Friday, December 12, 2014

Por tirar una foto, otra vez

Por tirar una foto, otra vez
YANIA SUÁREZ | La Habana | 12 Dic 2014 - 8:01 am.

Crónica de una detención junto a las Damas de Blanco, en el Día de los
Derechos Humanos.

Hace un año exactamente, la policía visible e invisible me mandó al otro
lado de La Habana por sacar una foto al cerco militar que rodeaba la
casa de Antonio Rodiles.

Anteayer las Damas de Blanco intentaban caminar por los alrededores del
cine Yara en medio de un operativo policial gigantesco. Sigue siendo un
error que las apresen por querer manifestarse pacíficamente. Yo andaba
por allí, algo confundida porque a poca distancia del lugar, el Gobierno
había montado un chiringuito donde le daba vivas a los Derechos Humanos
y decía que celebraba por todo lo alto el 10 de Diciembre.

De modo que me fui a ejercer uno de esos derechos. Al final, como
comprobé posteriormente en la estación, por mi cuenta no sólo prendieron
a las Damas, sino a todo el que andaba fotografiando por allí que no
fuera "de ellos".

Había patrullas y agentes encubiertos a ambos lados de la calle. Cuando
llegué al costado del Yara, un delator —antes periodista independiente—
justificaba a un corro de cámaras los arrestos: "las Damas de Blanco son
mercenarias al servicio de Estados Unidos, muchas andan con camisetas de
Laura Pollán, pero ninguna la conoció en vida…", y argumentos por el estilo.

Una joven vestida de blanco atraviesa la calle y la toman prisionera.
Muchos sacamos nuestras cámaras. El delator ocupa una posición
prominente, al estilo de un Usain Bolt fotorreportero, posa en el medio
de la calle, como significando que tomar fotos es muy legítimo. Yo le
hago una. Él se estresa y se ofende. Me increpa y me dice que si quería
una foto suya, él me la podía dar. Cualquiera es guapo protegido por
hombres armados, observo (yo estaba haciendo lo mismo que él, después de
todo).

Ya pasó. A los pocos minutos me introducían a la fuerza en una patrulla.
Sin explicaciones esta vez. "Tiene que acompañarnos."

En el parque de H y 21, a una cuadra de la Unión Nacional de Escritores
y Artistas de Cuba (UNEAC), el refuerzo policial es inmenso. Creo que
todos lo policías de La Habana y la Seguridad del Estado están aquí.

Ocupo una guagua con varias Damas de Blanco, entre ellas la muchacha que
acababan de prender. Nos conducen a la unidad de policía de Lugareño y
Aguilera, en 10 de Octubre. Aún sin explicaciones, me quitan la cámara.
Al cabo, un Mayor del Ministerio del Interior viene a "instruirme".

No me conoce, dice, y por lo pronto quiere saber si pertenezco a alguna
organización disidente o a las propias Damas. Pero yo estoy demasiado
alterada. Él, en cambio, sólo intenta dialogar. Si yo no pertenezco a
las Damas de Blanco, explica, quedaré libre para irme después de una
investigación.

Razoné que no tienen derecho a reprimir a las Damas de Blanco y que eso
no es lo que celebraban en el chiringuito. Él argumentó que, en su
opinión, no se encontraban reprimiéndolas, pero que, desde luego, yo
podía pensar otra cosa.

Minutos después el Mayor seguía suelto por ahí con su opinión y yo
estaba en un calabozo con la mía. Bertrand Russell tuvo emocionantes
cosas que decir sobre el contrasentido lógico. En la práctica, cuando lo
utilizan contra uno, no es tan divertido.

Tengo para mí que este año a los miembros del MININT les dieron un
taller relámpago sobre democracia, porque en la patrulla que me condujo
al parque de H y 21, una joven policía me dijo lo mismo que el Mayor:
"tú tienes tu manera de pensar, yo tengo la mía". Les faltó la clase
donde se enseña que por esa diferencia no hay que apresar a nadie. La
mujer policía improvisó entonces una respuesta: "Yo puedo." Obviamente,
ese es el problema.

En la estación vi a dos jóvenes detenidos también por sacar una foto.
Ella decía ignorar que "no se podía fotografiar a las Damas de Blanco".
Él estaba que trinaba, también defendiendo su inocencia.

Dentro del calabozo compartí unos minutos con una Dama, de apellido
Tamayo. Su historia es tremenda: un día entraron a su casa, la golpearon
hasta dejarla epiléptica para toda la vida. Su hija pequeña también fue
lesionada. Luego conoció las razones: era (sin saberlo) pariente del ex
preso político Orlando Zapata Tamayo. Por eso, al parecer, mereció la
paliza y una cárcel de tres años. Después se hizo Dama de Blanco.

Si los ampara el preciso argumento de la mujer policía —"Yo puedo"—,
comprobado en la práctica y sustentado en la ley ¿qué les impide dar
palizas y detener? Si destruyen las pruebas, como una foto, ¿en qué
reposar? ¿En sus buenas conciencias?

Al de la Seguridad que me condujo le pregunté si él sabía que era un
esbirro. Me respondió que sí. Deberían ayudar a esas personas en lugar
de utilizarlas. Pues se odian, en primer lugar, a sí mismas, y las
consecuencias pueden ser nefastas.

Cinco horas más tarde me hicieron firmar un papel donde constaba mi
liberación. Al dorso dejaban sentadas también las causas de la captura:
Actividad contrarrevolucionaria.

Me han imputado un delito de la nada. Ellos pueden.

Source: Por tirar una foto, otra vez | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/derechos-humanos/1418367688_11773.html

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