Tuesday, September 9, 2014

Verdad que le zumba el mango?

¿Verdad que le zumba el mango?
JOSÉ PRATS SARIOL | Miami | 9 Sep 2014 - 9:33 am. | 0

La propaganda oficialista intenta hacer pasar por intolerante a todo el
que advierta contra las trampas de la elite político-militar cubana.

Ni Paquito D'Rivera en su opinión sobre la actuación en La Habana de
Pancho Céspedes, ni lo que algún otro intelectual o artista del exilio
opine sobre las recientes declaraciones de Descemer Bueno, ni lo que yo
piense sobre los escritores que aún creen en el castrismo, pasan de ser
—en democracia— más que puntos de vista, sin consecuencias de
ostracismos o cárcel, mítines de repudio o burdas descalificaciones
profesionales.

Ninguna implica la más mínima incitación a la violencia o la negativa al
diálogo civilizado. Ninguna se opone a transformaciones pacíficas para
sacar a nuestros hermanos de la miseria moral —robar, fingir...— y
económica, donde el PIB —y el poder adquisitivo para una libra de
malanga— se ríe de los Lineamientos y sigue en triste caída olímpica.

Que un programa de opinión en la TV hispana de Miami ponga en aprietos a
Manolín, alias el Médico de la Salsa, cuyas respuestas en la entrevista
resultaron contradictorias, no le trae al músico ningún corte del
estipendio mensual en CUC o ninguneo en los medios, palizas casuales en
una esquina o interrupción del acceso a internet, suspensión de gira
artística o insultos del vicepresidente de la UNEAC, el musicólogo Pedro
de la Hoz.

Sin embargo, la perversidad de la propaganda oficialista nos rueda la
bola de intolerantes. ¡Serán tramposos! Aunque el mango es de la India y
los mejores me los he comido en Tabasco: ¡le zumba el mango!, el mango
cubano... O le zumba la berenjena o le zumba el merequeté.

Le ronca la malanga —ponga usted su dicharacho— que advertir contra las
trampas de la elite político-militar resulte sinónimo de inflexibilidad,
rigidez. Recuerda otra frase popular, que diera lugar a una comedia
cinematográfica: Los pájaros tirándole a la escopeta.

¿O acaso el Instituto Cubano de Literatura y Lingüística, cumpliendo
órdenes del Partido Comunista, pretende darle otro significado a
"tolerancia" y su antónimo con el prefijo; como hiciera en la época de
los comisarios José Antonio Portuondo y Mirta Aguirre, cuando
suprimieron a exiliados y disidentes del Diccionario de la Literatura
Cubana o minimizaron sus obras y revistas, con la ayuda de un grupo de
empleados oprimidos?

Debe de ser —allá casi todo es "de madre", en el sentido de "el colmo"—
porque la confusión parece una historia interminable, tan absurda como
grotesca: resulta que los tolerantes son los Castro y su gendarmería, la
Seguridad del Estado y las Brigadas de Respuesta Rápida.

Hace unas semanas critiqué el uso erróneo de "reconciliación". Argumenté
en ese artículo —con prudencia y tono de preguntas— que no puede haber
reconciliación sino negociaciones —toma y daca, tit for tat— con el
castrismo tardío y los malabares para sobrevivir en el poder de sus
hijos no putativos y putativos.

Solté la jauría. Unos cuantos tontos útiles, capitalistas
inescrupulosos, buscadores de que les publiquen allá y desde luego que
agentes encubiertos del aparato de inteligencia de la dictadura, me
acusaron de intolerante. ¡De madre!

En 2014 —ya los furores de los primeros años de la revolución son
recuerdos malogrados— la abrumadora mayoría de los cubanos practicamos
entre nosotros una hermosa confraternidad, sobre todo en los momentos de
fuertes urgencias o necesidades que exigen apoyo real, no eslóganes. Y
no solo como relación familiar —donde se han suspendidos los
sectarismos, desavenencias y hasta silencios durante décadas—, sino por
el simple hecho de haber sido vecinos, trabajadores en el mismo sitio,
condiscípulos... Apenas debe haber cubanos que no puedan llenar una
página con ejemplos de nuestra actual confraternización; aunque haya
excepciones —sobre todo entre "revolucionarios"— y desde luego, sin que
sea superior a la de cualquier otro pueblo.

No tiene sentido reconciliarnos porque ahora —insisto en que corre el
2014 y no 1961— el enemigo es un sistema que ha demostrado
contundentemente ser ineficaz, propiciar mediocres y zánganos, favorecer
la hipocresía —oportunismos, picarescas...— y la consecuente miseria
moral; instaurar las más increíbles formas de corrupción —le venden a
los jubilados, por la izquierda, a 25 centavos, las bolsas de las
tiendas que en los portales venden a un peso—; alentar la emigración
entre los jóvenes —descapitalizan al país— como tabla de salvación.

Muy pocos cubanos se oponen a negociar. El problema que los ancianos
guerrilleros desean evadir es, precisamente, la negociación. ¿Qué
estarían dispuestos a abolir, modificar o instaurar? ¿O —como siempre—
quieren que sea gratis, que no haya negociaciones sino sumisiones?

¿Permitirían que los emigrantes tuviéramos los mismos derechos civiles,
como ocurre en México, El Salvador o Guatemala? ¿Aceptarían una nueva
Constitución sin unipartidismo y controles estatales de corte leninista?
Si a cambio de los tres espías están dispuestos a dar a Alan Gross, ¿qué
dan por salir de los listados excluyentes en Washington y Wall Street?
¿Podría despolitizarse la enseñanza escolar y lograr así que los jóvenes
se interesen por la política y no piensen obsesivamente en partir?

Eso sí se negocia, no se reconcilia. Y nadie con un mínimo de
flexibilidad, sutileza previsora y deseos reales de solución pacífica,
se opone a sentarse a esa mesa. Una mesa donde la dignidad del exilio y
la disidencia interna no deben excluirse. Una mesa plural, sin olores
rancios a castrismo, cucaracha y embargo.

¿O quiénes son los demócratas? ¿Verdad que le zumba el mango?

Source: ¿Verdad que le zumba el mango? | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/cuba/1410117044_10295.html

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