Wednesday, April 15, 2015

El grupo y la muerte

El grupo y la muerte
BORIS GONZÁLEZ ARENAS | La Habana | 15 Abr 2015 - 10:54 am.

Lo que vimos en la Cumbre de las Américas fue la deificación del
dictador por el descrédito de la masa.

No está bien, no está bien gritar hasta anular la voz del que
numéricamente es inferior. Azuzar seres humanos hasta hacerles perder la
razón. Instar al débil a encontrar fuerza en el grupo. Difuminar del
individuo la compasión, la solidaridad y la paz.

Los gritos de la delegación cubana impidiendo la realización de las
actividades organizadas a tenor del Foro de la Sociedad Civil de las
Américas avergüenzan a la sensatez y la razón. Orgullo deben sentir los
cubanos que no fueron convocados a participar de la delegación de la
sociedad civil estatal. Toda vez que un aficionado del castrismo es
ignorado, un cobarde no es llamado, un colaborador falta a su cita, se
salva un poco. Aumenta la absorción de los minerales en su proceso de
digestión, las líneas de la cobertura moral en su móvil, la nitidez de
sus rasgos en las fotos de familia.

Cuesta recuperarse de la sorpresa. Paramilitares cubanos apostados en
torno de la delegación cubana en el Hotel El Panamá, donde en la mañana
del viernes 9 de abril acosaron como fieras a miembros de otra parte de
la sociedad civil cubana y cuanto asistente al foro pedía respeto.
Eusebio Leal declarando días antes que nunca dará el primer golpe físico
ni verbal, Abel Prieto instando a demostrar que Cuba no está controlada
por el Gobierno, y los gritos, los golpes, el escarnio, el repudio, el
paredón.

Edwin Cabrera, el estimado periodista panameño de Televisión Nacional
(TVN) llamó a respetar a su país. Denunció la actitud del embajador
cubano que declaraba que hasta que no salieran los mercenarios no habría
evento y mostró, finalmente, los golpes que recibió en las piernas, pues
la turba del castrismo pateaba para evitar que las cámaras les
registraran los puñetazos.

Dentro de la delegación estatal vi a varios conocidos pero no me atreví
a acercármeles. Ninguna de las reacciones presumibles a mi acercamiento
la quería provocar. Ni el repudio, ni la vergüenza. Pero de nuevo en
Cuba, lamento que sabrán que estuve allí y que los vi, lo sabrán cuando
todo esto haya terminado, el evento, la dictadura, el castrismo, lo
sabrán aun cuando nos miremos a los ojos sin asomo de rencor ni miedo, y
lo siento.

¿Por qué mandó Raúl Castro a insultar Panamá de esa manera? Un evento se
prepara con tiempo, una cita continental lleva un despliegue de
seguridad, financiero, laboral inmensos, ¿por qué deshacerlo de forma
tan necia? Fue un espectáculo goyesco, yo lo vi.

El pasado año, en el Congreso de Estudios Latinoamericanos (LASA) que
se celebró en la ciudad de Chicago, había igualmente una delegación
oficial, y asistentes que no lo éramos. Allí asistí a la conferencia de
uno de ellos. No estuve de acuerdo con alguno de los puntos de su
intervención y en el pasillo conversamos. En mis preguntas se notaba mi
posición intelectual. Luego me dio su correo y cuando vi que era una
dirección oficial, tan oficial que trabaja en el Consejo de Estado de
Cuba, decliné su invitación. Le comenté que yo me oponía al Gobierno
cubano y que no quería hacerle daño estableciendo comunicación por esa
vía. Recuerdo que sonrió, no sé si agradeciéndome mi delicadeza o por
corrección diplomática. Días atrás leí un artículo de él en la prensa
cubana, a mi entender no era bueno, pero era el mejor de los que allí
aparecía.

Ahora lo he podido ver en las fotos como miembro de la sociedad civil
estatal. Primero lo vi serio y me alegré de que no participara de la
histeria que aparecía en la foto, ese grupo no se conformó para que sus
miembros conservaran la sensatez. Días después, en un video que me
enviaron, ya con el delirio crecido a niveles sorprendentes este joven,
que no me dijo en Chicago "Machete que son poquitos" ni "Este pasillo es
de Fidel", gritaba a voz en cuello, enarbolando una bandera cubana,
poseído por la adrenalina y el miedo.

¿Por qué en Panamá y no en Estados Unidos? Hay respuestas y todas cubren
de oprobio a los estrategas de aquel delirio.

Y llegó Raúl

Al ver el guion de la sociedad civil estatal, algunos especulamos sobre
cuál sería la suerte de la anunciada visita de Raúl Modesto, el dictador
cubano. Había dos opciones visibles, en una Raúl, molesto, declinaba a
última hora visitar Panamá con el argumento de que allí estaban los
terroristas, mercenarios y "poquitos a machetear" y el asesino del Che.
Respaldaba las declaraciones de sus compatriotas y se sumaba a la
barbarie que promovió.

Vigorizaba de esa manera la estructura antinorteamericana de
Latinoamérica, de la cual el castrismo es nervio, corazón y cerebro.
Nicolás Maduro sonreía satisfecho, sin que supiéramos si lo hacía él o
el doble que estrenó en la cita, Rafael Correa mentía con más ímpetu y
Cristina Kirschner anunciaba el fin de su discurso dos o tres veces más
sin conseguirlo.

En otra, Raúl descendía del avión y se comportaba como un caballero,
conversaba amablemente con Barack Obama, hacía alguna broma planificada
y leía su discurso sin asomo de responsabilidad por el espectáculo que
horas antes habían conducido sus entenados.

El dictador cubano optó por la segunda opción, era previsible y la duda
solo la había sembrado el exagerado frenesí de sus reclutas. También el
que Barack Obama se reuniera con Laritza Diversent y Manuel Cuesta
Morúa, dos de los objetivos de la sociedad vil, el día antes de reunirse
con el dictador cubano.

Pero Raúl Castro no comenzó un distanciamiento tan delicado del campo
que Cuba señorea, el de la denuncia irracional de los Estados Unidos,
para recular de modo tan inconsistente. Usó una vez más a sus
compatriotas, como en la Sierra Maestra, las campañas militares en
África, las marchas del pueblo combatiente, el socialismo para siempre,
y por medio de esta crisis de los mandriles que llevó a Panamá, aparecer
como el hombre conciliador, respetable, incluso respetuoso.

Lo que hemos visto en la Cumbre de las Américas es una actualización del
modelo demagógico, el grupo utilizado para embotar al individuo,
diluirlo en el balado y exaltar al líder. La deificación del dictador
por el descrédito de la masa. Hay seres que en su muerte se van cobrando
la existencia de los otros, y hay naturalezas subordinadas que se
vigorizan donando partes de sí para que las devoren sus superiores. Es
extraño el espectáculo de la vida y nunca termina de sorprendernos.

Source: El grupo y la muerte | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/cuba/1429037320_13984.html

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