Saturday, October 11, 2014

Un barrio chino sin chinos (y sin barrio)

Un barrio chino sin chinos (y sin barrio)
Calles destruidas, locales vacíos, precios inaccesibles y una marcada
falta de higiene, es el panorama actual de un barrio que ya, sin dudas,
ha dejado de existir.
jueves, octubre 9, 2014 | Marcia Cairo y Ernesto Pérez Chang

LA HABANA, Cuba -¿Qué ha sucedido con los chinos del Barrio Chino de La
Habana? ¿A dónde se han ido? Son preguntas que algunos se hacen cuando
atraviesan ese pequeño paseo de la calle Zanja que antes fuera el centro
neurálgico de uno de los más importantes asentamientos de inmigrantes
orientales.

El éxodo masivo de los comerciantes a causa de las injustas y absurdas
expropiaciones realizadas en los primeros años de la revolución, el
cierre obligatorio de la mayoría de las sociedades fraternales,
regionales, profesionales, patronímicas y comerciales por considerarlas
no apropiadas para la formación del "hombre nuevo", la desatención de
las tradiciones, las tensas relaciones con China por la injerencia
política de la Unión Soviética durante más de treinta años, la
desaparición física de casi todos los inmigrantes debido al paso de los
años, más el actual plan de reunificación familiar auspiciado por el
gobierno chino, han terminado por convertir al barrio en una especie de
ciudad fantasma.

Época de oro

Antes de 1959, el Barrio Chino de La Habana era, en buena lid, una
ciudad dentro de otra. Las decenas de manzanas colmadas de comercios,
factorías y negocios de variado tipo, que ocupaban el mismísimo centro
de la urbe, lo convertían en un punto de obligada visita para cualquier
cubano o extranjero de paso.

Fue en La Habana de la primera mitad del siglo XX donde se estableció la
más importante comunidad asiática de América. No solo comida china y
criolla expendían los mercaderes, también exquisitos adornos de jade y
marfil, utensilios de nácar, vajillas de porcelana, sederías, aceites y
perfumes exóticos.

Entre los años 30 y 50 del siglo XX se multiplicaron las empresas
comerciales y los bancos de capital considerable. Tan solo en 1932 la
Cámara de Comercio registró casi cuatro mil negocios —entre puestos,
fondas, lavanderías, bodegas, panaderías, restaurantes y hoteles— cuyos
propietarios eran chinos.

Decadencia del presente

Alexis Claro Li, nieto de chinos y administrador de un pequeño
restaurante, nos habla de la pérdida de las tradiciones y de cómo la
mayoría de los comercios, al ser gestionados por personas ignorantes de
la culinaria asiática, ofrecen platos y productos que nada tienen que
ver con la cultura china, ni siquiera con la cocina criolla que se hacía
en las fondas de los años 50, además nos asegura que la disminución de
los paquetes de ayuda (consistentes en alimentos y medicinas donados por
el gobierno chino) que regularmente recibían, así como las actuales
posibilidades de retornar a China han determinado la despoblación del
sitio, transformado en una especie de trampa turística para incautos.

Muy pocos de los establecimientos que visitamos en nuestro recorrido son
atendidos por personas de ascendencia china. Solo en restaurantes como
el de la actual Sociedad Chang o en el de Alexis Claro Li, o en el Tien
Tan pudimos encontrar platos típicamente asiáticos. Este último es
famoso por ser el lugar donde ―según nos informan, a modo de comercial,
los propios empleados del restaurante― todas las semanas el pintor
Alexis Leyva (Kcho), en contradicción con sus anacrónicos llamados al
"compromiso revolucionario" de los artistas e intelectuales, gasta una
verdadera fortuna en comidas y bebidas.

A la entrada del barrio, como por un milagro, aún se mantiene en pie el
viejo cine-teatro. En su mejor etapa, por su escenario pasaron las más
reconocidas compañías de ópera de China. Hoy es un edificio en
condiciones deplorables, rodeado de podredumbre, tan desolado como el
local del periódico Kwong Wah Po.

Al fondo del callejón se alza el otrora prestigioso restaurante El
Pacífico, considerado el más importante de su época y de los pocos
establecimientos de Ultramar que llegaron a servir el famoso Pato Lacado
Pequinés. Actualmente ha sido desalojado para transformarlo en una
escuela de idioma para estudiantes chinos, según nos informó un
funcionario de la Oficina del Historiador de la Ciudad.

Calles destruidas, locales vacíos, malos olores a comida en
descomposición y a grasas reutilizadas, comercios falseados,
dependientes que acosan a los paseantes con sus pobres ofertas a precios
desorbitantes en comparación con los bajísimos salarios que paga el
Estado, ese es el panorama actual de un barrio que ya, sin dudas, ha
dejado de existir.

Source: Un barrio chino sin chinos (y sin barrio) | Cubanet -
http://www.cubanet.org/destacados/un-barrio-chino-sin-chinos-y-sin-barrio/

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