Friday, August 8, 2014

Encrucijada, en el dilema de sus caminos

Encrucijada, en el dilema de sus caminos
JOSÉ GABRIEL BARRENECHEA, Encrucijada | Agosto 07, 2014

Encrucijada es un pueblo mediano del norte de Villa Clara, sin agua
potable y sin alcantarillado. La presencia de hidrantes en algunas
esquinas atestigua que en algún momento tuvimos acueducto. Mientras la
importante cantidad de bustos, monumentos y tarjas conmemorativas apunta
a que en ese nebuloso tiempo anterior también teníamos civismo.

Habitamos en este pueblo poco más de doce mil personas, pero también
unos cuantos cientos de cerdos, que los vecinos crían en sus patios. En
las ardientes tardes de verano sus inmundicias les dan al pueblo su olor
característico.

En esos otros tiempos cívicos de que hablábamos, Encrucijada era llamado
el "París chiquito". No habitaban cerdos en su área urbana, y la
sucursal del Banco Pujol atendía a unos 1.500 campesinos y pequeños
propietarios comerciales. Hoy las cuatro cuadras de comercios, que hasta
pagaban un custodio propio, han desaparecido.

Por estos días las ruinas del Hotel Alvaré cumplen cincuenta años.
Cierto comisionado municipal decidió en 1964 que la Revolución iba a
levantar un hotel "más mejor todavía", por lo que al día siguiente se
comenzó a derribar esta joya arquitectónica. Una súbita amenaza
imperialista, de las tantas, detuvo las obras de la nueva edificación.
Medio siglo después aquel cascarón incompleto sigue en pie, mientras el
hospitalito, con solo siete años de levantado, muestra una cuestionable
capacidad para durar lo mismo.

A Encrucijada lo cruza un arroyo, seco la mayor parte del año pues con
el aumento en la molida de sus centrales, hace un siglo, crucificaron el
bosque virgen de los aledaños, por donde cimarroneara alrededor de 1870
el Esteban Montejo de Miguel Barnet. El arroyo, no obstante, a ratos
sorprende.

En los años setenta, recuerdo las crecidas del "río" y a mi hermano con
el agua a la rodilla, que me llevaba en brazos a la seguridad de la casa
de mi madrina Petra. La misma que protagoniza el dicho local "va a
llover más que el día en que se casaron Petra y Pellejero". La
construcción de micropresas en su curso superior acabó con esos desmadres.

La realidad, sin embargo, ha superado a la capacidad planificadora del
marxismo-leninismo, por lo que todavía el arroyo suele transformarse en
un río de hasta 80 metros de orilla a orilla. Desde la azotea de la
biblioteca municipal, antes Casino Español, se divisan las chimeneas de
cuatro centrales: Constancia, Carmita, Macagua y Santa Lutgarda. Otros
dos serían visibles si quitáramos de en medio los Mogotes del Purio: la
del central de idéntico nombre, y la del Nazábal.

He hablado de chimeneas y no de centrales, porque de los seis solo
muelen todavía dos. A los restantes le robaron la maquinaria y hasta la
techumbre, como antes pasara con los carriles de vía estrecha que
cubrían de cuadrículas toda la vasta zona cañera.

En mi infancia y adolescencia la zafra marcaba los ritmos, creaba toda
una cultura, la del azúcar. No solo porque los pitos de los centrales
que llamaban a cada uno de los tres turnos de trabajo de ocho horas
regularan el tiempo. Tampoco porque en la madrugada los trenes cargados
de caña me iniciaran en los misterios de la distancia. Más bien era toda
una cultura industrial, mecánica y a la vez atenta al clima y a la
tierra, que lo llenaba todo y a todos, dotando a los encrucijadenses de
una amplitud de horizontes que ha desaparecido.

Al día de hoy Encrucijada es un pueblo muy alejado de lo que fue. Del
que sus mejores hijos se han marchado a un ritmo alucinante, hacia la
Habana o Barcelona, pero sobre todo a Miami y en cigarretas, por las muy
vigiladas costas del municipio. Muchos podrían haber hecho sus vidas
aquí, pero puestos ante la encrucijada de nuestra realidad, tomaron el
camino de marcharse.

Source: Encrucijada, en el dilema de sus caminos -
http://www.14ymedio.com/reportajes/Encrucijada_0_1610238965.html

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