Tuesday, August 18, 2015

Adónde va Cuba?

¿Adónde va Cuba?
Pedro Miguel

ras el inicio de la normalización de relaciones entre Estados Unidos y
Cuba, muchos se imaginan que el futuro inmediato de la isla es una
privatización en masa de fábricas, servicios, escuelas y hospitales y
panoramas urbanos repletos de McDonalds, mafiosos, anuncios luminosos,
vehículos de lujo y mendigos. Piensan que la reapertura de la embajada
estadunidense en La Habana es el preludio de la instauración de una
tiranía del mercado y que la isla se dirige a repetir lo que ocurrió en
Rusia, China, Vietnam o Polonia: la claudicación –esta vez honorable– al
propósito de construir una economía y una institucionalidad al servicio
de la sociedad y no de los capitales.

Tal perspectiva está construida sobre un razonamiento falso: que el
acuerdo para el deshielo entre ambos países incluye la vuelta sin más de
Cuba a la economía regida por el mercado, a la democracia representativa
al estilo occidental y un acatamiento de las fórmulas neoliberales del
llamado consenso de Washington. Pero no: ni la Casa Blanca pudo imponer
tales condiciones para el restablecimiento de relaciones ni el gobierno
cubano pretendió exigir a cambio de la reapertura de embajadas que la
administración de Obama expropiara la banca privada. El proceso de
normalización es lo que es: una negociación complicada y barroca para
superar la animadversión de más de cinco décadas entre ambos países.

Ciertamente, la hostilidad histórica de Estados Unidos hacia el régimen
cubano y sus expresiones prácticas (desde los intentos de invasión y los
atentados terroristas auspiciados por Washington hasta el férreo embargo
económico) han modelado en buena medida la vida interna de la isla y en
ésta habrá de reflejarse cualquier variación significativa de la
política anticubana de los estamentos del poder estadunidense. Pero la
transformación en la que está empeñada la nación caribeña viene de mucho
antes de que Obama decidiera imprimir un giro en la actitud de la Casa
Blanca hacia Cuba y avanza por sus propios ejes.

El punto principal de esa transición es que la economía planificada se
ha mostrado, al menos en la circunstancia actual del mundo, inviable. La
idea de suprimir el mercado por decreto y de que el Estado sería capaz
de operar por sí mismo la producción y la distribución de las mercancías
y de establecer patrones para su consumo se reveló como una quimera
desastrosa desde hace 25 años, con el derrumbe del bloque del este. Cuba
no sólo se quedó sin aliados políticos y estratégicos y sin sus más
importantes socios industriales y comerciales, sino también sin
paradigma económico para sustentar su proyecto político y social. Desde
entonces La Habana ha estado empeñada en la búsqueda de una
reformulación que permita preservar los legados más importantes de la
revolución, que son la soberanía, las conquistas sociales y la
consolidación entre la población de una ética colectiva que se mantiene
en pie y que es mucho más sólida que los procesos de lumpenización
heredados del periodo especial, que la corrupción en algunos ámbitos de
la administración pública y que el florecimiento del individualismo en
ciertos sectores dedicados a negocios de oportunidad. El producto de más
de seis décadas de educación socialista no va a derrumbarse porque una
bandera estadunidense haya sido izada en un edificio de La Habana.
Un contraejemplo de la perdurabilidad de tal legado es el hondo daño
moral causado en México por los gobiernos neoliberales (de Salinas a
Peña Nieto), los cuales, en 30 años de predicar y practicar el
pragmatismo extremo, el egoísmo y el desprecio por el bienestar
colectivo, han conseguido el acanallamiento de muchos estamentos
sociales que son, a estas alturas, una suerte de base social para la
persistencia de la corrupción y el saqueo sistematizado de los bienes
nacionales. Las dificultades para remontar aquí esa impronta ideológica
–a pesar de los gigantescos agravios causados a la sociedad por el
ejercicio gubernamental orientado por ella– dan una idea de lo arduo que
sería la demolición, en Cuba, de los valores colectivos y solidarios que
constituyen el impedimento insalvable para cualquier intento de
implantación de un neoliberalismo salvaje e incluso de una restauración
capitalista a secas.

La normalización de los vínculos bilaterales está en marcha y aún le
queda por delante un tramo muy largo. Es razonable suponer que incidirá
en un alivio paulatino a las penurias que la isla padece desde siempre
por culpa del bloqueo estadunidense, pero no hay razón para suponer que
genere bruscos cambios internos. La dirección y el ritmo de la evolución
institucional y económica del país está en manos de los cubanos, y eso
hasta el propio John Kerry lo reconoce.

facepopular.net/navegaciones-pedro-miguel

Twitter: @Navegaciones

Source: La Jornada: ¿Adónde va Cuba? -
http://www.jornada.unam.mx/2015/08/18/opinion/022a1mun

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