Friday, November 7, 2014

La apuesta del New York Times

La apuesta del New York Times
Menos mal que en la Casa Blanca están conscientes de que tres espías por
Alan Gross es un pésimo negocio
viernes, noviembre 7, 2014 | René Gómez Manzano

LA HABANA, CUBA. — El influyente diario New York Times ha agregado un
nuevo capítulo a su apuesta editorial para que el gobierno de Barack
Obama normalice las relaciones con el régimen castrista. A los tres
artículos de fondo anteriores (en los que reclama el levantamiento
unilateral del embargo), el pasado fin de semana adicionó otro referente
al caso de Alan Gross, el contratista norteamericano, encarcelado en La
Habana desde hace casi cinco años.

Los planteamientos del periódico izquierdista al respecto son
terminantes: "Sólo hay una manera viable de retirar a Gross de una
ecuación suficientemente compleja. La administración Obama debe
canjearlo por tres espías cubanos que llevan más de 16 años tras las
rejas en Estados Unidos". Ni siquiera el Ministerio de Relaciones
Exteriores castrista fue tan explícito en su declaración oficial del
pasado junio. En ella sólo se atreve a aludir, de manera eufemística, a
la "disposición de Cuba a buscar de conjunto con Estados Unidos una
solución a los casos de Gross y de Gerardo, Ramón y Antonio, que sea
aceptable para ambas partes".

Entre las razones que justificarían la liberación de estos últimos tres
espías, los editorialistas neoyorquinos citan "las críticas válidas que
han surgido respecto a la integridad del proceso judicial que
enfrentaron". Resulta curioso que los colegas del New York Times,
tratándose de un caso en el que ellos mismos han equiparado dos juicios
realizados en países distintos, critiquen el celebrado en Estados Unidos
mientras justifican el de Cuba.

Este planteamiento carece de fundamentación. El juicio de Miami fue el
más largo celebrado en el gran país del Norte. Durante meses desfilaron
testigos, entre ellos agentes del FBI que ilustraron a la corte sobre
los innumerables mensajes cruzados entre los espías y sus jefes de La
Habana. También colaboraron con las autoridades norteamericanas la mayor
parte de quienes integraban la Red Avispa. Entre otros datos, salieron a
la luz las instrucciones cumplidas para penetrar en instalaciones
militares de la Florida y los planes que desembocaron en el derribo de
dos avionetas desarmadas cuyos cuatro ocupantes civiles perdieron la vida.

Por el contrario, en el meteórico juicio de Gross lo único que se puso
de manifiesto fue la trivialidad de la acusación formulada: facilitar a
sus correligionarios judíos de la Isla un teléfono satelital; es decir,
un equipo cuya tenencia es lícita en casi todo el mundo. Si las
autoridades totalitarias de La Habana han prohibido su uso, resulta
evidente que esa arbitraria veda no podría justificar la brutal condena
de quince años impuesta al contratista, nada menos que por realizar
supuestos "actos contra la independencia y la integridad territorial del
Estado".

Los editorialistas norteamericanos aluden también a "los posibles
beneficios que un canje podría representar para lograr un acercamiento
bilateral". El diario neoyorquino afirma que ese cambio "podría abrir el
camino para reanudar lazos diplomáticos". Y hace un planteamiento
siniestro: "Si Gross muere estando en custodia, la posibilidad de
establecer una relación más saludable con Cuba desaparecerá por varios
años".

Esta última afirmación es cierta, aunque imprecisa. Esperemos que, por
el bien del mismo contratista y sus seres queridos, ella no se haga
realidad. Pero el periódico hubiera hecho bien en precisar que, si ahora
mismo sucediera lo peor, el tiempo durante el cual no podrían
normalizarse los vínculos bilaterales sería exactamente de dos años, que
es lo que falta hasta las próximas elecciones presidenciales en Estados
Unidos.

Este tema de la posible muerte en prisión de Gross nos conduce por otro
camino: uno puede estar de acuerdo en que ese desenlace es "enteramente
evitable", como afirma el New York Times, pero la pregunta que se impone
(y que el periódico no se molesta en plantearse siquiera) es: ¿Por qué
deben ser las autoridades de Washington las que cedan! ¡Si las que están
apuradas por alcanzar una solución son las de La Habana!

Es probable que la campaña editorial dirigida a normalizar las
relaciones bilaterales responda a los intereses de determinados círculos
deseosos de invertir en Cuba. Pero no parece razonable pensar que la
generalidad de ellos esté apurada por hacerlo. Además, a la luz del
encarcelamiento reciente de varios capitalistas de países anglosajones
(de lo cual ahora mismo es ejemplo el canadiense Cy Tokmakjian, también
sancionado a quince años), no les arriendo la ganancia a quienes sí
aspiran a ello.

Pero hay algo que no creo que admita dudas: ¡Cambiar a los tres espías
por Alan Gross sería un pésimo negocio! ¡Menos mal que en la Casa Blanca
están conscientes de ello y que su vocero descartó el intercambio
propuesto por el despistado New York Times

Source: La apuesta del New York Times | Cubanet -
http://www.cubanet.org/opiniones/la-apuesta-del-new-york-times/

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