Thursday, December 18, 2014

Conquistar la democracia es tarea nuestra

Conquistar la democracia es tarea nuestra
MIRIAM CELAYA, La Habana | Diciembre 18, 2014

Tal como corresponde a las crispaciones derivadas de las polarizaciones
y de los conflictos políticos largamente sostenidos, la sorpresiva
noticia sobre la liberación de Alan Gross, por parte del Gobierno de
Cuba, y de los tres espías confesos cubanos, por parte del Gobierno
estadounidense, sumado al anuncio simultáneo del restablecimiento de las
relaciones diplomáticas entre ambos países, ha desatado una ola de
pasiones a ambos lados del Estrecho de la Florida.

Como "victoria de la dictadura", la han catalogado unos; como "traición
a las aspiraciones democráticas de Cuba y al liderazgo global de EE UU",
otros; y no han faltado quienes consideran "un crimen moral" lo que
denominan un canje entre personas encarceladas injustamente en Cuba y
tres criminales que ocasionaron muertes y duelo de familias cubanas.

En todos los conflictos, cada parte lleva algo de razón, pero cuando se
trata de acontecimientos históricos tan significativos como el de un
viraje radical en las relaciones Cuba-EE UU tras un diferendo de 50
años, es preciso dejar de lado los ardores y analizar con serenidad el
nuevo escenario, a fin de sacarle las mayores ventajas posibles.

Por otra parte, no debería percibirse como una pérdida la liberación de
un ciudadano estadounidense arbitrariamente preso y utilizado como rehén
de la dictadura cubana, así como de un grupo importante de presos
políticos. Todos ellos ahora han logrado reunirse con sus familias y
continuar con sus vidas. Si tal es la supuesta "victoria" de Raúl
Castro, yo la llamaría una victoria pírrica.

Pero en todo caso, tanto Alan Gross como los tres vasallos del feudo de
los Castro son temas que se agotan con su liberación. Lo realmente
trascendente es que con el restablecimiento de las relaciones
diplomáticas entre ambos países se ha roto el nudo gordiano que mantenía
el inmovilismo y la confrontación, y ahora quizás estamos ante un
abanico de oportunidades que deberíamos tratar de aprovechar, en lugar
de seguir entregados a lamentaciones y catarsis que no conducen a parte
alguna. Se trata, por así decirlo, del viejo principio del vaso que
podemos ver medio lleno o medio vacío. Yo elijo verlo medio lleno y
hacer lo posible por completarlo hasta el mismísimo borde.

Digamos, por ejemplo, que en lo sucesivo ya nadie podrá acusarnos de ser
"mercenarios al servicio de un país enemigo", en especial cuando
visitemos la sede diplomática estadounidense o participemos en debates,
actividades culturales o académicas, video-conferencias o cursos sobre
uso de tecnologías de la información y las comunicaciones e idioma
inglés, que allí se imparten. Tampoco se podrá seguir justificando la
teoría de David vs Goliat, o la renuencia a ratificar los Pactos de la
ONU firmados en febrero de 2008, entre otros tantos recursos esgrimidos
por el régimen. Cierto que éste no necesita pretextos para reprimir y
para mantener secuestrados los derechos ciudadanos; pero hoy Barack
Obama ha puesto el balón de este lado de la cancha, lo que coloca bajo
presión política a la cúpula cubana.

Otro punto a seguir de cerca será la manera en que se aplicarán los
acuerdos y de qué forma EE UU velará por que los verdaderos
beneficiarios de tan trascendentales cambios sean los cubanos y, en
especial, la sociedad civil emergente. En todo caso, el Gobierno
estadounidense ha corroborado su compromiso con las aspiraciones
democráticas largamente postergadas en la Isla, y con este paso decisivo
también asume una gran cuota de responsabilidad histórica con las
consecuencias que se deriven de ello.

Es difícil imaginar los malabares que tendrá que hacer el Gobierno
cubano para conciliar los principios "antiimperialistas" del ALBA y de
sus aliados regionales con esta renovación de relaciones con el villano
norteño. Si algo no perdona la izquierda son los adulterios o la bigamia
ideológica. En todo caso, la parte cubana tiene ahora cuatro meses de
gracia, hasta la Cumbre de las Américas a celebrarse en Panamá, para
demostrar a la administración estadounidense que está dispuesta a
avanzar en materia de derechos humanos. El mensaje de Barack Obama en
tal sentido, fue casi un ultimátum.

En resumen, haciendo un análisis superficial de las respectivas
alocuciones de los presidentes de ambos países, los contrastes saltan a
la vista: uno joven, vestido elegantemente de civil, hablando sobre el
futuro que espera de estos cambios de política desde la sede de su
gobierno; el otro, octogenario, embutido en un ridículo uniforme militar
y aplastado bajo el peso de medallas y charreteras, leyendo con aire
fúnebre y voz gangosa un papel, desde una horrible oficina donde no hay
siquiera una simple computadora. Barack Obama representa una nueva era
mientras Raúl Castro es el pasado, por más que nos empeñemos en ignorar
esa realidad.

Por demás, resulta patético asumir el éxito o fracaso de nuestra lucha
contra la dictadura en dependencia de que se mantenga o no una política
foránea. EE UU ha demostrado tener una capacidad y una disposición
inigualables para apoyar a los cubanos, pero conquistar la democracia
es, sin dudas, una tarea nuestra.

La sociedad civil independiente, incluyendo en ella todo el amplio
espectro de opositores, activistas, periodistas, etc., podemos ahora
elegir entre dos actitudes: aferrarnos al anacronismo de la beligerancia
y el atrincheramiento que tanto hemos criticado al régimen, o asumir los
desafíos que nos ofrecen los nuevos tiempos. El momento puede ser
interpretado como una derrota o como una crisis de crecimiento. En lo
personal, prefiero crecer.

Source: Conquistar la democracia es tarea nuestra -
http://www.14ymedio.com/opinion/Conquistar-democracia-tarea_0_1690630922.html

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