Monday, July 7, 2014

Vivo con la esperanza de encontrar el país que busco

"Vivo con la esperanza de encontrar el país que busco"
Una chica de Alamar publica en París. Imposible vivir de la literatura:
cuatro dólares por un guión original para radio. Entrevista a la
narradora y periodista Verónica Vega
lunes, julio 7, 2014 | Marcia Cairo

LA HABANA, Cuba.- Con grandes ojos y mirada inteligente, esta mujer nos
habla de su vida y su escritura. Verónica Vega, La Habana 1965.
Narradora y periodista. Fue guionista de Radio para programas
infantiles. Sus textos han sido publicados en la revista Extramuros,
Caimán Barbudo, Caminos, del Centro Martin Luther King, y el proyecto
digital Esquife. Su novela Aquí lo que hay es que irse fue publicada en
Francia como Partir, un point c est tout, en 2010. Escribe para sitios
digitales como HavanaTimes, Diario de Cuba y Cubanet.

¿Cómo ha influido la escritura en tu vida, o la vida en tu escritura?

- La escritura fue un intento de escape, como lo fue la danza o la
pintura en los 90s. Empecé con una especie de prosa poética, un mundo
adonde quería huir de lo que se ve en Cuba: las guaguas llenas, las
casas cayéndose, los animales hambrientos y enfermos, la hipocresía y la
abulia.

-Pero esa realidad fue mucho más fuerte, me tomó por asalto, me obligó a
confrontarla y a escribir sobre ella. Y en esa lucha terminé en esta
escritura que definió alguien como "dulcemente amarga o amargamente dulce".

-Lo que escribo es Cuba y también una búsqueda que la trasciende: una
confrontación con mi conciencia o con eso que se ha maltratado tanto (de
hecho y de palabra): Dios, o una realidad que no es tangible.

¿Te defines narradora o periodista?

-No me gusta auto nombrarme periodista porque he visto que el periodismo
puede ser avasallador, inhumano. También se enfatiza mucho en una
objetividad que está siempre condicionada por tantos intereses
contrapuestos. Entonces, prefiero defender el derecho a hablar desde mi
experiencia personal, que al final es incuestionable.

-Realmente no sé mucho de periodismo, empecé en HavanaTimes como una
alternativa económica por la imposibilidad de vivir de la literatura.
Escribí un tiempo guiones para el programa infantil de Radio
Metropolitana. Crear para los niños me fascinó, pero el pago era infame:
60 pesos (unos cuatro dólares) por un guión de ocho páginas que incluía
un cuento totalmente inédito, y además, gastos de impresión.

-Pero en mis artículos defiendo el derecho a una expresión más bella,
más literaria. Y eso es también honestidad. No puedo traicionar esa
necesidad intrínseca. Ahora colaboro además con el sitio Diario de Cuba.

¿Por qué el periodismo digital?

-Porque no hay otras opciones. Ni para recibir un pago mínimamente
digno, ni para decir lo que pienso. HavanaTimes se convirtió en mi
espacio casi inmediato de libertad, y digo "casi" porque no tengo acceso
directo a internet, como no lo tiene la inmensa mayoría de los cubanos.

-El periodismo oficial nunca fue para mí una alternativa. Publiqué en
algunas revistas artículos sobre arte o temas que no rozaban (no podían)
la crítica social. Los problemas de Cuba están ausentes en toda la
prensa de la isla, y no hablo de lo que dice la oposición, por ejemplo,
de la necesidad del pluripartidismo o elecciones libres o de si hay o no
represión.

-Hablo de algo mucho más simple, de cosas que nos saltan a la cara: el
hedor en la ciudad, por la basura, por los animales muertos
(atropellados en la calle o sacrificados como ofrenda religiosa), el
desamparo de nuestros ancianos, el simbolismo de los salarios y lo
irracional de los precios. La angustia diaria del cubano de a pie no
está en la prensa ni en el noticiero de televisión.

En tus artículos y tu narrativa es una constante la preocupación por los
animales. ¿Por qué?

-Los animales son parte de la vida humana, el hombre los desarraigó de
su medio natural, los adaptó a la vida civilizada, a estas junglas de
cemento donde ya no pueden sobrevivir sin su ayuda. Pienso, como decía
la zorra del Pequeño Príncipe: "Eres responsable de lo que has
domesticado". En Cuba no hay leyes que protejan a los animales, eso es
horrible, y nos degrada.

-Los niños torturan y matan gatos, los campesinos violan chivas y
puercas, es normal. Se monta alguien en la guagua repleta, con un ave,
cabeza abajo, me pregunto cómo puede respirar. Entre las voces airadas
de la disidencia no he visto todavía un proyecto pensado para esta
carencia. Es un indicativo de cuánta sensibilidad nos falta. Pienso,
como Gandhi, que la forma en que se trata a los animales define la
grandeza de una nación.

Naciste en La Habana metropolitana, pero Alamar ha sido el lugar donde
has vivido más tiempo. ¿Cómo ha marcado tu obra?

-Mi familia vino para Alamar ilusionada con el mito de "la ciudad del
futuro". Por entonces se decía que aquel proyecto tenía el apoyo directo
de Fidel, que sería el fin del protagonismo urbano del Vedado o Miramar.
Yo tenía catorce años. A primera vista, no me gustaron los edificios,
feos, grises, tampoco estar en un lugar tan apartado y hasta inconcluso.
Esa visión de la tierra colorada y tanto espacio entre una y otra
instalación… Me producía una especie de opresión, o de tristeza.

-Pero fui conociendo gente muy inquisitiva, intensa: artistas,
escritores, viví el esplendor de la Galería Fayad Jamís, la
efervescencia creativa de un espacio donde se respetaba y se defendía el
arte. Ibas a la costa y te encontrabas con un grupo de artistas e
intelectuales. Descargas con guitarra, debates… En esos mismos arrecifes
se encontraron luego restos humanos remolcados por el mar: había
comenzado el éxodo del 94.

-La destrucción, como pasa con el propio cuerpo en el proceso de
envejecer, es un proceso lento y uno tarda en darse cuenta. Alamar ahora
mismo es una ciudad que me duele, por todo lo que quisiera hacer, por
todo lo que no depende de mí.

¿Qué significó OMNI?

-Fue un impacto. Yo venía de una familia que nunca fue "de clase", pero
tampoco era marginal. Desde niña me gustó la música clásica y el ballet.
Entonces conocí a esos locos que se vestían con una saya o ropa pintada
o se desnudaban en la calle… Usaban jerga y decían malas palabras pero
leían poemas en la guagua, citaban a Lezama, a Ángel Escobar. Creían,
como Martí, que "la poesía es más importante que las industrias, porque
apuntala o derriba las almas".

-Asistí a sus performances, al festival Poesía sin Fin. Aprendí a soltar
la palabra con su propia fuerza interna, lo mismo si expresa la miseria
o la falta de libertad. A no aligerar su peso. Aprendí a que el horror
conviviera con la belleza, tal como sucede en la vida real.

¿Por qué te han publicado una novela fuera de Cuba, y en tu propio país
se desconoce tu obra?

-Una amiga francesa me pidió esa primera novela y se la mostró a una
traductora excelente, Christilla Vasserot, que vivió en Cuba y conoce
Alamar. A ella le encantó y convenció a la editorial Christian Bourgois
de correr el riesgo con una escritora desconocida. Fue así de simple.
¡Ojala en Cuba pudiera ser así!

-Nunca llevé ese libro a una editorial aquí, pero intenté ingresar con
ella a la UNEAC y vi cuán arbitrarios son los procesos en las
instituciones. No me interesa insistir.

¿De qué adolece la literatura cubana actual, y a tu entender qué la
salvaría?

-He conocido autores que escriben muy bien y no han logrado salir del
taller literario. Por otro lado, me cansé de comprar libros cubanos cuya
lectura abandono porque los siento vacíos, plagados de acrobacias
verbales o ingenio, o juegos escatológicos. Sin madurez o peor, sin nada
que decir.

-Entonces, algo anda mal en los procesos de selección: no se publica lo
mejor que se produce, y ni siquiera lo que podría ser vendible. Los
libros se destiñen en las vidrieras de las librerías. Y a la Feria del
Libro las multitudes van a consumir de todo, menos literatura.

-La salvación sería la misma que para todo lo demás: pluralidad, no
pasar a los autores ni a la obra por un filtro político. Permitir que
existan editoriales no estatales.

¿Qué visión hay en la isla de los escritores de la diáspora en estos
momentos?

-Ninguna. Son víctimas de lo que definió tan bien Reina María Rodríguez
como "muerte por silenciador". Poco a poco, uno va descubriendo que no
conoce el arte cubano, la literatura cubana. ¡Tanto talento que nos
perdemos, tanto vacío en nuestra historia! Es un triste desperdicio.

Se puede percibir la introspección en tu forma de narrar. ¿Has tenido
influencias de algún autor en ese sentido?

-Es difícil a veces definir quién nos influye. Tal vez la misma Reina
María, o un libro como "Las Olas", de Virginia Woolf. La escritura para
mí es la manifestación de una voz subconsciente, algo más profundo que
la sensación, la observación o la reflexión.
En tu novela y en tus cuentos hay temas recurrentes, como el desarraigo,
la identidad, las carencias materiales y espirituales. Fragmentos que se
unen desde el pasado y el presente. ¿Podrías hablar de esto?

-Pertenezco a una familia signada por el exilio. Mi padre se fue del
país cuando yo tenía menos de tres años. De niña, mi madre nos mostraba
a mis hermanas y a mí, desde la azotea del edificio, ese mar tras el que
mi padre había desaparecido, ese país no visible donde nos íbamos a reunir.

-Crecí convencida de que este no era mi lugar, solo una "sala de
espera", como las de las estaciones o los aeropuertos. Y he vivido
primero esperando y luego buscando ese país que al final no llegó a ser
Estados Unidos, ni otro, pero tampoco es Cuba. No sé si es un país
mental, pero vivo con la esperanza de encontrarlo.

¿Proyectos inmediatos?

-Publicar mi primera novela, la que yo escribí en español pues solo se
ha publicado su traducción al francés. Y ojala fuera posible en Miami,
un lugar al que por la propia trama le pertenece.

Le deseo mucha suerte a esta mujer que tiene tanto que decir de ella
misma y de Cuba, un país que también está hecho de fragmentos.

Source: "Vivo con la esperanza de encontrar el país que busco" | Cubanet
-
http://www.cubanet.org/destacados/vivo-con-la-esperanza-de-encontrar-el-pais-que-busco/

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