley, en Santiago de
Cuba, la mayor de América Latina, según los rimbombantes anuncios de
Castro. Su producción sería de 80 millones de metros cuadrados. Hoy en
sus instalaciones coexiste un conglomerado de pequeñas empresas
estatales, pues ningún inversionista quiso hacerse cargo de tan obsoleta
y costosa fábrica.

Casi la misma suerte sufrieron otras inversiones producto de estas
colaboraciones, como fábricas de calzado plástico, el combinado de
hormigón y la de pastas y caramelos, que han tenido que ser
redimensionadas o adaptadas a la producción de otros giros.

En esta debacle, una de las empresas que se mantiene es la
termoeléctrica Antonio Maceo de Santiago de Cuba, conocida como Rente,
fundada en 1962, y que sustituyó a la antigua planta de tecnología
norteamericana, ya insuficiente para cubrir las crecientes demandas de
la ciudad.

Hoy, transcurrido más de medio siglo de políticas económicas erradas, la
"diversificación" industrial de Santiago está basada en las mismas
empresas confiscadas y nacionalizadas en los inicios de la revolución.
La fábrica de ron (en las dependencias de Bacardí); la refinería
Hermanos Díaz (antigua Texaco); la fábrica de cemento José Mercerón,
(anteriormente Titán), la fábrica de cerveza Hatuey y los astilleros del
Oriente.

Otras pequeñas industrias también nacionalizadas siguen en uso, como la
embotelladora de Coca Cola, la imprenta y el aserrío, entre otros. En su
mayoría fueron levantados por el capital nacional, y aunque algunos han
sido trasladados del lugar de origen, se siguen usando las mismas
maquinarias, constantemente reparadas para mantenerlas en uso.

El devenir de una industria familiar.

La producción más famosa de Santiago de Cuba es el ron, y se la debe a
la Compañía Ron Bacardí S.A. Fundada en 1862 por Facundo Bacardí Masó y
continuada por sus descendientes, su proyección internacional,
crecimiento y legado, le ha conferido a la ciudad el eslogan de la
fabricación del mejor ron de Cuba. Esta fue, y continua siendo, la mayor
empresa dentro de los limites citadinos, y era de capital nacional.

La familia Bacardí no se limitó a los negocios, se destacó también por
sus aportes culturales a la ciudad al fundar el primer museo de Cuba, en
1899. Don Emilio Bacardí compró y donó obras originales adquiridas en
sus viajes por el mundo para surtir la institución que hoy lleva su
nombre. Fue Don Emilio un gran patriota, destacado en la lucha contra el
colonialismo español y, por su prestigio, elegido primer alcalde de la
ciudad.

Las dependencias de Ron Bacardí S.A. se encuentran en la calle Peralejo
3 y fueron confiscadas al ser nacionalizada la empresa en 1960. La marca
se mantuvo en poder de la familia, pues desde finales de los años 20 se
habían establecido fuera del país. Las viejas dependencias santiagueras
cuentan con cuatro edificaciones: la principal, para oficinas y
embotellado, la de destilación, las naves de añejamiento y una para
almacenamiento.

Esas instalaciones han sufrido solo los cambios de gerencia en medio
siglo de estatización, pues su perdurabilidad constructiva es muestra
del cuidado que mostraron los propietarios en la cimentación de la compañía.

El nombre de Bacardí todavía perdura en algunos inmuebles: puede verse
de forma borrosa en el pórtico deteriorado de la destilería inaugurada
en 1922 en la carretera de Bacardí, en San Pedrito, y en el frontón del
edificio de la destilería.

Los almacenes de añejamiento, comprados por Don Emilio en 1921, ahora
denominados Don Pancho, mantienen su presencia imponente constituyéndose
en uno de los símbolos de la ciudad. La compañía también era propietaria
de oficinas y almacenes en Aguilera, cerca del puerto, único lugar donde
se conserva su emblemático logo del murciélago. En estas dependencias se
encuentra instalada una fábrica de medias, hoy cerrada.

Como propiedad estatal, la ronera perteneció a una serie de empresas
tales como ECONLIVI y EMBELI, que trataron de imponerle metas de
producción socialistas, sin tener en cuenta las características
especiales de esta fabricación. Pertenece desde 1993 a la corporación
Cuba Ron S.A. y produce los rones Havana Club 15 años, Santiago de Cuba,
Varadero y Caney.

La ausencia de una marca estable ha sido unos de los problemas de la
fábrica revolucionaria, a pesar de que la confiscación le deparó el
mayor bien de la Bacardí: la reserva de 50.000 barriles añejados. La
asunción de todas las marcas del territorio con el triunfo
revolucionario, Matusalem, Paticruzao, Castillo y la creación de otras
por sustitución —Caney por Bacardí y Santiago por Matusalem—, hace que
la producción sea limitada y que el mantenimiento de sus particulares
bouquets constituyera un reto.

Cada administración ha planteado una estrategia: EMBELI (Empresa de
Bebidas y Licores) convirtió las instalaciones en la fábrica ron Caney,
al que consideraban superior al Bacardí, pues usaron los "secretos" de
su fabricación manejados por los maestros roneros que permanecieron en
el país. De hecho crearon en el edificio principal una cantina con su
nombre.

Cuba Ron S.A. priorizó el Havana Club y el Santiago de Cuba, cambiando
el nombre de la cantina y trasladando aguardiente madre hacia sus
instalaciones habaneras, donde se mezcla y embotella para la confección
del Añejo 15 años. El ron Caney casi desapareció del mercado nacional,
en la cantina que llevó su nombre no se comercializa, y su producción
está dirigida básicamente a la exportación.

Con tan complicada producción, la fábrica trabaja por pedidos. Cuba Ron
se limita a reabastecer el mercado, además de beneficiarse de los
almacenamientos y antiguas instalaciones del que es hoy su principal
adversario y competidor. Ninguna de sus marcas ha podido superar al que
todavía se vende como el mejor ron del mundo.

Irónicamente, el ron Bacardí no es conocido por las nuevas generaciones
de santiagueros, aunque en la memoria popular la fábrica se siga
conociendo con este nombre.

La debacle de la cerveza Hatuey

La pujante compañía Bacardí de finales de los años 20 era también
propietaria de una fábrica de hielo, una de envases y una de cerveza,
esta última comprada a la Santiago Brewing Company en 1919 para montar
una destilería. En 1927, los directivos decidieron usar las
instalaciones para la producción de una cerveza nacional, lanzando la
marca Hatuey. La nacionalización asumió la fábrica y la marca.

La Hatuey fue una bebida potenciada para el mercado nacional, de hecho
era la única que se enfriaba con bloques de hielo lista para su consumo.
Su popularidad creció rápidamente llegando a ocupar el 50% del mercado
antes del triunfo revolucionario.

La fábrica se encuentra en el barrio de San Pedrito, en la carretera de
Bacardí. Mucha de la infraestructura heredada se sigue utilizando,
aunque es evidente su mal estado. La ausencia de inversiones la ha
llevado a la desvalorización de esta cerveza en comparación con las
marcas líderes nacionales: Bucanero y Cristal.

La fábrica está a menos del 50% de su capacidad productiva, la necesaria
inversión no llega y "el Gobierno exige producción pero no da nada",
según los trabajadores.

Su mediocridad debido al uso de materia prima de mala calidad, el
deteriorado estado de las instalaciones y la falta de una fábrica de
botellas inciden en que su distribución sea fundamentalmente para el
consumo a granel y dispensado. La disponibilidad comercial de la cerveza
es casi nula, aunque puede comprarse fácilmente en el barrio aledaño de
San Pedrito, robada de la fábrica, a un precio de 25 CUP "la balita".

"La calidad ante todo", lema con el cual la compañía Bacardí elaboraba
sus productos, no existe en la fábrica revolucionaria. Beberse una
Hatuey puede resultar peligroso para la salud. La gran caja de agua en
forma de botella de ron Bacardí que preside la instalación, es un
emblema vacío, y de "la gran cerveza de Cuba" no queda nada.

Source: Lo que queda del imperio Bacardí | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/cuba/1455060971_20110.html

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