Wednesday, April 8, 2015

Escenarios de la Cumbre

Escenarios de la Cumbre
El show mediático en Panamá es muy posible que lo gane Raúl Castro, pero
Obama lleva una carta de triunfo a la que teme Maduro: el petróleo
Alejandro Armengol, Miami | 07/04/2015 3:04 pm

Era de esperar. La Cumbre de las Américas, a celebrarse del 10 al 11 de
abril de 2015 en la Ciudad de Panamá, Panamá, es uno de esos
acontecimientos que provocan cientos de opiniones, análisis e
interpretaciones. Hasta un viejo zorro de la KGB ha salido de su
madriguera para decir lo que todos saben. Confieso no ser inmune y aquí
van algunos comentarios, a la espera de otros en los próximos días. No
sin antes señalar que en muchas ocasiones, eventos de esta naturaleza
solo sirven para viajes, reuniones, declaraciones y cocteles. Espero que
estos últimos estén a la altura de las circunstancias. Así que apuesto
solo por aquellos en lo que siempre he depositado mi confianza, no libre
de desengaños: los cantineros.
La Cumbre será un fracaso para Obama
Tiene todas las posibilidades de serlo. Por respecto a la democracia, el
presidente estadounidense no debía asistir a la cumbre y mandar en su
lugar al vicepresidente Joseph Biden, un hombre que tiene fama de no
pararse ante excusas protocolares a la hora de decir cuatro verdades.
Eso es lo que pensaba hace varios meses y lo que sigo opinando a pocos
días de la reunión.
La invitación oficial del gobierno panameño, para que Cuba participe en
la Cumbre de las Américas, va más allá de una muestra palpable de la
pérdida de influencia de Estados Unidos en la región, lo cual se sabe
desde hace años, y es lo que acaba de recordarnos el ex teniente general
del KGB Nikolái Leónov, quien a sus 90 años no deja de opinar, como
Fidel Castro.
No hay que recordar aquí en detalle quién es Leónov, su papel reconocido
en la formación política de Raúl Castro, su influencia sobre Vladimir
Putin y su historial —no solo su rol activo en la "entrega" de Cuba a la
Unión Soviética, sino en México, Polonia y dentro de la URSS durante
diversos períodos, hasta llegar a Putin— porque todo ello está muy buen
documentado, en parte por él mismo.
Se puede considerar que Leónov es un personaje tenebroso —es mi
opinión—, aunque ese juicio es secundario y hasta simple tratándose de
alguien que es y fue mucho más que un espía. Lo importante es que Leónov
sabe lo que habla y lo que calla, y cuando ahora aparece con una
declaración de este tipo no es por gusto.
"Si yo fuera (el presidente de Estados Unidos, Barack) Obama, estaría
sorprendido. Antes excluían a Cuba de todas las organizaciones y ahora
forma parte de una en la que no aceptan ni a Estados Unidos ni a
Canadá", apuntó Leónov.
Tampoco la Cumbre se limita a ser un ejemplo más de lo sencillo que les
resulta a muchos países latinoamericanos el utilizar el caso cubano para
dictar cátedra de independencia frente a Washington. La participación de
Obama es, ante todo, una bofetada a la democracia.
Sacar a relucir un argumento moral en política conlleva a esta alturas
apostar al fracaso. A la hora de decidir su participación, el presidente
estadounidense ha tomado en cuenta otras consideraciones, como cualquier
mandatario mundial, pero nada ha cambiado en la esencia represiva del
sistema cubano, aunque sí en sus particularidades: hasta ahora el
gobierno cubano no tiene la menor intención de iniciar reformas
democráticas; no hay nada que indique un abandono del mecanismo
coercitivo y el uso del terror para mantenerse en el poder continúa
siendo su instrumento preferido.
Confundir el cambio de táctica, de encarcelaciones prolongadas a
detenciones breves, con una transformación del sistema es un error;
dejar de mencionar esta evolución, no apuntar una disminución de las
presiones sobre algunos sectores, o considerarla irrelevante a los
efectos de una percepción exterior sobre el régimen, es muestra de
ceguera y de aferrarse al pasado como un recurso conveniente, y no como
una forma efectiva de denuncia.
Lo que sí está demostrado, más allá de cualquier duda posible, es que se
ha producido un cambio de enfoque —por oportunismo, conveniencia
económica y hasta desidia— que ha desviado lo que debería ser un acoso
político al régimen de La Habana hacia una presión sobre la Casa Blanca.
Porque el argumento de que lo más adecuado es sentar a Cuba junto a
gobiernos electos —más o menos democráticos algunos de ellos, pero con
espacios, estructuras económicas y de poder distintas a las imperantes
en la Isla—, como la vía más adecuada para impulsar cambios políticos
que La Habana no tiene ninguna intención de acometer, no solo es
irrisorio sino nocivo: lo único que se busca por esa vía es legitimar
una dictadura. Lo cual resulta más paradójico aún, si se tiene en cuenta
que este tipo de cumbre nació por iniciativa de EEUU, para discutir
acciones concertadas en el continente por parte de los gobiernos
democráticos.
Así que al ir Obama a Panamá, y acudir a una reunión regional donde uno
de los primeros invitados fue el gobierno de Raúl Castro, bajo las
condiciones que actualmente existen en Cuba, en parte está destruyendo o
transformando para mal lo que otro mandatario demócrata —Bill Clinton—
creó. Y este tipo de concesión no tiene que ser obligatoriamente el
resultado de la necesaria evolución que requiere la política
estadounidense hacia Cuba. Es sencillamente un retroceso.
Para añadir burla al escarnio, habría que recordar que la primera Cumbre
de las Américas se realizó en Miami, en diciembre de 1994.
Es muy posible que antes de partir Obama para Panamá quede resuelto lo
que, por una cuestión de principios, es un problema clave para su
participación junto a Castro en la reunión: sacar a Cuba de la lista de
países que patrocinan el terrorismo.
Pero si la salida de Cuba de dicha lista es una premisa, no constituye,
ni mucho menos, una solución.
Si bien se puede argumentar que la lista se ha convertido más en un
pretexto que en un objetivo, y cuestionarse el papel de Washington para
confeccionar tal listado, ello no convierte al gobierno cubano en una
democracia.
Y este es el punto primordial: la falta de democracia. Un requerimiento
que figura en las normas de participación. Si EEUU se hace partícipe de
la aberración que significa darle carta de reconocimiento a un régimen
militar —que acude al encuentro no para recibir lecciones sobre los
derechos humanos sino para imponerse—, está despojando de valor la cita.
Todo lo anterior no invalida el estar a favor de la salida de Cuba de
dicho listado, ni tampoco que se apoye el restablecimiento de relaciones
diplomáticas entre Washington y La Habana. Aunque vinculadas, se trata
de cuestiones de diversa índole: el mantenimiento de Cuba en dicho
listado no se ajusta a los parámetros actuales de la definición de
terrorismo y relaciones diplomáticas con dictaduras es algo que viene
sosteniendo EEUU desde sus inicios.
Pero si ambos hechos pueden justificarse a partir de que uno responde a
criterios que han perdido vigencia y el otro a una situación de facto,
la cuestión aquí no se reduce a darle solo la mano a Castro sino a
validar su existencia (para dejar en claro una consistencia de opinión,
algo que tampoco persigo, y aunque rechazo citarme, no tengo otro
remedio que especificar que criterios semejantes los expresé en una
columna en El Nuevo Herald el 7 de diciembre de 2014, antes del anuncio
del "deshielo").
El otro problema con la cumbre para Obama es que el presidente
venezolano Nicolás Maduro buscará utilizar el encuentro para obtener
también una legitimidad, de la cual en última instancia es capaz de
prescindir, pero que indudablemente necesita.
Aquí la farsa resulta incluso mayor que en el caso cubano, porque todo
indica que en lugar de acusado podrá presentarse como acusador. En vez
de provocar un rechazo generalizado por sus reiteradas violaciones a los
derechos humanos y la represión que ha desatado en su país, y gracias a
la complicidad de varios gobiernos latinoamericanos, Maduro acude a la
cita en el papel de víctima y no de victimario, como señala Moisés Naím
en un artículo del diario español El País.
El punto clave aquí es que el gobierno de Maduro merece ser condenado
por el resto de los mandatarios latinoamericanos, al igual que el de
Castro. El que se celebren eventos paralelos, con la participación de
disidentes cubanos, opositores venezolanos y activistas de la sociedad
civil de ambos países es loable pero secundario a los efectos de la
Cumbre; en el peor de los casos una justificación socorrida del país
anfitrión y hasta para los presidentes participantes, incluso el
norteamericano.
Un simple requerimiento legal —que obliga a que en EEUU los países
sancionados sean declarados como amenaza nacional y permite a su
presidente imponer nuevas sanciones sin tener que consultar al Congreso,
un proceso largo y engorro— ha permitido al mandatario venezolano
presentarse a las puertas del campo de batalla: las palabras de Obama al
declarar una "emergencia nacional" frente al país sudamericano.
Sin embargo, ese anuncio no es ni mucho menos algo cercano a una
declaración de guerra de EEUU. Las sanciones han sido contra un grupo
reducido de funcionarios chavistas. Claro que esta explicación no le
interesa a quienes oportunistamente se colocan junto a Maduro.
Para empeorar la situación, las críticas no solo han venido de los
partidarios de Maduro sino de los enemigos de Castro, al tomar el caso
venezolano para volver a criticar a Obama por sus declaraciones en
contra del embargo.
El uso de sanciones nunca debe ser una medida de todo o nada, sino de
estímulo y respuesta. Washington no ha propuesto un embargo, declarado
su disposición de adoptar sanciones amplias contra Venezuela ni estar
dispuesto a cortar el comercio petrolero. Así que se puede estar en
contra del embargo a Cuba y en favor de las sanciones al gobierno de
Maduro, sin que ello implique contradicción alguna. Lo malo para Obama
es que todas esta explicación racional caerá en oídos sordos, de
intentar realizarla en la Cumbre.
Si lo que mayor peso tendrá en la reunión presidencial es el show
mediático, y la preocupación principal de los medios de prensa
internacionales es tener las cámaras listas para cuando se produzca el
esperado apretón de manos entre Obama y Castro —hecho por otra parte
repetitivo— no hay duda que el régimen de La Habana tiene todas las
posibilidades a su favor para salir airoso. Se ha preparado a fondo para
la ocasión, con una nutrida participación secundaria. Sus "teloneros"
incluyen desde "empresarios", trabajadores por cuenta propia y miembros
de supuestas organizaciones no gubernamentales, que siempre han sido más
que gobernadas por el partido comunista cubano, hasta un concierto
gratuito de Silvio Rodríguez. Ya Fidel Castro se preocupó en aparecer
"en público" para cumplir dos objetivos primordiales: dejar bien en
claro que está "vivito y colando" —y por lo tanto que apoya o ha dado su
consejo en todo lo que va a hacer o decir su hermano— y al mismo tiempo
respaldar el frente ideológico con su saludo a un grupo de venezolanos
en la Isla. Difícil enfrentar a un país que lleva décadas
especializándose en este tipo de espectáculos. Obama no la tiene fácil,
dirían los cubanos.
Obama gana en la Cumbre
Por encima de discursos y declaraciones, hay una realidad económica
latinoamericana que juega en favor de Obama. Como ha señalado Andrés
Oppenheimer en El Nuevo Herald, a diferencia de las anteriores
reuniones, donde Venezuela, Ecuador, Brasil, Argentina y otros países
poco amigos de Washington estaban en pleno auge, gracias a los altos
precios de sus materias primas, la cumbre de Panamá tendrá lugar en un
escenario regional y mundial muy diferente.
"Hoy en día, con la caída de los precios de las materias primas, las
economías de Venezuela y Argentina están por el piso, y Brasil está
teniendo su peor crecimiento económico de los últimos 25 años. Con China
creciendo menos, Rusia quebrada y Europa estancada, Estados Unidos se
perfila como el marcado más promisorio para las exportaciones
latinoamericanas", señala Oppenheimer.
En este sentido, antes de viajar a Panamá Obama visitará el jueves
Jamaica, donde uno de sus objetivos principales es ofrecer más apoyo a
los países caribeños para reducir su dependencia energética de
Venezuela, de acuerdo a un cable de la agencia Efe.
A continuación, el presidente estadounidense se reunirá con líderes de
los países de la Comunidad del Caribe (Caricom), como ya hizo en la
Cumbre de las Américas de Trinidad y Tobago en 2009, y participará
después en un foro, abierto a preguntas, con jóvenes de la región.
Sin dar más detalles, la Casa Blanca indicó que Obama hablará con los
líderes de la Caricom de una iniciativa de seguridad energética para la
región.
Esa iniciativa fue presentada en enero pasado en Washington, dentro de
la primera Cumbre de Seguridad Energética en el Caribe, que estuvo
liderada por el vicepresidente Biden.
Su propósito, en coordinación con el Banco Mundial (BM), es crear una
Red de Inversiones en la Energía Caribeña que permita a los inversores
públicos y privados en la región coordinar sus proyectos y unificar sus
objetivos.
"Ya sea en Ucrania o en el Caribe, ningún país debería poder usar sus
recursos naturales como herramienta de coerción contra otro", dijo Biden
durante esa cumbre, en una aparente referencia a Venezuela y a su
programa de petróleo subsidiado conocido como Petrocaribe.
La mayoría de los países del Caricom se beneficia de Petrocaribe,
lanzado en 2005 por el entonces presidente venezolano, el fallecido Hugo
Chávez, para exportar petróleo barato a esa región a cambio de efectivo,
bienes y servicios.
Sin embargo, en la actualidad Venezuela se ha visto obligada a reducir
sustancialmente sus entregas de crudo debido a la caída del precio del
combustible y a la crisis económica por la que atraviesa el país.
Incluso hay dudas de que el plan pueda continuar para la mayoría de los
países, a excepción de Cuba, aunque se ha dicho que las entregas de
petróleo a la Isla también han sido reducidas.
Aunque desde enero el gobierno estadounidense trata de deslindar su
iniciativa energética de cualquier motivación política, lo cierto es que
analistas y medios coinciden en que, en última instancia, EEUU busca
mermar la influencia de Venezuela en el Caribe, pero también la de China
y otras naciones asiáticas.
Tras la cumbre con los caribeños celebrada en Washington, Maduro acusó a
Biden de haber usado ese encuentro para comentar a los mandatarios y
primeros ministros asistentes un supuesto plan en marcha para derrocarlo
y apoyado por EEUU. Washington negó tajantemente esas acusaciones.
Si tiene éxito con su iniciativa en Jamaica, Obama acudirá a la Cumbre
mejor preparado para enfrentar la posible "avalancha" populista de Cuba
y Venezuela.
Ni gana ni pierde
Como suele ocurrir con Latinoamérica, lo más probable es que se produzca
una mezcla de los dos escenarios anteriores: declaraciones reafirmando
la "soberanía nacional" de los mandatarios latinoamericanos, y su
independencia de Washington, al tiempo que oídos atentos a las ventajas
que puedan obtener de la competencia entre las superpotencias, China y
EEUU. Nada nuevo sobre el tablero.
El zorro de Leónov solo se refirió a una cara de al moneda en sus
declaraciones. La realidad, desde hace décadas y sobre todo tras el fin
de la lucha guerrillera en Centroamérica, es que Latinoamericana ha
dejado de ser una prioridad para EEUU, salvo en aspectos puntuales, como
el narcotráfico, la inmigración y el terrorismo. Y ello no va a cambiar
en Panamá.

Source: Escenarios de la Cumbre - Artículos - Opinión - Cuba Encuentro -
http://www.cubaencuentro.com/opinion/articulos/escenarios-de-la-cumbre-322455

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