Monday, June 22, 2015

El intelectual, ese rumiante del zoo castrista

El intelectual, ese rumiante del zoo castrista
JOSÉ GABRIEL BARRENECHEA, Santa Clara | 22/06/2015

¿Por qué nuestros intelectuales no actúan como muchos observadores
externos esperan? ¿Por qué no intentan intervenir en el debate sobre el
futuro del país ahora que el cada vez más abierto acceso a Internet, sea
de modo directo o gracias al creciente intercambio de memorias USB, ha
comenzado a hacer mover con mayor facilidad las ideas? ¿Por qué no se
mueven, no se revuelven, ahora que en Cuba los días del reinado de
Castro II se aproximan a terminar y todo se vuelve tan blando, tan
maleable que inspira poderosamente a ponerse a la obra?

En parte por un problema de legitimidad. Cuando en el pasado congreso de
la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), Miguel Díaz-Canel
insistió en que a quien correspondía jerarquizar las obras y los
talentos es al Estado, a través de sus instituciones culturales, no
hablaba de algo menor y secundario, sino de un aspecto esencial de su
política gracias al cual el régimen garantiza su estabilidad y
permanencia ad aeternum.

Desde más o menos 1976 se ha venido articulando en Cuba un pacto entre
el poder castrista y la intelectualidad cubana. Un pacto tácito, que en
gran medida se ha construido a sí mismo sobre la marcha, y por sobre
todo, de manera no completamente premeditada (lo contrario sería aceptar
una inteligencia superior en la cabeza de los jerarcas del régimen, o de
algunos intelectuales, cuando en ninguna de ellas parece haber habido
tan raro don). En él el Estado castrista garantizó el monopolio de un
espacio a esa intelectualidad, siempre y cuando esta no lo atacara, y
además, siempre y cuando estuviera presta a cumplir con cualquier misión
que este le asignara hacia el interior o hacia el exterior del país.

Ese espacio que se garantizó a la intelectualidad ya reconocida, a la
que en los primeros 16 años de revolución tantos palos le había dado el
régimen que había terminado por "aprender", implicaba algo más. Alguien
debía definir quién podía legítimamente disfrutar de ese espacio entre
los nuevos que llegaran a continuación: o sea, quién era un intelectual
y quién no en la Cuba de Fidel Castro.

Aunque el mecanismo se ha sofisticado con el correr de los años, en
esencia es el Estado castrista quien aún legitima al intelectual cubano.
O por lo menos quien legitimó a esa generación que hoy día está ya
hecha, y que le viene a la mente a los no informados (o más bien a los
informados por el régimen) cuando hablamos de intelectualidad cubana.

Algunos están plenamente conscientes de que ellos solo son intelectuales
en ese pequeño cercado en que les ha permitido pastar el castrismo. No
obstante los demás, la mayoría, aunque no lo comprenden de modo distinto
se aterran ante esta pregunta: ¿Qué sucederá cuando otros, que no tienen
pactos con el régimen, pretendan levantar sus tiendas en esos pequeños
paraísos? Téngase en cuenta que esa pretendida intelectualidad
únicamente sirve para ser exhibida, que no podría nunca justificarse por
sus ventas, y mucho menos vivir de ellas. Una editorial como Capiro, por
ejemplo, aun cuando casi todo lo que publica es narrativa o poesía,
cuando cuenta por demás con un extendido sistema de promoción que emplea
a docena y media de personas, no consigue vender ni el 25 % de unas
tiradas de no más de 500 ejemplares.

Lobotomizada, la intelectualidad pactista sabe que lo mejor para ella es
que personajes como Díaz-Canel sean los encargados de "establecer las
jerarquías artísticas y literarias". ¿Qué hacer cuando ser intelectual
implique serlo de verdad? Muchos tiemblan solo de mencionárseles esa
posibilidad, y en consecuencia también ante la posible desaparición del
castrismo.

No esperemos mucho de ella. ¿Y es que merece en definitiva el nombre de
intelectualidad? En todo caso no ha sido más que el útil pero equívoco
calificativo de otra "conquista de la revolución", tras la cual
pretenden justificar románticamente su eternización en el poder los Castro.

La vida espiritual de la Patria, señores, está en otra parte, nunca
entre los barrotes de un zoológico. Pero entonces, ¿por qué nos
empeñamos en mantenernos expectantes en los gestos de estas pobres
atracciones de feria? Vastos son los campos de Cuba...

Source: El intelectual, ese rumiante del zoo castrista -
http://www.14ymedio.com/blogs/el_hidalgo_rural/intelectual-rumiante-zoo-castrista_7_1802289754.html

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