Monday, December 8, 2014

Turistas pobres, ricos solo en La Habana

Turistas pobres, ricos solo en La Habana
Vienen a la Isla, porque en sus países son nadie, y aquí se sienten
superiores ante la miseria y los nativos pedigueños
lunes, diciembre 8, 2014 | Luis Cino Álvarez

LA HABANA, Cuba -Aunque tratan de aparentar lo contrario, una buena
parte de los turistas que viajan a Cuba viven de forma bastante modesta
en sus países de origen. Algunos hasta se puede considerar que son
francamente pobres. Solo que del Primer Mundo…

Muchos son obreros u oficinistas que se la pasan ahorrando todo el año
para en las vacaciones poder visitar el Caribe. Cuba, en particular. El
dinero reunido no alcanza para ir a Cancún o Bahamas.

Vale la pena cohibirse y ahorrar para luego poder disfrutar no solo de
playas paradisíacas, habanos, ron y música salsa, sino también de las
reliquias del exótico parque temático de la revolución de Fidel Castro y
el trato de una población que vive de un modo tan miserable que a
cualquier pelafustán que muestre la cartera con un puñado de euros o
dólares, lo hará sentir como un potentado sahib.

No importa si los servicios y los hoteles no son tan buenos, y los
productos en las tiendas sean de mala calidad y bastante caros… Aquí
pueden sentirse a sus anchas, olvidarse de determinadas convenciones
sociales y hacer lo que en sus países no se les permite y tampoco
permiten aquí a los nativos, pero a ellos sí porque son extranjeros… Ya
se sabe: en Cuba los nacionales no tienen prioridad alguna, excepto para
la policía.

Hace un par de años conocí a un joven suizo que estaba fascinado por
Cuba. Paraba en una habitación alquilada en una casa particular por lo
que creía conocer bien cómo era la vida de los cubanos. No quería que le
hablaran de política, y menos de disidentes. Lo que más le gustaba,
aparte de lo desinhibidas que eran las muchachas, era lo barata que se
conseguía la marihuana y que podía ir en bicicleta por La Habana, raudo,
sin camisa, en short, bebiendo con la piel el sol tropical, olvidado de
multas y señalizaciones del tránsito.

Muchos vienen solo a pasear y divertirse. Otros, en plan turismo
ideológico. Pero no son pocos los turistas, lo mismo hombres que mujeres
que vienen en busca de sexo barato. El más barato del mundo. Puede
costar solo unas cervezas o una cena.

No son solo pervertidos y maniáticos. También y sobre todo, hay
solteronas, tímidos, apocados a los que les suele costar trabajo
relacionarse con los demás, impotentes, personas con inhibiciones y
complejos, ancianos libidinosos, homosexuales que ocultan serlo, gente
con gustos raros a la hora del sexo… Sentirse superiores a sus clientes
los ayuda a sentirse no solo desinhibidos, sino hasta amados y deseados.

Y aquí hay muchachas y muchachos para escoger. Carne de primera. Morena
y ardiente, como se supone sea en el Caribe. Y no hay que hablar
demasiado ni prometer mucho. Y si hay que regatear, las jineteras y los
pingueros, que no suelen ser muy exigentes, casi siempre hacen rebajas.

Claro, que en esto de la prostitución, siempre hay sus riesgos. Pero
nunca tanto como en Bangkok o en Río. Hay enfermedades venéreas,
asaltos, timadores y crímenes pasionales, pero no hay que exagerar…

Los turistas pobres son bastante fáciles de descubrir en La Habana. Se
les ve deambular sucios, mal vestidos, en chancletas, con mochilas a la
espalda, en busca de una habitación que rentar en una casa, que resulta
mucho más barata que un hotel. Se montan en las guaguas, y apretujados,
avanzan por los pasillos, cayéndose y empujando a los demás pasajeros.
Comen pan con tortilla o cualquier fritanga en cafeterías particulares
antes que en restaurantes o paladares. En busca de souvenirs que prueben
que estuvieron en Cuba, regatean a los vendedores, lo mismo una gorra
guerrillera –verde olivo y con una estrella roja, más a lo guardia rojo
de Mao que a lo Che Guevara– que una talla de madera que parece
representar a un cimarrón o unos borrones que recuerdan vagamente al
Morro, sobre un lienzo de un pobre diablo que dice ser pintor.

En sus tratos con los nativos, algunos turistas han resultado ser
verdaderos malandrines. Por no decir delincuentes. Y no me refiero
precisamente al armenio-canadiense Tomakjian, que no se sabe bien que
fue más, si lo que robó o lo que le robaron.

Conozco un músico habanero –toca guitarra, piano y alguna percusión
menor- que ha sido engañado por extranjeros tres veces en los últimos
diez años. La primera vez, por dos madrileños que le prometieron
llevárselo a tocar con uno de los más populares grupos de rock
españoles. La segunda vez por un canadiense que dijo ser productor
musical y le prometió llevárselo a Quebec y ponerlo a tocar como músico
de sesión con los mismísimos Burton Cummings y Randy Bachman, que decía
eran sus amigos y estaban a punto de formar una nueva banda. Y la
tercera, que fue la peor, por una mexicana.

Poco agraciada y bastante mayor ella, luego de acostarse con él, le hizo
firmar a mi amigo y al grupo que formó, un contrato leonino que lo
obligó, entre otras cosas, a montar un repertorio compuesto
exclusivamente por sones tradicionales, guarachas, boleros y bachatas.
Durante varios meses, por una miseria, tocaron en los peores tugurios
del DF y Cuernavaca, para un público bastante pendenciero. La productora
se aburrió de él, se lió con un adolescente dominicano y abandonó a los
cubanos a su suerte. Les fue muy mal. Nada les salió como esperaban. Los
cuatro músicos no quieren ni acordarse del hambre que pasaron para
reunir el dinero de los pasajes para regresar a Cuba.

Muchos de estos turistas, por muy pobretes, incultos y faltos de clase
que sean, se dan ínfulas y adoptan aires de superioridad con los
nativos. Como si todos los cubanos estuviésemos dispuestos a servirles
de criados o bufones. Como si estuviésemos obligados a menearnos al son
de las maracas.

A menudo uno siente vergüenza por tanto compatriota pedigüeño, servil,
que chapurrea unas cuantas palabras mal aprendidas en un inglés de erres
arrastradas que recuerda el de los indios de las películas del Oeste de
clase B, para ofertar lo mismo tabacos que muchachas o muchachos, o que
hacen de payasos, en las calles de la Habana Vieja, a cambio de unas
moneditas. ¡Y todavía queremos que nos respeten!

luicino2012@gmail.com

Source: Turistas pobres, ricos solo en La Habana | Cubanet -
http://www.cubanet.org/destacados/turistas-pobres-ricos-solo-en-la-habana/

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