Saturday, March 7, 2015

Votarán los cubanos de afuera?

¿Votarán los cubanos de afuera?
¿No sería el voto de 2 millones de cubanos en el exterior, apoteósica
inauguración de la Embajada cubana en EE UU?
viernes, marzo 6, 2015 | Miriam Celaya

LA HABANA, Cuba. — El reciente anuncio oficial de la próxima entrada en
vigor de una nueva Ley Electoral cubana, dado a conocer tras la
celebración del X Pleno del Comité Central (CC) del Partido Comunista de
Cuba (PCC), ha recibido la indiferencia social como respuesta. Basta un
sondeo de opinión entre los cubanos comunes para constatar la apatía
general, la falta de confianza en el sistema y la casi absoluta certeza
de que el gobierno se las apañará para que todo siga bajo su estricto
control. El sentimiento más extendido es que la nueva Ley será, a no
dudarlo, otra triquiñuela raulista para simular cambios que en esencia
no son tales.

Sin embargo, la apatía política de los cubanos –de los cuales solo la
actual generación de octogenarios conoció en su juventud lo que alguna
vez fueron elecciones generales, durante la República maldita– no solo
dimana de haber estado largamente privados del derecho a elegir y a
tomar parte en los destinos del país, sino de la distorsión que ha
creado el engendro de farsa electoral refrendado en una Ley surgida
desde 1976 y ligeramente modificada en 1992 solo para establecer el voto
"secreto y directo" en los órganos provinciales y nacionales, instancias
éstas en las que, sin embargo, no postulan ni eligen directamente los
electores, sino la "representación" de ellos a través de los diputados.

Por otra parte, bajo la Ley electoral vigente no solo se prohíben los
partidos políticos que puedan postular sus candidatos, sino que –además–
el Partido único, dizque "comunista", no constituye jurídicamente una
estructura electoral, por lo cual tampoco puede postular candidatos ni
presentarse a elecciones. En tales circunstancias llama la atención que
la propuesta de una nueva Ley electoral haya surgido precisamente del
Pleno del Comité Central y no de las instancias superiores del Poder
Popular, que constituye el órgano legislativo constitucional encargado
de dichas funciones. Así las cosas, el PCC no postula, pero tampoco
necesita hacerlo en tanto es el que promulga una Ley electoral que,
obviamente, estará en función de sus intereses políticos. Esta es en
esencia la aberración primaria de toda legislación cubana.

Para coronar al "soberano"

A juzgar por cifras oficiales incontrastables, el PCC cuenta con una
membresía de unos 800 mil militantes, lo que significa que alrededor del
7 % de la población cubana milita en el partido político que "gobierna"
sobre un total de 11 millones, sin contar al 20% de ese total de cubanos
que vive en una emigración despojada no solo de sus derechos políticos
en Cuba, sino de sus derechos naturales como hijos de este país.

Esto conduce directamente a otra consideración adicional, y es que si la
nueva Ley electoral aspira a ser verdaderamente democrática, no solo
deberá introducir modificaciones radicales que implicarían una
derogación del artículo 5 de la Constitución vigente * , sino que
debería incluir también el derecho al voto a todos los cubanos emigrados
en edad electoral, lo cual subsanaría, entre otras injustas exclusiones,
el despojo de su ciudadanía y de sus propiedades en la Isla, el trato
diferenciado y gravoso a la hora de visitar su país natal, a la vez que
reconocería su plena capacidad para participar en la vida política de la
Nación, habida cuenta que de ellos proviene, bajo el rótulo de remesas
familiares, uno de los más importantes ingresos económicos con los que
subsisten tanto un enorme sector de cubanos "de adentro" como la
dictadura y su claque en el poder.

En ese sentido los cubanos de la emigración podrían constituir una
fuerza importante para empujar la democracia dentro de Cuba, en
particular porque cuentan con herramientas tan poderosas como su
independencia económica, su probada capacidad para inyectar capitales en
la economía nacional y su experiencia de vida en sociedades
democráticas. De asumir tal compromiso, la emigración sería una fuerza
formidable que, por demás, influiría en la eventual aceleración del
proceso de transición hacia la democracia en Cuba, al exigir el lugar
que han ganado por derecho propio: transmutarse de sostenedores
financieros del sistema en actores políticos de su país natal.

¿Acaso no son los propios medios oficiales los que divulgan las
convocatorias a las urnas para los residentes extranjeros en Cuba,
siempre que se producen elecciones en sus países de origen? ¿Qué
justificación tendría el régimen para impedir que los emigrados cubanos
ejerzan el mismo derecho en las diferentes legaciones diplomáticas
cubanas de todo el mundo? ¿No sería esta una apoteósica inauguración de
la Embajada cubana en EE UU?

Ahora bien, está claro que desde el punto legal la emigración
actualmente no cuenta con posibilidad alguna de lograr semejante
reconocimiento por parte de las autoridades cubanas. Sin embargo, una
campaña de reclamo de sus derechos legales, y en particular de su
participación como electores efectivos, no solo tendría un gran impacto
en la opinión pública en el actual escenario de acercamiento entre los
gobiernos de Cuba y EE UU, sino que constituiría un logro político
importante, con independencia de sus resultados.

La enorme ventaja de los emigrados sobre los que vivimos en la Isla es,
precisamente, la libertad de expresión, su capacidad de organización y
de acción, y su pleno acceso a diversos medios de comunicación. Con
frecuencia los disidentes de la Isla hemos sido justamente cuestionados
por no haber sido capaces, a lo largo de décadas, de crear un frente
común. He aquí una posibilidad de crearlo, aunando esfuerzos y energías
cubanos "de adentro" y "de afuera", por un objetivo común, el
reconocimiento y ejercicio de un derecho raigal de toda sociedad
democrática: el de elegir a sus gobernantes. ¿Es un sueño?
Probablemente; pero en cualquier caso un sueño legítimo y compartido por
la mayoría. En cualquier caso tenemos el antecedente histórico en el
papel determinante que jugó la integración de la emigración con los
libertadores de la Isla, en los tiempos de nuestras guerras por la
Independencia.

Obviamente, el régimen de La Habana no tiene la intención de propiciar
una legislación que ponga en peligro o haga tambalear sus poderes cuasi
seculares. Tampoco, de manera aislada o proponiendo "delegados
opositores" a nivel de barrios lograríamos avances significativos. ¿Qué
nos impide, entonces, unirnos en un frente común por el derecho de todos
los cubanos al pluripartidismo y al sufragio? El momento actual nos
coloca ante una disyuntiva en la lucha pacífica por nuestras
reivindicaciones ciudadanas: o contemplamos pasivamente la legitimación
hasta el infinito de la dinastía Castro, o nos integramos –más allá de
ideologías, títulos y preferencias políticas– bajo un solo rótulo: CUBANOS.

Ya no nos queda nada por perder; en cambio, quizás tendríamos la
posibilidad de asistir al descubrimiento de nuestra propia fuerza.
Valdría la pena intentarlo.

* El Partido Comunista de Cuba, martiano y marxista-leninista,
vanguardia organizada de la nación cubana, es la fuerza dirigente
superior de la sociedad y del Estado, que organiza y orienta los
esfuerzos comunes hacia los altos fines de la construcción del
socialismo y el avance hacia la sociedad comunista.

Source: ¿Votarán los cubanos de afuera? | Cubanet -
http://www.cubanet.org/destacados/votaran-los-cubanos-de-afuera/

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