Monday, September 15, 2014

Ocultar el problema no lo resuelve

Ocultar el problema no lo resuelve
[15-09-2014 09:54:01]
Alberto Medina Méndez

(www.miscelaneasdecuba.net).- La eterna mirada de corto plazo, las
interminables urgencias electorales y la imperiosa necesidad de sostener
poder, vienen empujando a los gobiernos y a la política a disfrazar la
realidad para no quedar exageradamente expuestos. Apelan con convicción
a deformar las cifras, implementar normas y confundir a toda la sociedad
para lograr sus objetivos.
Muchos dirigentes políticos piensan que su tarea consiste en esconder
problemas, justamente porque estos pueden ser ocultados indefinidamente.
Siguen apostando a la dinámica que les propone esa vieja estrategia que
dice que lo que no se puede visualizar, no existe.

El recurso más común, aunque no el único, reside en manipular las
estadísticas. El objetivo central es que "el termómetro" no alerte sobre
la presencia de la fiebre, o si lo hace, que parezca algo de escasa
gravedad.

La leyenda dice que si las cifras no convalidan un suceso, este
mágicamente desaparece convirtiéndose entonces en un tema absolutamente
subjetivo, opinable, de meras percepciones y sensaciones.

Es imposible dar batalla a los asuntos que preocupan si antes no se sabe
su magnitud aproximada y si no se alcanza previamente un diagnóstico
afinado que permita saber como enfrentarlo con cierta chance de éxito.

Algunos gobernantes han decidido deliberadamente silenciar las
dificultades, ponerlas bajo la alfombra y que no se hagan evidentes. No
es que no sepan que la mentira tiene patas cortas y que tarde o temprano
la verdad saldrá a la luz, sin que exista modo alguno que evite su
visibilidad.

Lo que sucede es que ellos apuestan decididamente al corto plazo.
Trabajan para que el obstáculo no los afecte electoralmente en el turno
que se acerca. El subsiguiente está demasiado lejos. Más adelante
decidirán ocuparse de él o simplemente volver a disimularlo hasta mejor
oportunidad.

No es que los políticos realmente crean que el conflicto dejará de estar
presente por su simple capricho. Saben que eso no ocurrirá. Para ellos
sólo se trata de superar la coyuntura, de patear el inconveniente hacia
adelante y no precisamente de invertir energías en solucionarlo.

En general son asuntos complejos, cuya resolución lleva mucho tiempo.
Por eso no hacen esfuerzo alguno en solucionar la cuestión de fondo,
porque su eventual éxito no podrán capitalizarlo políticamente.

La lógica de la democracia contemporánea obliga a triunfar en cada turno
electoral. Siempre la elección más importante es la que viene. Por eso
el político sólo intenta superar la coyuntura, sin pretender resolver el
aprieto.

Una parte importante de la responsabilidad tiene que ver con una
sociedad que también juega ese juego, que permite que la prioridad
electoral sea más trascendente que los escollos que propone la
cotidianeidad.

La mayoría de la gente premia con su voto a los que niegan las
contrariedades y no a aquellos que deciden exhibirlas. Es por eso que
los que ofrecen un mundo color de rosas se ven incentivados a repetir
conductas inadecuadas. La sociedad ha caído en la trampa de la "evasión".

Habrá que asumir que las dificultades están ahí. Una decisión normativa
no elimina la pobreza sólo por modificar ciertos parámetros. Tampoco la
actitud de no denunciar hace que los niveles de delincuencia disminuyan.
La inflación no se reduce porque la lista de productos incluidos en el
relevamiento se altere, o porque los algoritmos y ponderaciones se
manipulen para minimizar su impacto. Tampoco al impedir que los alumnos
tengan puntajes bajos se los convierte en inteligentes o sabios.

Es probable que por ahora triunfe la mezquina modalidad de camuflar
problemas. Es posible que los más perversos dirigentes se salgan con la
suya durante algún tiempo. Es factible que la gente termine castigando
electoralmente a los que les hablan desde la incómoda sinceridad.

Pero no menos cierto es que las sociedades maduran y que, en algún
momento, los ciudadanos entenderán que es preferible enfrentar la verdad
por dolorosa que sea, a vivir en un mundo irreal plagado de fantasías.

Desde lo estrictamente práctico, lo más relevante pasa por comprender
que los tropiezos que no se explicitan, tampoco se atienden. Y que
aquellos otros a los que se intenta quitarle relevancia, jamás serán
encarados.

Como en la vida misma. Si alguien no identifica un drama, no se ocupará
del mismo. Si cree que es insignificante, tampoco merecerá que se le
preste demasiada atención. Sólo valdrá la pena ser abordado cuando su
existencia obstruya posibilidades futuras o impida seguir adelante con
el presente.

Una forma de interrumpir esa inercia es recompensar a los que no eluden
la realidad, a los que la describen con crudeza. Son ellos los que
podrán diseñar soluciones efectivas, los que se animarán a abordar los
asuntos con la seriedad que se merecen. Los otros, los que juegan al
ritmo de la democracia electoral, los que se sirven de ella, seguirán
funcionando con las crueles reglas de la actualidad, intentando
desnaturalizarlo todo, escondiendo las preocupaciones, no porque vivan
engañados, sino porque saben que la sociedad los incentivará a recorrer
ese camino. Es la gente y no la política la que debe entender que
ocultar el problema no lo resuelve.

Source: Ocultar el problema no lo resuelve - Misceláneas de Cuba -
http://www.miscelaneasdecuba.net/web/Article/Index/54169b193a682e165cfa1aee#.VBa3qPmSwx4

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