Saturday, June 20, 2015

La Manipulación de la Confianza

La Manipulación de la Confianza
Pedro Corzo
junio 18, 2015

No es frecuente que líderes y gobernantes sean reconocidos popularmente
por su primer nombre ya que esto significa, de cierta manera, una
identificación muy especial entre el líder y la masa que tiende a
facilitar la conducción, y hasta manipulación, por parte del primero,
del pueblo que dirige.

Los líderes que logran este tipo de relación personal, de la que a veces
no pueden sustraerse ni sus propios enemigos, son casos raros en la
historia pero es fácil apreciar que ese trato íntimo y de cierta forma
personalizado de quien es en realidad un extraño, ejerce una influencia
y control sobre el hombre común del cual le es muy difícil sustraerse.

Los pueblos siempre se han inclinado a tratar a sus dioses y héroes de
"tú" porque tal vez esta sea una forma de endulzar los miedos ante
jueces poderosos y ganar indulgencia a través del tuteo que solo
confiere la confianza.

Los dioses y héroes mitológicos, a pesar de ser implacables, fueron los
primeros en estimular la intimidad y el compadreo con sus súbditos,
porque al parecer fueron también los pioneros en poner en práctica el
criterio de que la mejor manera de mantener el control sobre el pueblo
está en una dosis apropiada de garrote y zanahoria y en hacerle creer al
individuo y su multiplicación (la masa), de que ellos solo actuaban por
la voluntad de quienes les adoraban.

Con el monoteísmo no se extinguió la relativa intimidad entre Dios y el
Hombre y a pesar del respeto y temor que inspiraba tan grandes poderes
el "tú" mantuvo su vigencia en la relación del individuo con lo divino

Más tarde los sacerdotes, sin importar signo, estimularon una práctica
similar en la feligresía. Mientras mayor es el rango, es más común que
se hagan llamar por el primer nombre y hasta en algunos casos asumen
nuevos apelativos, perdiendo toda importancia el apellido.

La realeza, en particular los monarcas, como una forma de intimar el
control a través de la familiaridad y sublimar así la autoridad sobre
sus súbditos y, quizás también, en un intento de ser tan omnipresente
como los Dioses ya que supuestamente su poder devenía de éstos,
estimularon el mismo trato dejando para la plebe y su corte el uso de
los apellidos para que éstos les ennobleciera en alguna medida.

Si el absolutismo divino o monárquico, auspició y estimuló la
propagación de tal forma de identificación, los totalitarismos
ideológicos la promovieron aún más, enriqueciéndola con tesis
igualitaristas y estableciendo la creencia de que todos participaban en
las decisiones y que cualquiera, solo por medio de la fe, la disciplina
y el sacrificio personal, podía acceder al liderazgo principal.

Paradójicamente los totalitarismos ideológicos tienden a parecerse a las
estructuras eclesiales a pesar de su afán por destruirlas. En muchas
ocasiones asumen sus métodos para construir el nuevo orden creando entre
otras condiciones un sistema de beatificación en el que el nombre del
máximo líder se vulgariza hasta el tuteo.

En las sociedades abiertas la presencia de líderes carismáticos es menos
factible y su autoridad, por grande que sea la popularidad de que
disfrutan, tiende a ser más reducida. Las condiciones de un estado de
derecho impiden que el dirigente pueda asumir un control pleno de la
sociedad y en consecuencia del individuo.

En una comunidad libre el ciudadano tiene acceso a informaciones sobre
los errores y deficiencia de sus regentes, por lo que aún en sus
momentos más estelares, este puede ser retado y sustituido.

Paradójicamente los regímenes totalitarios estructurados no son
proclives a crear líderes carismáticos. Cuando acceden al poder y asumen
el control de todos los mecanismos del estado, su sustentación está
fundamentada en una burocracia Partido-Estado en el que la mediocridad
generalizada es un factor clave para no alterar el equilibrio del conjunto.

No obstante han sido líderes de un gran carisma los que al hacer
simbiosis con el "proyecto" que personalizan han podido imponer el tipo
de sociedad que propugnan. Ejemplos históricos son Lenin, Mao, Tito,
Hitler, Mussolini, Peron y Fidel entre otros.

En una sociedad totalitaria es una aberración compartir el mando, de ahí
parten las confrontaciones entre el poder político y cualquier otra
manifestación de autoridad que tienda a menoscabar sus prerrogativas.
Los dogmatismo políticos son prácticamente gemelos univitelinos de los
fundamentalismos religiosos y no admiten que sus súbditos rindan
obediencia y/o sumisión a otras jerarquías

La ruptura de la dependencia del individuo del "Mesias", solo es posible
cuando el ciudadano toma conciencia de sus propios derechos y
privilegios y desecha el "tú" paternalista, político o fundamentalista,
y regresa al UD., por medio del cual demuestra que exige respeto a su
dignidad y soberanía personal.

Source: La Manipulación de la Confianza -
http://www.martinoticias.com/content/la-manipulacion-de-la-confianza/96923.html

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