Saturday, August 22, 2015

Batanga con nieve

Batanga con nieve
RAÚL RIVERO | Madrid | 22 Ago 2015 - 9:44 am.

Bebo Valdés aprendió a tocar en un piano escorado y sin afinación
posible que le costó dos pesos a su familia.

El negro alto que tocaba el piano había creado un ritmo popular del
Caribe llamado batanga. Y, además, el mambo, el chachachá, el son, las
tonadas campesinas y el jazz afrolatino tenían la resonancia auténtica
de su música.

Los comensales o bebedores suecos que lo escucharon durante 30 años en
los bares y restaurantes no sabían nada de eso. Él mismo lo tenía
olvidado con el tiempo, la distancia, el amor y el invierno. Bebo Valdés
lo que quería, al final de sus noches, era dar la última nota y salir a
romper la nieve para llegar a su casa de Estocolmo donde vivía, pobre
pero libre, con su mujer Rose Marie Pehrson y sus dos hijos.

Así, en ese universo plano y anónimo pasó una buena parte de su exilio
el pianista, compositor, arreglista y director de orquesta Dionisio
Emilio Ramón Valdés Amaro, Bebo, nacido en 1918 en Quivicán, al sur de
La Habana, que se fue de Cuba para México a principios de los 60, pasó
por Estados Unidos y España y se enamoró, se casó y se quedó en Suecia.

Valdés aprendió a tocar piano de niño en su pueblo natal en un artefacto
escorado y sin afinación posible que le costó dos pesos a su familia.
Enseguida, muy joven, trabajó en conjuntos locales y más tarde, ya en la
pecadora y musical Habana de los 40, organizó su orquesta Sabor a Cuba
con la que amenizó durante nueve años —1948-1957— las sesiones de baile
del cabaret Tropicana.

Como compositor fundó en esa época la batanga, una cadencia en la que
predomina los tambores batá; escribió algunos de los primeros mambos, un
género que después popularizó en México Dámaso Pérez Prado, y colaboró
como arreglista y acompañante de los intérpretes y creadores más
importantes de ese país.

Por ese tiempo, y junto a reconocidos jazzistas norteamericanos,
participó en descargas musicales, las míticas jam sessions, y grabó
discos que enriquecieron el jazz latino. Cuando llegó a México para no
volver era conocido y popular en Cuba. Su decisión hizo que la
burocracia socialista lo borrara de la vida cultural oficial.

En Madrid, en 1962, Valdés comenzó a trabajar en la orquesta Lecuona
Cuban Boys y unos meses después el grupo firmó un contrato para actuar
en la capital sueca. Tocaban en un bar que estaba de moda entre la
juventud de ese país y allí, en el verano de 1963, el hombre de paso
conoció a Rose Marie.

Así explicó después el motivo que lo llevó a elegir ese territorio para
vivir: "Había una razón grande para quedarme en Suecia. Tenía cinco
hijos en Cuba, todos reconocidos por mí, pero nunca me había casado. Ya
iba a cumplir 45 años, me estaba poniendo bastante maduro. Era un poco
mujeriego. Entonces cogí a una mujer joven para no tener problemas.
Siempre le fui fiel. Si no, no me hubiera casado. Era una mujer muy
joven y bellísima".

Bebo Valdés asumió con humildad y resignación su trabajo como animador
de barras y manteles a lo largo de tres décadas instalado en su
apartamento capitalino de Brandbergen. El músico recuerda sus años como
empleado de una cadena de hoteles y de una compañía de ballet. "Lo más
importante era la familia", dijo, "tocaba de todo: clásico, ópera,
cubano. Todo lo que quería escuchar el público".

A pesar de ser un guajiro del campo habanero que se hizo famoso de la
noche a la mañana y se relacionaba con artistas de relieve internacional
desde muy joven, el pianista se adaptó muy bien a la vida anodina,
modesta y sin recursos en la que le llegó a faltar un plato de comida.
Asumió con entereza lo que debía ser para alguien de Quivicán vivir en
el congelador de un frigorífico y asimiló las temperaturas de su nuevo
país. Olvidó los calores húmedos y el sol del mediodía de Cuba. "La vida
tiene cosas raras", dijo con misterio un día que le comentaron que lo
habían visto feliz y agradecido después de una actuación en el Círculo
Polar, en una escena de un documental.

El saxofonista Paquito D'Rivera y el cineasta Fernando Trueba lo sacaron
de esas sombras nevadas hacia 1994. Bebo Valdés reencontró su leyenda, y
su obra el sitio que le habían escatimado sus enemigos políticos, los
envidiosos y, de alguna manera, sus lealtades personales. Tenía 76 años
y con su compatriota hizo el disco Bebo rides again, apareció en el
documental Calle 54 de Trueba y grabó Lágrimas negras con el cantaor
Diego El Cigala, una antología de temas latinoamericanos que le dio el
premio Grammy de 2002.

Tres años después, en la cumbre negada por la nieve, el artista, con el
pretexto de hacerle un regalo a su mujer que amaba España, compró una
casa y se mudó a Benalmádena, en Málaga, donde podía viajar con la
memoria a La Habana con solo asomarse por la ventana, salir al patio o
tomarse un café en el bar de la esquina. No extrañaba el frío sueco,
solía decirle a los amigos, aunque tenía cierta nostalgia y se acordaba
mucho de sus hijos y de sus nietas, que eran altas y bellas como su
abuela Rose Marie.

En su retiro andaluz se enfermó de gravedad y, en marzo de 2013, lo
llevaron a Suecia. Allí murió, en Estocolmo, bajo la nieve, donde
encontró el amor y la libertad.

Source: Batanga con nieve | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/cultura/1440183048_16465.html

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