Tuesday, December 9, 2014

Asamblea de moral comunista

Asamblea de moral comunista
[09-12-2014 10:05:37]
Martín Guevara Duarte
Escritor

(www.miscelaneasdecuba.net).- Terminaba una maratónica reunión del
Comité Central del Partido Comunista de Cuba, presidida por el
Presidente del Consejo de Estado y de Ministros, Presidente de Cuba,
presidente del Partido Comunista de Cuba y del Buró político del
Partido, Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz (sepan disculpar si pasé
por alto unos cuantos cargos más, pero es que se me empezaba a olvidar
lo que quería escribir).
Antes de salir cada uno a la casa de su amante a bajarse su pomo de ron
y lijar su pernil de jamón para disipar el agobio de seis horas de muela
interminable, de una especie de Do sostenido del Comandante y la
profunda, aunque secretísima depresión a que ello podía someter, la
reunión exigía que todos votasen los puntos que se habían tocado durante
los milenios que pareció durar el acto.

En el preciso instante, en que el genízaro de gesto adusto al referir su
mirada al público y solícito al agacharse ante la escudriñadora
vigilancia de Guarapo, invitó a levantar las manos a quienes estuviesen
de acuerdo con las propuestas del Comandante, un asistente de una de las
filas del medio, que había pasado aquél sucedáneo de "la eternidad",
aplaudiendo rabiosamente cada intervención divina, sintió una fuerte
punzada que le recorrió desde el dedo pulgar e índice todo el brazo
hasta la parte derecha del pecho, haciéndose particularmente
insoportable el dolor en la base de la tetilla, el hombre hizo todo lo
posible manteniendo el rictus impasible, como un maniquí de cera, por no
torcer su gesto, no arruinar la fiesta de la pasión al Líder, al dios
devorador del mal, hizo denodados esfuerzos por no emitir un quejido, ni
siquiera un gruñido que pusiese sobre aviso a los asistentes vecinos de
su asiento. Sólo si su esposa, sus hijos o su amante se encontrasen allí
y le prestasen más atención a él que a Guarapo, habrían podido notar por
la rigidez de las comisuras de sus labios, la palidez de su rostro y el
agarrotamiento de sus dedos, que una parte suya reclamaba urgente
auxilio al ánima de la discreción.

El genízaro, asombrado ante la insistencia del asistente en no alzar su
mano dando a entender un voto negativo con su actitud, cosa que no había
ocurrido jamás en décadas de reuniones, tuvo un rapto de suprema
solidaridad, mostró un gesto en el límite de la lealtad y tras un
prolongado silencio casi absoluto, roto únicamente por un flato del
asombrado hermano achinado del monarca barbudo, se dignó a repetir al
invitación por segunda y última vez, haciendo énfasis en ello, a votar
la propuesta que como una bendición, bajaba en forma de lineamiento
desde el trono principal.

El desconcertante y bravo asistente de los brazos en posición de
descanso, de la innovadora y pionera abstención, valeroso desacato de la
sempiterna unanimidad revolucionaria, desoyó la invitación, ya
presentaba signos de momificación, sus pantalones estaban mojados, las
manos retorciendo sobe las rodillas y su mirada perdida.

Entonces el genízaro, ya abandonando todo vestigio de complicidad con el
inconsciente desgraciado, se dirigió directamente a él ante el
escrutinio en el gesto de Guarapo y de su achinado o hermano de vientre
flojo, diciéndole:

-Compañero, ¿está votando usted en contra de los lineamientos de nuestro
Comandante en Jefe?

-Argh- fue lo único que alcanzó a responder el temerario militante antes
de balancearse hacia adelante y terminar cayendo de forma pesada sobre
el suelo del teatro Karl Marx.

Sus vecinos de asiento mostraron alarma conscientes de que tampoco era
muy recomendable desvivirse por salvar a un presunto traidor, pero
también impresionados ante la posibilidad de que todo pudiese acabar
allí, lo socorrieron y animaron a los otros asistentes llamar a una
ambulancia.

Unos días más tarde, el militante del Comité Central recuperó su salud y
fue considerado definitivamente fuera de peligro por el infarto que
había sufrido aquella fatídica tarde, cuando creyó que sería dado de
alta del hospital, recibió la visita de un superior comunicándole que
lamentablemente en el mundo se había difundido la noticia de que por
primera vez, una medida del Comandante no había sido unánimemente
respaldada por todo el Comité Central, y entonces desde el Buró Político
se decidió que demasiado contemplativa e indulgente, era la Revolución
con elementos que la traicionaban de aquella manera, pero no podían
arrogarse el derecho que soberanamente le pertenecía al pueblo, de
perdonar semejante ultraje a los héroes, a los mártires de la
revolución, al pueblo entero, por ende se lo envió a la Taiga rusa a
cumplir veinte años de reclusión, empezando por construir el tren de
Baikal Amur, intercambiándolo por un ruso que cortaría caña en la
provincia de Oriente durante las horas de más sol por la misma cantidad
de años, ya que se había quedado dormido en un acto de Leonid Ilich
Brezhnev.

El cubano aguantó mucho frío pero a los pocos años llegaron la
Perestoika y Glasnot y fue puesto en libertad, vagando durante unos años
por la Siberia en estado de enajenación mental, ingiriendo hielo con
excrementos y vodka, hasta que una investigación periodística recuperó
su curiosa historia y se convirtió de repente en un hito, en un ejemplo
de las más altas cotas del coraje disidente, alternando premios y
menciones con personalidades del tamaño de Lech Walessa y Vaclav Havel
en las principales convenciones internacionales de derechos humanos.

El ruso corrió una suerte menos afortunada, se cuenta que aún corta caña
en algún área de castigo, pero que ni siquiera sus centinelas lo
reconocen y saben diferenciarlo de los demás castigados autóctonos, ya
achicharrado por el sol, sus ojos azules ennegrecidos por el hollín de
la caña quemada, su idioma reducido como el de sus colegas a sonidos
guturales.

Los domingos, único día de descanso, se cubre de agua salada excremento
y ron.

Source: Asamblea de moral comunista - Misceláneas de Cuba -
http://www.miscelaneasdecuba.net/web/Article/Index/5486bb613a682e11d4936c88#.VIblQzHF9HE

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