Sunday, April 12, 2015

La cumbre de las flores

La cumbre de las flores
Un triunfo de palabras, intenciones y gestos, tanto para el gobernante
Raúl Castro como para el presidente estadounidense Barack Obama
Alejandro Armengol, Miami | 12/04/2015 10:40 am

Tras los golpes las flores, podrían estar pensando algunos. Pero lo
cierto es que no hubo dos cumbres sino una. Los foros, actos y
acontecimientos que la precedieron puede decirse que en cierta medida
complementan el evento y casi "lo adornan", pero son ciertamente
secundarios.
La Cumbre de las Américas se llevó a cabo entre el viernes 10 y el
sábado 11 en Panamá y lo demás resulta accesorio. Hay que agregar que
resultó un éxito tanto para el presidente estadounidense Barack Obama
como para el gobernante cubano Raúl Castro, aunque uno no esté de
acuerdo con ese éxito.
Eso sí, un triunfo de palabras, intenciones y gestos, ¿pero para qué
otra cosa sirven las cumbres?
El presidente Obama logró que Caracas no le descarriara su intención
principal, al aceptar participar en el evento junto a Castro: vender la
imagen de Estados Unidos como una superpotencia posterior a la guerra
fría y a la época del "imperialismo yanqui".
Para ello, y desde el inicio, contó con la "complicidad" de La Habana,
que en buena medida debe haber actuado para que el presidente venezolano
Nicolás Maduro moderara no su discurso sino sus acciones.
Nadie le iba a robar el show a Obama y Castro, y así fue. Para ello
trabajaron unidos. Una vez más quedó demostrado un hecho paradójico:
pese a su petróleo, Venezuela no es más que una colonia de Cuba y
Caracas no pasa de ser una sucursal de La Habana. Hay que decirlo desde
ya: el gran perdedor de la cumbre fue Maduro, y en parte se lo debe a
Castro, fue utilizado de peón, como un gritón de barrio que se saca para
intimidar un poco y luego se echa a un lado a la hora de una
conversación seria.
Poco importa que, para salvar la cara, el mandatario venezolano salga
ahora con el argumento de que EEUU echó para atrás en la declaración de
agresión. Seguramente repetirá una y mil veces este argumento porque no
puede quedarse callado un momento.
Desde el principio quedó claro que tal declaración no era más que una
simple fórmula de procedimiento y la sanción se limitaba a siete
miembros de la camarilla chavista.
Lo importante es que no logró una reacción hemisférica conjunta de
rechazo a las sanciones estadounidenses. Que a cambio de ello no se
produjera una declaración final del evento resulta secundario, porque no
es la primera vez que ocurre. Lo básico aquí es que Maduro no se salió
con las suyas. Hay que agregar, de paso, que quedó como un patán durante
su discurso.
Raúl Castro ganó también, no solo por la inclusión de Cuba en el evento
—algo que se venía fraguando hace tiempo— sino por dosificar, siempre a
su conveniencia, un discurso al que no se le puede reprochar un
retroceso en los "principios revolucionarios", pero al que tampoco se
pueda atacar por falta de flexibilidad. Más aún si se toma en cuanta la
inclusión, tras la reunión aparte con Obama, de unas palabras que si no
son enigmáticas, dejan abierto el juego a las especulaciones: "Podemos
estar en desacuerdo en algo hoy y en un breve tiempo podríamos estar de
acuerdo", algo de lo que pidió tomaran nota tantos los miembros de la
delegación norteamericana como cubana. Sin duda el conspirador por
excelencia.
Castro hizo una defensa ideológica en su discurso, y por el tono de sus
palabras y su recapitulación histórica pudo sonar menos pragmático que
Obama y aún apegado al pasado —todo lo contrario al norteamericano—,
pero en conjunto, su presencia y carácter desplegaron al mismo tiempo un
mensaje similar, aparentemente de cara al futuro: "Hay que apoyar a
Obama, es un hombre honesto", sentenció.
Al exonerar al presidente estadounidense del historial "imperialista"
realizó una pirueta antimarxista pero muy castrista: en última
instancia, todo depende del hombre. No fue más que la confirmación de
que compartía la creencia de una nueva era estaba en marcha para Cuba
(eso sí, que a nadie se le ocurra pensar que sin su protagonismo y el de
los suyos).
Sus palabras no fueron decisivas, pero contribuyeron al espíritu de una
reunión latinoamericana donde, por primera vez en décadas, más allá de
las críticas puntuales esperadas, hubo un clima de aceptación, e incluso
de reconocimiento, a una nueva era en que EEUU resurge a jugar un papel
fundamental en la política y la economía de la zona, con la
estadounidense en alza, mientras la China ha bajado el ritmo y da
muestras de fatiga. En última instancia, la Cumbre fue también un
intento de freno, por parte de Washington, a la expansión china.
Por supuesto que en la lista de perdedores se pueden apuntar —además de
la moral estricta que siempre queda fuera de estas reuniones— los
avances en la lucha en favor de la democracia y los derechos en Cuba.
Previo a la Cumbre, el gobierno cubano hizo política en Panamá, no de
cara al futuro sino para mantener su propio pasado. Para ello le bastó
recurrir a los procedimientos simples y torpes de siempre: algarabía,
actos de repudio y golpes. Hasta participó un viejo alto oficial de la
inteligencia cubana, al parecer en plan de retirada cuando se lanza o le
destinan a estos menesteres menores (en Miami han enfatizado la
presencia del coronel Alexis Frutos Weeden, en plan de destaque a sus
represores).
Por lo demás, las perspectivas tampoco resultan muy buenas para el
exilio tradicional de esta ciudad.
Horas antes del encuentro con Castro en la inauguración de la Cumbre,
Obama estuvo en el Foro de la Sociedad Civil, al que asistieron la
abogada Laritza Diversent y Manuel Cuesta Morúa.
Cuesta Morúa es un activista socialdemócrata, opuesto al embargo y con
ideas poco afines con el llamado "exilio histórico" de Miami.

Source: La cumbre de las flores - Artículos - Opinión - Cuba Encuentro -
http://www.cubaencuentro.com/opinion/articulos/la-cumbre-de-las-flores-322510

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