Friday, May 22, 2015

El club de los cinéfilos muertos

El club de los cinéfilos muertos
mayo 20, 2015 10:20 am·0 comentarios

Cuba actualidad, Párraga, La Habana, (PD) Basta una caminata dominical
por cualquiera de lo que queda de nuestras calzadas capitalinas y
quedaremos estupefactos ante tanta indolencia.
Entre tanto descalabro, nos referiremos al dantesco espectáculo de los
restos de las salas cinematográficas que aún quedan en pie en la capital
cubana.

No hablamos de la cadena de cines de estreno, de las sedes del Festival
del Nuevo Cine Latinoamericano, o en los que se celebró recientemente la
Muestra de Cine Francés, sino a esos cines de barrio de antaño, que
hicieron las delicias y forjaron la imaginación de nuestros padres y
abuelos, que penosamente ya no logran si quiera asociar con los bellos
recuerdos de su infancia, estos sitios que desde hace mucho se
encuentran semiderruidos y abandonados, que han devenido en basurales,
baños públicos y muladares.

Toda esta situación posee un origen ciertamente oscuro que se remonta a
los primeros años de la Revolución y el proceso de vergonzosas y
arbitrarias expropiaciones que se aplicó supuestamente en pos del
bienestar de la población.

En 1959, a partir de la Ley No.169, se creó el Instituto Cubano del Arte
e Industria Cinematográficos (ICAIC). Su primer presidente fue Alfredo
Guevara, quien tuvo a su cargo la elaboración y desarrollo del diseño
cultural, organizativo y técnico de la nueva cinematografía cubana,
instituyendo nuevas perspectivas estéticas, conceptuales, estructurales
y económicas que traerían como consecuencia un rompimiento con la
anterior manera de hacer cine, imponiéndose de esta forma una identidad
propia, pero totalmente comprometida con los intereses del régimen
revolucionario.

No sería justo dejar de reconocer que durante las primeras décadas de la
Revolución el cine vivió un momento de desarrollo sin precedentes.
Proyectos amparados por la Cinemateca de Cuba hicieron que el cine
llegase a lugares insospechados mediante la estrategia del cine móvil,
cubriendo las zonas rurales y montañosas más apartadas, y dando lugar a
la génesis de un espectador analítico, más crítico y exigente en cuanto
a la factura de las propuestas audiovisuales.

Según las estadísticas, la década de los 70 registró la mayor asistencia
a las salas cinematográficas, valores que luego fueron decreciendo hasta
llegar a los convulsos años 90, aunque en esa década los bajos índices
de asistencia a los cines fue un fenómeno a nivel mundial generado a
partir de la generalización del uso de los reproductores caseros de video.

En Cuba se optó por implementar una serie de medidas que finalmente no
lograron estimular la asistencia de los espectadores a las salas de
proyección cinematográficas.

El Estado cubano, consciente del poder movilizador de masas que posee el
cine, creó diferentes instituciones como la Sección de Cine, Radio y
Televisión de la UNEAC en 1977, la Escuela Internacional de Cine y
Televisión de San Antonio de Los Baños en 1987, que por demás
garantizaría la influencia cubana en Latinoamérica, y en 1989 la
Facultad de Radio, Cine y Televisión del ISA.

En 1979 se realizó en La Habana el primer Festival del Nuevo Cine
Latinoamericano, una herramienta más de la maquinaria mediática
gubernamental

Con la llegada del llamado Periodo Especial se acrecentó el proceso de
decadencia de los cines, que ya venía presentándose en su mantenimiento
y conservación. Hubo un recorte mayor en los presupuestos, restricciones
en la frecuencia de las funciones y el tan lamentable cierre masivo de
muchos cines, muchos de los cuales se convirtieron en viviendas
multifamiliares (solares o casas de vecindad), parqueos estatales,
almacenes, o simplemente fueron abandonados, relegados al olvido, y hoy
no hay posibilidades de recuperarlos debido al avanzado estado de
deterioro en que se encuentran.

La revolución cinematográfica no fue ni mucho menos pareja o beneficiosa
para todos los casos, mucho menos para las salas cinematográficas de los
términos municipales de las provincias del interior del país.

Con la ley 169 se cubrió lo tocante a la distribución cinematográfica,
instituyéndose la censura y el mensaje subliminar procomunista, pero no
se ocuparon de la parte material, el espacio físico vital donde se
disfruta de la producción audiovisual. Aunque parezca increíble, la
reparación y mantenimiento de los cines quedó en tierra de nadie. Como
sucede a menudo con todo lo que se colectiviza, cuando el dueño somos
todos, desaparece ese elemental sentido de pertenencia, y entonces a
nadie parece importarle nada.

Hoy el Séptimo Arte en Cuba sirve como herramienta gubernamental. Las
producciones cinematográficas, ya sean totalmente de factura nacional o
coproducidas mano a mano con casas productoras foráneas, constituyen
meras fachadas para aparentar un clima de aperturismo y tolerancia que
para nada responde a la realidad que vive el cubano medio. Cuando más,
tocan superficialmente temas cotidianos, como la homosexualidad, la
convivencia intrafamiliar, la emigración o la marginalidad, pero siempre
desde una perspectiva que pretende ser humorística, pero que para
muchos, sobre todo a esos que les toca muy de cerca, constituye la más
cruel de las burlas.

Así, se ha cambiado por completo la faz de un pueblo, a golpes de
consigna se acabó con todo el encanto, con todo cuanto evocara al
desarrollo del individuo por encima de las masas. Se hizo uso de un
supuesto nuevo y mejor discurso estético para romper con el pasado en
virtud de sinrazones que obedecían a tozudas voluntades, a burdas
sensibilidades que de a poco solo consiguieron desarticular nuestra
identidad. Sucedió con la familia, con la religión, las vocaciones, los
distintos gremios profesionales. Qué esperar entonces de cualquier otra
tradición que estuviese al margen de aquel concepto insuperable del
hombre nuevo.

Para Cuba actualidad: mapard2012@gmail.com

Source: El club de los cinéfilos muertos | Primavera Digital -
http://primaveradigital.net/el-club-de-los-cinefilos-muertos/

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