Monday, April 20, 2015

La etapa de los eufemismos

La etapa de los eufemismos
[20-04-2015 11:36:45]
Alberto Medina Méndez

(www.miscelaneasdecuba.net).- Si bien la política funciona de acuerdo a
su propia matriz, cuando se acerca la campaña todo se exacerba y,
entonces, la necesidad de utilizar ciertos términos con mayor cuidado se
vuelve vital para sus propios intereses.
En el territorio de lo electoral parece que la sinceridad no genera
gigantescos dividendos y el embuste es mucho más apreciado. Eso se
deriva de las evidencias cotidianas y explica porque los dirigentes
prefieren utilizar frases ambiguas, vocablos que no dicen casi nada y
hasta inventan un nuevo vocabulario con tal de no llamar a las cosas por
su nombre.

Existe, en esto, una enorme responsabilidad de una ciudadanía pusilánime
que prefiere un lenguaje oscuro a la franqueza como virtud. Tal vez sea
saludable que la sociedad revise su demasiado habitual doble estándar.

En su retórica cotidiana, la que utiliza en su vida privada, en familia,
con amigos o en el trabajo, repite hasta el cansancio que su prioridad
es la verdad ante cualquier circunstancia, por dolorosa que ella sea.

Lo cierto es que frente a la mala noticia, se ofende con facilidad por
la falta de valentía de su interlocutor de turno, que no le anuncio
oportunamente los hechos, como corresponde, sin rodeos. Pero lo que más
lo incomoda es que la novedad le impone una acción que no quiere
emprender. Aceptarla, implica atravesar una situación difícil que
detesta, y es allí cuando convierte la verdad en una lista interminable
de sentimientos negativos.

Cuando esas verdades fluyen de un modo claro e inequívoco, con energía,
y hasta con la crueldad con la que resulta imprescindible que sean
explicitadas, entonces opta, enfurecido, por no premiar las correctas
actitudes, estimulando, sin pudor, a los eternos mercaderes de la mentira.

Los políticos engañan, ya no por convicción, sino por conveniencia.
Ellos entienden que eso se traduce indudablemente en resultados. El
dirigente que explica lo que está pasando, que muestra lo que sucede y
que plantea los niveles de responsabilidad que tiene la sociedad frente
a la realidad, no será debidamente reconocido y será expulsado del juego
electoral.

Las adversidades nunca son bienvenidas. Jamás se desea escuchar sobre la
responsabilidad de la gente sobre ellas. Eso obligaría a asumir cierta
culpa sobre lo que ocurre. Es la misma razón por la que muchos
ciudadanos ni siquiera pueden reconocer que en el pasado votaron al
gobernante actual, o al anterior. Eso implicaría hacerse cargo del
presente. En realidad, la sociedad no está dispuesta a aceptarlo de un
modo tan contundente.

Pronto comenzará esa dinámica en la que los políticos hablarán de lo que
viene y de lo que piensan hacer. Otra vez recurrirán, con mucha
sutileza, a las evasivas, a la terminología difusa, apelando a la
confusión y, a veces también, a la ignorancia sobre el significado de
cada palabra.

Es el momento del proselitismo, y por lo tanto, una renovada ocasión de
mentir descaradamente. Ellos saben que tendrán que tomar decisiones
importantes, pero no lo admitirán ahora. Esperarán que la gente exprese
su voluntad y después recién definirán lo que pueden realmente hacer.

No desconocen lo que resulta preciso hacer. Suponerlo sería demasiado
ingenuo. Lo saben, pero también tienen conciencia de que importa más no
pagar elevados costos políticos, ni perder poder de un modo efímero.

Su talento no tiene que ver con saber resolver problemas, mucho menos
aun con ser los adalides de la defensa de la gente. En todo caso, su
mayor atributo pasa por comprender como funciona el poder, como se lo
obtiene y, fundamentalmente, como se lo retiene en forma indefinida.

En estos últimos años ese trágico esquema de mentiras encubiertas, de
planteos borrosos, se ha perfeccionado en muchos ámbitos. No solo la
política cayó en esa trampa sino también una ciudadanía cómplice.

La sociedad llama robustos a los gordos, privados de la libertad a los
presos y se refiere al aborto como interrupción del embarazo. La
política también hace lo suyo creando su propio léxico. Así fue que el
reacomodamiento de precios reemplazó a la inflación, la inseguridad al
exceso de criminales y la expansión monetaria a la emisión descontrolada
e irresponsable de billetes.

En este contexto de elecciones, todos los dirigentes saben que la
coyuntura no será fácil. Oficialistas y opositores entienden que
heredarán una "bomba de tiempo", pero como consideran que es
políticamente incorrecto decirlo, han decidido transitar el sinuoso y
cínico camino de reconocer los aciertos del gobierno y solo hablar de
asignaturas pendientes o de la necesidad de seguir en el camino de la
profundización de los logros, según sea el caso.

El que triunfe en los comicios tendrá la dura tarea de conducir la
transición. Deberán adoptar determinaciones drásticas haciendo
importantes ajustes a la economía. Tendrán que reducir abruptamente el
gasto estatal, bajar la emisión monetaria hasta neutralizarla, adecuar
las tarifas de los servicios públicos a niveles de mercado, recomponer
rápidamente las reservas monetarias, atraer inversiones, recortar los
impuestos, disminuir aranceles, desregular el comercio exterior,
integrarse al mundo, entre otras cosas.

Nada de eso será fácil, ni gratis. Claro que se deberán pagar los
"platos rotos", como siempre que se intenta superar un problema en el
que se tiene plena responsabilidad en su gestación. El "médico" tiene
claro lo que debe hacer, pero también sabe que tendrá que mentirle a su
"paciente". Es que las reglas políticas que ha impuesto esta sociedad
cobarde, alientan a la mentira, invitan a la trampa, aplauden la
creación de una jerga que suavice las verdades y hasta logre ocultarlas.
Es importante saber que se inicia un recorrido sin retorno hacia esa
patética etapa de los eufemismos.

Source: La etapa de los eufemismos - Misceláneas de Cuba -
http://www.miscelaneasdecuba.net/web/Article/Index/5534c8ad3a682e0c64cc5808#.VTUKDyGqqko

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