Friday, July 11, 2014

Por un debate sin exclusión

Por un debate sin exclusión
ELIÉCER ÁVILA, La Habana | Julio 10, 2014

En los últimos años han aparecido en la escena cubana algunos espacios
para el debate. Sin embargo, han tenido una escasa influencia en la toma
de decisiones y en la vida práctica del país. ¿Por qué?

1- Casi todos los debates se desarrollan en La Habana.

Por lo general, fuera de la capital no existen oportunidades para
dialogar. Las ideas e, incluso, los consensos que nacen a diario en La
Habana causan estupor en las provincias del interior. La evolución
ideológica es claramente asimétrica en Cuba, y esto se nota en el
comportamiento de todos, desde la gente común hasta los funcionarios del
Estado, de las instituciones y de las autoridades represivas.

2- No se hace lo suficiente para socializar los debates.

La mayoría de las instituciones, fundaciones y centros académicos que
organizan talleres, conferencias y discusiones ni siquiera graban o
reproducen en algún formato las intervenciones, los razonamientos y las
polémicas. Los debates mueren en el mismo espacio en el que nacen, sin
que el resto de los cubanos se enteren de que sus vidas y sus problemas
están siendo analizados. Hay algunas excepciones a esta regla, pero el
costo de reproducción, tanto en papel como en formato digital, convierte
este material en un producto prohibitivo para la inmensa mayoría, que no
va a dejar de comprar una librita de carne o seis de arroz para adquirir
un DVD.

3- Los medios oficiales están al margen de los debates político-sociales.

La televisión, la radio y la prensa, que debieran ser por excelencia los
espacios habituales para el debate, no cuentan con un solo programa de
este tipo. Eso sí, tienen numerosos espacios para hablar de la pelota.
Sin embargo, muy de vez en cuando pasa algo inesperado y entonces se
forma un alboroto, porque un humorista ha expresado alguna crítica o
porque "se han filtrado" unos comentarios atrevidos del economista Juan
Triana, que es todo un experto en jugar con la cadena sin meterse con el
mono. El programa de la Mesa Redonda, que ha servido de inspiración a
los mejores chistes por su insoportable parcialización, ahora intenta
"polemizar" en algunos puntos no esenciales, pero ya no tiene público ni
credibilidad.

4- La participación en los debates es mínima.

Los que participan a los debates son una minoría que no representa la
diversidad de nuestra sociedad. Los espacios donde se puede dialogar son
muy pocos, lo que permite un mayor control del aparato del Estado. Sin
embargo, es justo reconocer que al menos en dos de los espacios más
notables -las revistas Temas y Espacio Laical-, se ha logrado atraer un
público diverso que aporta opiniones y propuestas distintas a las del
Gobierno. Como se dice por acá, "del lobo un pelo", y en este caso un
pelo ya es algo importante.

5- Los paneles nunca son verdaderamente plurales.

En un país donde existen una riqueza y una diversidad palpables de
pensamiento, es desesperante ver que los panelistas coinciden siempre en
todos los debates, hasta en los detalles. Se convierten en un "equipo"
que, ante los cuestionamientos del público, se une para apagar cualquier
llamita que "caliente" el escenario.

6- Los expositores en cualquier debate tienen que "sacar licencia" antes
de opinar.

Los panelistas recurren a una estratagema que consiste en "sacar
licencia", es decir, usan los primeros minutos de su intervención para
recordar que son de izquierda, antimperialistas, latinoamericanistas,
martianos y, sobre todo, que el objetivo del debate es aportar a la
construcción del "modelo de sociedad que Cuba ha escogido". Dicho esto,
ya están "autorizados", y entonces se permiten algunas críticas sobre la
economía, la censura, la falta de conectividad con Internet y lo que sea.

7- Nunca se invita a un disidente a formar parte de un panel.

En los debates más importantes, es común escuchar disertaciones de
encumbrados intelectuales sobre diversidad, tolerancia, respeto,
participación... Pero nunca se atreven a romper el hielo para ser
coherentes con sus propios discursos. En todas las ramas existen
profesionales altamente calificados que discrepan abiertamente del
Gobierno y defienden ideas serias sobre la construcción de una realidad
distinta. El hecho de excluirlos resta mucha legitimidad a los debates.

8- Si el espacio de debate surge desde la oposición, hay patrulla para
todo el mundo.

Estado de Sats, la revista Voces, los muchachos de Omni y otros tantos
foros con diferentes perspectivas se convirtieron en oasis donde la
gente se reunía para debatir, presentar publicaciones, hacer cafés
literarios, tardes de cine, conciertos, lecturas de poesía y una larga
lista de actividades en las que participaban asiduamente personas de
todas las tendencias y de varias regiones del país. El éxito de esos
grupos hizo que la Seguridad del Estado decidió desmantelarlos por
completo. Detenciones, acoso, amenazas, golpes, actos de repudio y mucha
difamación fueron herramientas que a largo plazo terminaron
desincentivando a los asistentes. Y no es para menos. No es normal que
alguien salga de su casa para asistir a la presentación de un libro y
termine lleno de moratones en un calabozo y pierda el trabajo del que
comen sus hijos. No se dice nada sobre esto en los debates semioficiales
que hoy se mantienen. A fin de cuentas... competencia eliminada.

9- El Gobierno jamás asiste a los debates.

En buena parte del mundo, al contrario de lo que aquí se dice, los
ministros y hasta el presidente del país imparten conferencias y asisten
a programas de televisión y foros para discutir proyectos e ideas. Acá
el Gobierno no conoce el debate, salvo un par de aprietos que han pasado
dentro y fuera del país, cuando el guión se ha salido de control. Nunca
se sabe cuál es la conexión que existe, si es que existe, entre las
discusiones intelectuales y la toma de decisiones por parte del
Gobierno. Por otro lado, no son pocos los que creen que un debate a
fondo y público entre altos representantes del Estado y de la oposición
podría cambiar de golpe la mentalidad nacional y el rumbo del país.

Pese a todos los obstáculos, es imprescindible seguir participando en
todos los espacios que aparecen y propiciar que se abran otros, sobre
todo en las provincias menos favorecidas, donde no llega el flujo de
información pero sí todos los males del sistema. Cada uno de nosotros
tiene una cuota de responsabilidad en el fomento de la cultura del
respeto, premisa indispensable para el ejercicio de la opinión y el
pensamiento, que llevan al cambio y al progreso.

Source: Por un debate sin exclusión -
http://www.14ymedio.com/opinion/comunicaciones-debate-opinion_0_1593440651.html

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