Thursday, March 19, 2015

Te lo dije

Te lo dije
[18-03-2015 18:53:01]
José Azel
Investigador, Universidad de Miami

(www.miscelaneasdecuba.net).- "Te lo dije" es una torpe expresión
infantil impropia de un ensayista. Discúlpenme, pero eso es lo que mi
corazón gritó cuando leí las demandas del General Castro para la
normalización de relaciones con Estados Unidos.
El General elevó la apuesta estableciendo precondiciones para Estados
Unidos: devolver la Base Naval de Guantánamo, levantar todas las
sanciones económicas, y compensar a su país por daños, de más de un
billón (en español) de dólares. Todo esto antes que las dos naciones
puedan reestablecer relaciones normales. Según el General, "si estos
problemas no se resuelven, este acercamiento diplomático entre Cuba y
EEUU no tendría sentido".

El año pasado escribí un artículo titulado "QHC: ¿Qué haría Castro?" en
el que observé que aquellos que abogaban por un cambio
unilateral-incondicional en la política de EEUU hacia Cuba erraban al no
preguntarse cómo respondería Cuba a tal apertura. Ahora sabemos la
respuesta a esa pregunta.

También anticipé en ese artículo que Castro demandaría compensación. No
fue una muestra de clarividencia particularmente deslumbrante, porque
Cuba había presentado sus demandas anualmente ante Naciones Unidas
durante décadas.

Destaqué que no preguntarse cómo respondería Castro era una extraña
omisión, dado que la formulación de la política exterior de EEUU se
compara a menudo con una partida de ajedrez, donde cada posible jugada
es analizada y sopesada pensando cuál sería la respuesta del
contrincante. Argumenté que era irresponsable abogar por un cambio de
política sin estimar lo que haría la otra parte. Un cambio en política
exterior busca reciprocidad.

No obstante, los defensores de un cambio incondicional de la política de
EEUU hacia Cuba tuvieron éxito en su cruzada, como evidenció el anuncio
del Presidente del 17 de diciembre de buscar la normalización, y en su
mensaje sobre el Estado de la Unión urgiendo al Congreso a eliminar
unilateralmente todas las sanciones económicas. Sin embargo, con ese
éxito viene el deber de aceptar responsabilidad por los resultados de lo
que apoyaron y recomendaron.

El argumento repetido a menudo era que la política de sanciones había
fracasado y se necesitaba un nuevo enfoque, pero ninguna opinión fue
expresada sobre lo que Cuba haría. Rehusando anticipar las contramedidas
de Cuba, los responsables de este desastre político desplazaron el
debate. Argumentaron que el fin unilateral de las sanciones económicas
trabajaría para fortalecer el sector de los trabajadores por cuenta
propia y así se fomentaría una sociedad civil más independiente del
gobierno. Con el tiempo esta sociedad civil más autónoma funcionaría
como agente de cambio para un gobierno democrático.

Ese argumento es plausible, pero débil. En un sistema totalitario
incluso los que trabajan por su cuenta están comprometidos con el
gobierno por la propia existencia de su negocio en innumerables caminos
burocráticos. El éxito del autoempleo en un marco totalitario no
confiere independencia del gobierno. Al contrario, hace que los nuevos
emprendedores se sientan más dependientes del gobierno que les otorga
permisos para operar. Así que el éxito no alimenta independencia del
gobierno sino más dependencia, porque pocos están dispuestos a arriesgar
su subsistencia enemistándose con sus todopoderosos patrocinadores.

Durante la protesta estudiantil en la Plaza Tiananmen, los comerciantes
chinos no salieron en defensa de los estudiantes. Más recientemente
fuimos testigos de una situación similar en Hong Kong.
Desafortunadamente, esas comunidades de negociantes no estaban
dispuestas a arriesgar sus posiciones y apoyar a los estudiantes que
promovían el cambio democrático. ¿Por qué suponer que actuaría de manera
diferente una comunidad cubana de negocios atada a un poderoso Estado
para sobrevivir?

¿Qué debería suceder ahora que Castro ha descartado sumariamente las
aperturas del Presidente, estableciendo precondiciones onerosas? Si
estamos verdaderamente interesados en promover la democracia en Cuba,
entonces La Casa Blanca, la Junta Editorial de The New York Times, y
todos los que han abogado por concesiones unilaterales al régimen de
Castro, deberían reconocer que leyeron erróneamente la naturaleza del
régimen. Nobleza obliga: quien proclame ser noble tiene que actuar como
noble.

Es más probable que la maquinaria propagandística trabaje tiempo extra
para desarrollar toda clase de argumentos doctrinarios colindantes con
el sofisma, sobre por qué deberíamos mantenernos en el nuevo rumbo,
tales como: el General Castro solamente estableció una posición para
comenzar a negociar; intentamos con sanciones económicas por medio
siglo, ¿no deberíamos dar algún tiempo a esta política?

Incluso podríamos comenzar a ver argumentos sugiriendo que realmente
Cuba tendría derecho a compensación, y que la Base Naval de Guantánamo
es innecesaria, una costosa reliquia de la Guerra Fría.

Tal vez yo debí haber escrito un artículo diferente, titulado ¿Qué haría
el Presidente cuando el General Castro ridiculizara su nueva política
hacia Cuba?

Source: Te lo dije - Misceláneas de Cuba -
http://www.miscelaneasdecuba.net/web/Article/Index/5509bb7d3a682e0ff4a01cb0#.VQq6l47F9HE

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