Friday, May 15, 2015

Normalización sin condiciones? ¿Dónde se ha visto eso?

¿Normalización sin condiciones? ¿Dónde se ha visto eso?
A contrapelo de lo que piensan Karl Marx y Barack Obama, los cambios
políticos son la clave de los cambios económicos
jueves, mayo 14, 2015 | Alexis Jardines Chacón

MIAMI, Florida -Hay una verdad irrefutable ante la cual muchos parecen
cerrar los ojos: no es el embargo. Las razones tanto del estancamiento
económico de Cuba como de la mutilación de las libertades fundamentales
obedecen al sistema político (unipartidista) y a su vetusta ideología
(nacionalista revolucionaria). A contrapelo de lo que piensan Karl Marx
y Barack Obama, los cambios políticos son la clave de los cambios
económicos. Y no lo digo como cubano, lo digo como filósofo.

La intención del gobierno de la Isla seguirá siendo controlar la
economía, ponerle trabas al sector privado de manera que no florezca,
entre el pueblo, una clase media. Sin embargo, como ningún país puede
salir adelante sin una clase media estructurada, la dinámica de la
acumulación ─ monitoreada según criterios ideológicos─ hará que esa
clase emerja de la propia nomenklatura (partidista). La situación del
pueblo cubano mejoraría a mediano plazo con la asistencia norteamericana
solo hasta donde las estructuras unipartidistas (o, eventualmente,
bipartidistas leales) lo permitan. Más allá de ello, si no hacemos lo
que tenemos que hacer hoy, nos espera medio siglo más de postcomunismo.

Hay que tener presente ─no importa cuales puedan ser las iniciativas de
Obama al respecto─ que los norteamericanos negociarán con el gobierno
cubano, sus instituciones y su montón de entidades comerciales con
fachadas civiles, no con el sector privado tradicional
(cuentapropistas). Este último, al igual que sucedió en el resto de los
países ex comunistas de la Europa del Este, continuará marginado,
mientras emergerá un nuevo y poderoso sector privado de las filas de los
cuadros del Partido.

De igual modo, la oposición política (leal) brotará del seno de la
institucionalidad revolucionaria y del propio Partido. Esta peligrosa
transmutación en una estructura bicéfala perpetuará a las mismas elites
y al mismo principio exclusionista del castrismo: "Dentro de la
Revolución, todo; contra la Revolución, nada". Por lo tanto, el
verdadero embargo ─el interno─ permanecerá y el cubano de a pie
continuará siendo excluido de las esferas pública, política y
empresarial. La no preservación del anterior mandamiento significaría,
para los castristas, destruir lo que queda de Revolución.

En vano se ilusionan algunos con unas negociaciones que dejarán los
dividendos en las mismas manos que detentan hoy el poder en Cuba. Barack
Obama debería saber que Raúl está fabricando ya ese sector privado al
que él pretende empoderar. Y debe saber también que los cubanos no
queremos 50 años más de castrismo, no importa si actualizado, yumatizado
(norteamericanizado) o, incluso, democratizado. Cualquier sistema de
matriz castro-marxista carece de atractivo para una población diezmada y
una juventud escéptica. Cuando se hace énfasis en el cambio demográfico
que provocó el languidecimiento del exilio se olvida que dentro de Cuba
sucedió lo mismo con respecto a la Revolución: solo los revolucionarios
históricos y algún que otro retoño domesticado la apoya y parece un gran
contrasentido cantarle loas al castrismo desde Miami cuando el pueblo
cubano lo rechaza. Entonces ¿de qué parte debemos estar?

El presidente Obama se aferra a la ilusión de que los cambios económicos
resultantes de normalización redundarán en cambios políticos. Pero no se
pregunta por la naturaleza de esos cambios. De ahí que cometa el
elemental error de negociar sin condiciones. El gobierno cubano ha
ganado mucho desde el 17 de Diciembre y continúa haciéndolo: hasta la
súper espía Ana Belén Montes será puesta en libertad. Los castristas se
frotan las manos en espera de que las inversiones norteamericanas le
llenen los bolsillos. ¿Y la gente? ¿Qué gana con todo esto el cubano de
a pie?

Obviamente, dado que el proceso de normalización de las relaciones entre
Cuba y los Estados Unidos es un hecho y ha recibido el apoyo de varias
democracias occidentales, oponérsele sería una insensatez. En mi
opinión, la iniciativa pudiera tener un gran potencial, pero ello
dependerá de quien gane el pulso entre Obama y Castro. En buena medida,
la nueva distribución de fuerzas ha quedado establecida por un escenario
normalizador en el que la gente se define según apoyen una negociación
incondicional con el régimen cubano o una normalización de las
relaciones que ponga sus miras en los intereses del pueblo cubano y no
en satisfacer los caprichos de la dictadura de Partido único, es decir,
una negociación con condiciones tal y como indica el sano sentido común.

El problema, pues, no es la normalización en sí sino la
incondicionalidad de la negociación. En realidad, ¿cómo aceptar que los
cubanos ─según la encuesta de Bendixen & Amandi─ estén mayoritariamente
en contra de su presidente y del sistema político unipartidista mientras
apoyan, también mayoritariamente, la normalización de las relaciones de
los Estados Unidos con ese gobierno y ese sistema que al propio tiempo
rechazan? Dos encuestas anteriores realizadas dentro de la Isla por
activistas de la sociedad civil independiente arrojan, aproximadamente,
un 70% en contra del unipartidismo y en favor de la pluralidad política.
Consecuentemente, normalizar las relaciones sin exigir, al menos, el
desmantelamiento del sistema político unipartidista y su ideología de
Estado es hacer de la actual administración norteamericana el mayor e
incondicional patrocinador de la dictadura cubana desde 1959, por
encima, incluso, de la para ella entrañable Unión Soviética. Y no lo
digo como filósofo, lo digo como cubano.

Source: ¿Normalización sin condiciones? ¿Dónde se ha visto eso? |
Cubanet -
http://www.cubanet.org/opiniones/normalizacion-sin-condiciones-donde-se-ha-visto-eso/

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