Sunday, April 12, 2015

Los que nos dejan

Los que nos dejan
[10-04-2015 15:24:33]
Alejandro Tur Valladares
Jagua Press

(www.miscelaneasdecuba.net).- Ver un amigo marchar es una experiencia
que suele resultar desgarradora, máxime si se tiene en cuenta que las
probabilidades de un pronto reencuentro parecen habitar en el mundo del
"Nunca Jamás".
Una sensación, mezcla de vacio e ingenuidad, te recorre el cuerpo en la
mañana cuando al despertar confirmas que ya se ha ido. Su presencia
objetiva, tangible, se desvaneció sin que te percataras de que se trocó
en volátil pensamiento, al que en forma de recuerdo te aferras, como el
naufrago al madero del navío deshecho en la tormenta.

El abandono es sinónimo de muerte, y hay relaciones cuyos lazos solo
ella puede romper. Entiendo que existen dos formas; la muerte física,
cuyo proceso natural lleva al alma a recorrer senderos de luz
desconocidos, a romper las cadenas del alma para brindarle al ser la
posibilidad de desplegar las alas de sus potencialidades. Es principio
no fin, esperanza no desasosiego.

Entendida así la pérdida de un ser querido debería al menos
confortarnos. Pero existe una forma de muerte que marchita el corazón de
quien la padece y enturbia la esperanza de quien espera.

Esta muerte es el exilio; un exilio impuesto, forzoso, arbitrario. Es la
peor muerte que pueda padecer el hombre. Es el desgajamiento de su
identidad y con ello la pérdida de sus raíces, de sus metas y anhelos.
Es congelar la vida en espera de que llegue una nueva primavera.

Los que nos dejan, los que se marchan a la tierra indulgente del
destierro, ya frente a la rivera, arrojan su fe al pantano de la
incredulidad y se repiten la pregunta eterna: "¿Por qué Dios mío?

Allá comenzarán otra vida, vendrán nuevas oportunidades. Injertarán su
rama personal en el viejo tronco de la nación extranjera, e intentarán
andar erguidos. Buscarán convencerse a sí mismos de que siguen vivos, de
que tiempos mejores vendrán.

Llevarán consigo todo el tiempo, en algún bolsillo de sus guayaberas,
una carta, una flor, una foto, quizás algún poema, el recuerdo de la
anciana madre enferma, de un hijo dejado atrás o de alguna hermosa escena.

Los que nos dejan se alejan por voluntad ajena. Por designios de un
tirano que cual dios antropomorfo dicta las pautas de esta tierra. No es
azahar, ni la búsqueda de sensaciones perdidas lo que les lanza a
explorar el mundo incierto de la diáspora. Es la fuerza de la opresión,
el susto dramático del calabozo, la mordaza que tapa la boca al que se
rebela.

Una cosa es emigrar y otra ser exiliado. En el primero de los casos como
las aves, quien parte conoce por instinto su destino, marcha con la
temporada, más en su corazón queda la promesa del regreso. Su vuelo es
ligero pues le favorecen los vientos de la voluntad. En el segundo caso
no se parte, se les aleja, se les cierran las puertas y se le retiran
los puentes del camino para que no puedan retornar.

Sin embargo al final es la vida quien decide donde concluiremos el
juego, cuales senderos hollarán nuestros pies y si habrá o no
reencuentro. Los que nos dejan saben amar y como Job conocen de lo
transitorio que son los eventos y de que Dios es justicia y al final se
nos revela en el sufrimiento.

Source: Los que nos dejan - Misceláneas de Cuba -
http://www.miscelaneasdecuba.net/web/Article/Index/5527cf113a682e1bf4eb2878#.VSj-mfmUc3Q

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