Tuesday, August 11, 2015

Por fin, ¿yanquis sí o yanquis no?

Por fin, ¿yanquis sí o yanquis no?
En Cuba existen dos gobiernos. Uno intenta atraer capital extranjero, el
otro celebra las nacionalizaciones de 1960
lunes, agosto 10, 2015 | Miriam Celaya

LA HABANA, Cuba. -La versión digital del periódico más oficial de Cuba
acaba de publicar un artículo que vuelve a machacar sobre el tema de la
nacionalización de empresas y otras propiedades estadounidenses
radicadas en la Isla, que tuvo lugar en 1960.

Pocas semanas antes el propio libelo había hecho referencia al asunto
que, curiosamente, es uno de los puntos de la agenda de negociaciones
que actualmente sostienen los gobiernos de ambos países.

La insistencia sobre el tema no debe resultar fortuita, aunque sí
incoherente si se tiene en consideración que en aquel acto público
acontecido 55 años atrás, frente a la multitud delirante que colmaba el
Estadio del Cerro, Castro I –junto a su hermano menor, el actual
General-Presidente negociador– proclamó micrófono en mano, poseído de sí
mismo y a golpe de populismo, la Ley que expropió de un plumazo casi una
treintena de propiedades del "imperialismo yanqui". Ni más ni menos el
mismo "imperialismo" (¿o acaso será otro?) por cuyo retorno clama ahora
el mismo (y no otro) gobierno cubano de entonces, sin que medie
explicación alguna de tan radical reversión.

De hecho, ahora se le ofrece al 'villano' una bienvenida con
privilegios: si en 1960 las compañías estadounidenses convivían en Cuba
con la mayoritaria propiedad privada de capital nacional, el próximo
regreso del vilipendiado capital "yanqui" contaría con los derechos con
que no cuentan los cubanos, excluidos de la posibilidad de invertir en
su propio país.

Sin embargo, los ancianos del Palacio de la Revolución aseguran que
"hemos triunfado sobre el Imperio" y que somos "más soberanos e
independientes" que nunca. Es decir, que las compañías estadounidenses
ahora son bienvenidas en Cuba, no porque la crisis estructural del
sistema castrista se ha tornado insalvable o porque la absoluta
ineptitud de la saga Castro para siquiera administrar la riqueza de la
que se apropió mediante leyes espurias ha sumido al país en la pobreza,
sino porque finalmente el 'imperialismo' se ha vuelto razonable después
de haber sido simbólicamente vapuleado durante más de medio siglo "por
la capacidad de resistencia y las convicciones revolucionarias" de este
pueblo.

Vengan a nos tus dólares

Nada revela tanto el desgaste del presente cubano como la artificial
glorificación del pasado. Carentes de imaginación y de capital político,
los viejos guerrilleros siguen optando por apelar a una épica que no
interesa a nadie, salvo a la morbosa curiosidad de un mundo globalizado
que mira a la ínsula como si se tratase de un reducto jurásico de la
Guerra Fría, incluyendo especies extintas en otras latitudes, tales como
dictadores ahítos de impunidad y un pueblo manso como cordero.

No obstante, a pesar de los bríos verbales de los gacetilleros del
Granma, el General-Presidente Castro II parece haber olvidado su
improvisada arenga de aquella tarde del 6 de julio de 1960, cuando
aprovechó la momentánea afonía de su hermano mayor para lucir en todo su
esplendor su vocación de tracatán (lacayo) impenitente, e improvisar un
bocadillo de exaltada inspiración mística, alabando las virtudes del
líder en la conquista de "una gloria que solo le cabía a él" y en el que
proclamó además a "la América nuestra" como "la verdadera".

Fue en aquel acto donde surgió la afamada consigna "Cuba sí, yanquis
no", que apenas hasta ayer estuvieron rebuznando los más empedernidos
ventrílocuos del rebaño vernáculo.

Ahora que está claro que el fogoso líder de antaño no era tan eterno, y
cuando el octogenario heredero de la hacienda en ruinas contempla los
marabuzales que cubren los campos de lo que otrora fuera un vergel,
parece que, más allá de los discursos oficiales concebidos para
complacer a idiotas, la América "verdadera" ya no es "la nuestra", sino
la que se yergue al norte del Río Grande.

Todo indica que también dejó de ser "deber de los pueblos de América
Latina propender a la recuperación de sus riquezas nacionales,
sustrayéndolas del dominio de los monopolios de intereses foráneos que
impiden su progreso, promueven la injerencia política y menoscaban la
soberanía de los pueblos". Resulta que corren nuevos tiempos donde el
capital foráneo ha mutado de oneroso a ventajoso para los pueblos,
incluso para esta antimperialista ínsula-faro-de-América-toda, donde los
mismos viejos líderes, políticamente inmutables, se mantienen adheridos
al poder fagocitando de la Nación, como si de lampreas se tratase.

Periodismo de culebrones

Es por todo esto que la prensa oficial se torna cada vez más
inverosímil, al punto de remedar la trama de una telenovela
latinoamericana, de esas donde los personajes "buenos" se la pasan
sufriendo ridículamente desde el primero hasta el penúltimo capítulo
para acabar felices y perdonando a "los malos" en el capítulo final.

La trama de este culebrón-gacetillero que nos ofrece Granma, donde
alguna vez existió un líder iluminado seguido por su pueblo y donde las
multitudes aclamaban neciamente el despojo ajeno sin comprender que tal
es la mejor manera de legitimar el propio, pretende insertar ese pasado
vergonzoso en el marco de la reconciliación entre la amante despechada
(Cuba) y el casquivano galán que vuelve por la reconquista, siempre
convencido de su poder de seducción (Estados Unidos).

Pero, a la vez, a la amante-víctima de tantos desmanes y crueldades del
amante infiel le urge demostrar ante el auditorio nativo cómo al caer
nuevamente (¿en los brazos?) del irresistible hechicero no incurre en un
pecado de debilidad, o más exactamente de imperiosa necesidad para su
supervivencia, sino que –al contrario– se trata de una prueba
incuestionable de su ("nuestra") superioridad política y moral.

En cualquier caso, el lance resulta cuando menos contraproducente. Es
tan absurdo pretender atraer el capital extranjero, por una parte, y
agitar la memoria de las nacionalizaciones que atentan contra ese
capital, por otra, que diríase que en Cuba existen dos gobiernos y dos
estrategias paralelas. Y si quedara algún revolucionario sobreviviente
se le estará creando una lamentable confusión.

Los actuales comisarios verde olivo de la manipulación de masas deberían
considerar no solo lo equívoco del discurso, sino –ya en el plano de
sainete que han elegido– entender que muchos consumidores de telenovelas
prefieren los personajes negativos a los héroes y heroínas. Asumen,
juiciosamente, que es preferible gozar la mayor parte del tiempo y
sufrir una sola vez, que a la inversa. No por casualidad lo único que en
Cuba crece a pasos tan agigantados como la apatía o la incertidumbre, es
el número de emigrantes que huyen de la gloriosa miseria nacional para
acogerse a la maldad del imperialismo. Han elegido al villano.

Mientras, al interior de la Isla y sin necesidad de arengas desde las
tribunas, la consigna xenófoba de los años del romance popular con el
héroe verde olivo (Cuba sí, yanquis no) ha cambiado radicalmente. Hoy la
Isla está inundada de banderas estadounidenses y de los símbolos más
vilipendiados del american way of life; la consigna es ahora "Cuba sí y
yanquis también". Y si para algo sirve el pasado de glorias guerrileras
a los cubanos es para lamentar la pérdida irreparable de estos 56 años
de sufrimiento transcurridos entre capitalismo y capitalismo.

Source: Por fin, ¿yanquis sí o yanquis no? | Cubanet -
https://www.cubanet.org/destacados/por-fin-yanquis-si-o-yanquis-no/

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