Tuesday, April 14, 2015

La VII Cumbre demostró que no estamos solos

La VII Cumbre demostró que no estamos solos
La Cumbre de las Américas legitimó nuestro derecho a existir como
sociedad civil y como alternativa al poder dictatorial. Fue una victoria
de la democracia frente al imperio del totalitarismo
lunes, abril 13, 2015 | Miriam Celaya

PANAMÁ. — Con sonrisas, apretones de mano y la habitual "foto de
familia" de todos los presidentes, concluyó en Panamá la Cumbre de las
Américas. Esta vez el evento hemisférico tuvo la peculiaridad de acoger,
tras medio siglo de ausencia, la visita del hijo pródigo: el
representante de la más larga dictadura continental, así como a una
variada delegación de la sociedad civil independiente de la Isla.

Al margen de numerosas irregularidades, relacionadas con la organización
del evento, y de la casi evidente complicidad de autoridades locales con
los obstáculos que intentaron sabotear la participación de los
representantes de la sociedad civil alternativa en los diversos foros de
la Cumbre –incluidos cortes de luz, problemas con las acreditaciones y
los conocidos mítines de repudio orquestados por los delegados de la
"sociedad civil" castrista y sus acólitos continentales– podría
concluirse que el saldo del cónclave fue positivo para los demócratas
cubanos.

Huelga señalar que los vocingleros aquelarres protagonizados por la
fauna "revolucionaria" tuvieron el efecto contrario al que perseguían:
lejos de demonizar a opositores y otros miembros de la sociedad civil
independiente, demostraron ante el resto de las delegaciones la índole
intolerante del régimen y la veracidad de los testimonios que han
denunciado la represión contra toda alternativa diferente en la Isla, y
el irrespeto de las autoridades cubanas hacia los anfitriones y los
demás países de la región.

No solo delegados de numerosas organizaciones sociales manifestaron
abiertamente su apoyo al ejercicio de los derechos de expresión de los
demócratas cubanos, sino que muchos representantes de la izquierda
continental expresaron su disgusto con la intransigencia y los métodos
violentos utilizados por los pro-castristas, postura que, a su juicio,
mancha la imagen de las izquierdas y contamina sus proyecciones en la
región.

No obstante, con el morbo que despierta el espectáculo de la violencia,
la prensa sensacionalista ha otorgado a estos mítines un relieve mayor
del que merecen y los ha privilegiado al imprimirles el protagonismo de
la Cumbre, como si éstos hubiesen sido el punto culminante de la agenda.

Sin embargo, para la sociedad civil independiente la verdadera
importancia de la cita panameña, consiste en el hecho de que finalmente
han sido oficialmente reconocidas sus voces en el mayor evento regional,
así como que participaron juntos y en armonía cubanos residentes dentro
y fuera de la Isla, en un abanico plural y diverso de ideas y
posiciones, capaces de respetarse mutuamente y de buscar espacios
comunes a todos. De hecho, esas voces –y no las de los "repudiantes"
castristas– fueron las que quedaron representadas en documentos de la
relatoría oficial de la Cumbre, de cuya redacción formaron parte varios
opositores al régimen.

Igualmente relevante fue el encuentro entre el presidente
estadounidense, Barack Obama y conocidos opositores cubanos, sin dudas
un gesto de apoyo a la lucha por los derechos humanos al interior de
Cuba y un claro mensaje de la voluntad de ese gobierno a continuar
apoyando a los activistas pro democracia, con independencia de las
negociaciones que está llevando a cabo con las autoridades cubanas al
más alto nivel.

En general, resultó de gran importancia el intercambio realizado con
lideres políticos y de redes sociales de todo el hemisferio, que la
sociedad civil independiente cubana se hiciera visible a nivel regional,
que se dejara constancia de la existencia de un discurso alternativo al
del régimen, que reclama espacios y exige derechos, y que se pusiera en
evidencia la variedad de propuestas que existen en el seno de la
sociedad cubana.

Fue, además, la oportunidad de participar en debates donde se realizaron
análisis profundos sobre el peligro de la expansión de regímenes
totalitarios en Latinoamérica y el riesgo que ello representa para la
democracia y la paz en la región; donde se hicieron denuncias a las
constantes y crecientes violaciones a los derechos humanos y la
coartación a la libertad de prensa y de expresión en varias de nuestras
naciones; y donde se cuestionó fuertemente el papel de la OEA como
organismo que tiene la obligación de velar por la democracia y hacer
cumplir la Carta Interamericana, objetivos fundacionales de la
organización que han quedado preteridos por la permisibilidad,
indiferencia y complicidad, tanto de la dirección de la OEA como de los
líderes democráticos regionales.

Para quienes tuvimos el privilegio de participar en esta Cumbre, fue una
experiencia invaluable sobre cómo se puede discutir de manera
civilizada, más allá de posiciones ideológicas y políticas, y la certeza
de que no estamos solos en nuestra lucha por la democratización de Cuba.

La Cumbre de las Américas, como he sostenido en todos los espacios en
que participamos, no fue una meta, pero sí un paso importante al
legitimar nuestro derecho a existir como sociedad civil y como
alternativa al poder dictatorial. Fue, sin dudas, una victoria de la
democracia frente al imperio del totalitarismo: un capítulo inédito tras
la larga historia de exclusiones que hemos vivido los cubanos en nuestro
hemisferio. Esperemos que por las puertas que, pese a tantas
adversidades, ahora se han abierto, sean el inicio de un proceso de
inserción regional que favorezca las aperturas democráticas al interior
de Cuba.

Al margen de numerosas irregularidades, relacionadas con la organización
del evento, y de la casi evidente complicidad de autoridades locales con
los obstáculos que intentaron sabotear la participación de los
representantes de la sociedad civil alternativa en los diversos foros de
la Cumbre –incluidos cortes de luz, problemas con las acreditaciones y
los conocidos mítines de repudio orquestados por los delegados de la
"sociedad civil" castrista y sus acólitos continentales– podría
concluirse que el saldo del cónclave fue positivo para los demócratas
cubanos.

Huelga señalar que los vocingleros aquelarres protagonizados por la
fauna "revolucionaria" tuvieron el efecto contrario al que perseguían:
lejos de demonizar a opositores y otros miembros de la sociedad civil
independiente, demostraron ante el resto de las delegaciones la índole
intolerante del régimen y la veracidad de los testimonios que han
denunciado la represión contra toda alternativa diferente en la Isla, y
el irrespeto de las autoridades cubanas hacia los anfitriones y los
demás países de la región.

No solo delegados de numerosas organizaciones sociales manifestaron
abiertamente su apoyo al ejercicio de los derechos de expresión de los
demócratas cubanos, sino que muchos representantes de la izquierda
continental expresaron su disgusto con la intransigencia y los métodos
violentos utilizados por los pro-castristas, postura que, a su juicio,
mancha la imagen de las izquierdas y contamina sus proyecciones en la
región.

No obstante, con el morbo que despierta el espectáculo de la violencia,
la prensa sensacionalista ha otorgado a estos mítines un relieve mayor
del que merecen y los ha privilegiado al imprimirles el protagonismo de
la Cumbre, como si éstos hubiesen sido el punto culminante de la agenda.

Sin embargo, para la sociedad civil independiente la verdadera
importancia de la cita panameña, consiste en el hecho de que finalmente
han sido oficialmente reconocidas sus voces en el mayor evento regional,
así como que participaron juntos y en armonía cubanos residentes dentro
y fuera de la Isla, en un abanico plural y diverso de ideas y
posiciones, capaces de respetarse mutuamente y de buscar espacios
comunes a todos. De hecho, esas voces –y no las de los "repudiantes"
castristas– fueron las que quedaron representadas en documentos de la
relatoría oficial de la Cumbre, de cuya redacción formaron parte varios
opositores al régimen.

Igualmente relevante fue el encuentro entre el presidente
estadounidense, Barack Obama y conocidos opositores cubanos, sin dudas
un gesto de apoyo a la lucha por los derechos humanos al interior de
Cuba y un claro mensaje de la voluntad de ese gobierno a continuar
apoyando a los activistas pro democracia, con independencia de las
negociaciones que está llevando a cabo con las autoridades cubanas al
más alto nivel.

En general, resultó de gran importancia el intercambio realizado con
líderes políticos y de redes sociales de todo el hemisferio, que la
sociedad civil independiente cubana se hiciera visible a nivel regional,
que se dejara constancia de la existencia de un discurso alternativo al
del régimen, que reclama espacios y exige derechos, y que se pusiera en
evidencia la variedad de propuestas que existen en el seno de la
sociedad cubana.

Fue, además, la oportunidad de participar en debates donde se realizaron
análisis profundos sobre el peligro de la expansión de regímenes
totalitarios en Latinoamérica y el riesgo que ello representa para la
democracia y la paz en la región; donde se hicieron denuncias a las
constantes y crecientes violaciones a los derechos humanos y la
coartación a la libertad de prensa y de expresión en varias de nuestras
naciones; y donde se cuestionó fuertemente el papel de la OEA como
organismo que tiene la obligación de velar por la democracia y hacer
cumplir la Carta Interamericana, objetivos fundacionales de la
organización que han quedado preteridos por la permisibilidad,
indiferencia y complicidad, tanto de la dirección de la OEA como de los
líderes democráticos regionales.

Para quienes tuvimos el privilegio de participar en esta Cumbre, fue una
experiencia invaluable sobre cómo se puede discutir de manera
civilizada, más allá de posiciones ideológicas y políticas, y la certeza
de que no estamos solos en nuestra lucha por la democratización de Cuba.

La Cumbre de las Américas, como he sostenido en todos los espacios en
que participamos, no fue una meta, pero sí un paso importante al
legitimar nuestro derecho a existir como sociedad civil y como
alternativa al poder dictatorial. Fue, sin dudas, una victoria de la
democracia frente al imperio del totalitarismo: un capítulo inédito tras
la larga historia de exclusiones que hemos vivido los cubanos en nuestro
hemisferio. Esperemos que por las puertas que, pese a tantas
adversidades, ahora se han abierto, sean el inicio de un proceso de
inserción regional que favorezca las aperturas democráticas al interior
de Cuba.

Source: La VII Cumbre demostró que no estamos solos | Cubanet -
http://www.cubanet.org/opiniones/la-vii-cumbre-demostro-que-no-estamos-solos/

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