Saturday, October 25, 2014

El tamaño sí importa

El tamaño sí importa
CARLOS ALBERTO MONTANER | Miami | 25 Oct 2014 - 9:30 am.

Cuando el debate acerca de la dimensión a adoptar sacude a todo el planeta.

No piense mal. Me refiero al Estado. Este es un debate que sacude al
planeta.

El tamaño del Estado, por supuesto, importa mucho, pero lo realmente
vital es la calidad (como en lo otro, lector malpensado). Lo esencial es
cómo, en qué, por qué y quiénes se gastan los recursos que se les
entregan, y no a cuánto ascienden.

El argumento supuestamente objetivo para recomendar o condenar un modelo
u otro de Estado, suele establecerse contrastando su gasto público con
el PIB o valor de toda la riqueza creada por el país a lo largo de un año.

Los defensores del gasto público alto generalmente se acogen al ejemplo
escandinavo. El Estado finlandés consume un 53,7 del PIB, el danés el
55,9, el sueco el 51,4 y el noruego el 56,8. Y no cabe la menor duda de
que esa zona es quizás la más rica y mejor administrada del planeta. La
más apacible, civilizada y equitativa.

En cambio, los partidarios del gasto público reducido le imputan la
extraordinaria vitalidad de Suiza que solo dedica al Estado el 33,7%.
Pero más impresionante aún son Hong Kong, un 21,2; Estados Unidos, un
17, y Singapur un reducido 15,4. (Todos estos datos, son oficiales y los
tomo del CIA World Factbook porque adapta las cifras a los precios de
consumo o PPP).

Naturalmente, a los efectos de alcanzar prosperidad colectiva es muy
importante la proporción de riqueza que se le entrega al Estado por
medio de los impuestos para dedicarla a los gastos comunes, pero mucho
más trascendente que ese dato objetivo son la calidad de las
instituciones y las reglas, los valores que prevalecen en el grupo y el
comportamiento de los servidores públicos, o sea, el capital intangible
del Estado.

En general, los países desarrollados, y entre ellos los escandinavos,
aparecen entre los más honorables (Transparencia Internacional), los
mejor educados (Índice de Desarrollo Humano), y los que poseen un clima
más hospitalario para hacer negocio (Doing Business Index del Banco
Mundial).

Pero eso también puede afirmarse de Suiza, Hong Kong, Estados Unidos y
Singapur. Entre uno y otro grupo hay grandes diferencias en la
proporción del gasto público, pero notables similitudes en la forma en
que crean la riqueza y abordan el servicio al Estado.

Aunque sea incómodo, hay que admitirlo: las sociedades que cuentan con
los valores, conocimientos y creencias adecuados generan de manera
espontánea funcionarios dotados de actitudes positivas, Estados
eficientes y administradores comprometidos con el bienestar general que
proponen y ejecutan mejores medidas de gobierno.

Esto es vital entenderlo, aunque conduzca a cierta melancólica
conclusión: los políticos y servidores públicos no son mejores o peores
que el conjunto de la sociedad de donde surgen. Si entre ellos abundan
los bribones o, por el contrario, las personas voluntaria y
conscientemente subordinadas a la ley que actúan decentemente, es porque
esas son las raíces generales de la tribu a la que pertenecen.

Hago esta observación porque escuché en España, recientemente, a tenor
de los escándalos que sacuden al país, que todos los dirigentes de los
partidos políticos, sindicatos y empresarios, a la izquierda y a la
derecha, son "chorizos" (delincuentes).

No es así. El asunto tal vez es más grave. Desgraciadamente, aunque en
el país hay mucha gente honorable, un alto porcentaje de la sociedad
española ignora la ley y trata de violar las reglas, como también sucede
en Italia, en Grecia y en otras 100 naciones. De esos polvos provienen
estos lodos. Es un problema del conjunto de la sociedad, no de unos
pocos individuos.

Me temo que en casi toda América Latina es aún peor. El capitalismo que
existe es el del compadreo y el pago de "comisiones". Muchos políticos,
electos o designados, roban a manos llenas. Los votantes son estómagos
agradecidos. Los enchufados que cobran y apenas trabajan son legión. Hay
países en los que la burocracia pone trabas solo para provocar coimas.
El robo, el peculado y la malversación son la norma y a la mayor parte
de la sociedad no parece importarle. ¿Para qué seguir?

Esta observación nos lleva de la mano a formular una especie de triste
regla general: es contraproducente, incluso suicida, entregarles una
parte sustancial del trabajo de la sociedad a Estados en los que
predominen la irresponsabilidad, el clientelismo, la imprevisión, el
nepotismo, los gastos caprichosos, las personas mal formadas, ladronas,
mentirosas, poco rigurosas y carentes de un verdadero espíritu de servicio.

Baltasar Gracián lo hubiera formulado de esta manera: si el Estado es
malo, es preferible que sea pequeño. Si es bueno, en cambio, podemos
discutir el monto apropiado de los impuestos. Una persona responsable no
le entrega una navaja a un mono borracho.

Source: El tamaño sí importa | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/cuba/1414191035_10962.html

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