Tuesday, July 22, 2014

Mi héroe de camiseta - la historia olvidada de un piloto de Playa Girón

Mi héroe de camiseta: la historia olvidada de un piloto de Playa Girón
Posted on 21 julio, 2014
Por Clive Rudd Fernández

Recuerdo que yo tenia unos 10 años cuando mi padre me llevaba de un
ministerio a otro a cobrar su salario. Lo mismo podía ser el Ministerio
del Azúcar o el de Transporte. El no trabajaba en ninguno, pero cobraba
una vez al mes su salario integro. Realmente no trabajaba en ninguna
parte, eran órdenes del ministro de las Fuerzas Armadas.

Aquella situación me era difícil de entender cuando en mi cabeza de niño
de 14 años mi padre era un héroe de Cuba y piloto de la Fuerza Aérea que
se jugaba la vida por la nación.

Cuando le preguntaba, ¿viejo, qué sabes tú de azúcar? o ¿por qué recibes
salario del Ministerio de Transporte si no trabajas aquí?, me decía con
esa mirada fría y fija que lo caracterizaba: "Es que Diocles está ahora
aquí". Después regresaba su cara hacia otra parte donde su mirada no
chocara con la mía y hacía una mueca con su comisura labial, que era su
manera de decir "pregunta incómoda, no hagas ni una más". Como le tenia
mucho respeto, yo cerraba el pico inmediatamente.

Diocles era el Ministro Diocles Torralba, con historia en las Fuerza
Aérea de la Revolución, y que entre sus tareas estaba atender al héroe
digerido y defenestrado de la Revolución, Douglas Rudd, mi padre.

Durante mi adolescencia comencé a darme cuenta de que en esta historia
faltaban pasajes. Mi viejo, que no era de mucho hablar y mucho menos de
ufanarse, no tocaba jamás los temas de aviones ni las historias de
combates aéreos en Playa Girón o de su participación en la campaña
cubana en Vietnam.

De vez en cuando me atrevía preguntarle cuándo me llevaría a volar.
Siempre me decía, sin mirarme a los ojos: "Un día de estos". Después
supe que hacia años que no volaba y jamás volvería a hacerlo en toda su
vida.

Así las cosas, el vacío del silencio de mi padre lo fueron llenando las
anécdotas de sus amigos, que me contaban de las hazañas de mi padre en
la Fuerza Aérea, de cómo jugo un papel crucial como piloto en Playa
Girón y sus funciones como parte de los asesores militares que el
gobierno de Cuba había enviado a la guerra de Vietnam.

Me contaron que después de su ascenso en las filas de la Fuerza Aérea
comenzó a cuestionar decisiones del alto mando y que la dirección de la
revolución le dio suficiente alertas de que se olvidara de sus ideas y
propuestas y que siguiera "la línea trazada por la Revolución y por Fidel".

Allá por 1968 mi padre, decepcionado con el proyecto de los hermanos
Castro, pidió su renuncia para irse a volar como piloto civil a la
compañía Air France, donde tenía apalabrado un empleo.

Tan pronto comenzó a circular el rumor de su renuncia, lo detuvieron por
tener en su casa "documentos de seguridad nacional". Según algunos de
los viejos pilotos con los que he hablado, aquellos documentos de
seguridad nacional no eran más que los manuales de vuelo de algunos de
los aviones con que estaban trabajando en el momento y era un práctica
rutinaria tener copias en la casa para repasar las capacidades técnicas
de los equipos.

Después de un juicio expedito, fue llevado a la prisión de La Cabaña
condenado a 30 años de privación de libertad. De allí se fugó por mar
junto con otros dos presos comunes.

Esperando a Celia Sánchez

Muchos años después mi madre me contaría de sus penurias en Villa
Marista bajo intensas horas de interrogatorios, embarazada de mi hermana
menor Yvonne para saber el paradero de mi padre.

Mientras mi madre estaba bajo torturas psicológicas por el Ministerio
del Interior, un dispositivo policial y militar se desplegó por toda La
Habana en busca del héroe perdido.

Mi padre estaba sentado día y noche en las afueras de la casa Celia
Sánchez Manduley, mano derecha de Fidel Castro, para exigir
explicaciones por el comportamiento de la revolución hacia su persona y
hacia el país.

Cuando lo encontraron Celia logró que le conmutaran la condena de
prisión y le enviaran a su casa. Desde ese momento tuvo terminantemente
prohibido trabajar en Cuba. El único empleador de la Isla, el gobierno
de Cuba, lo había condenado al plan pijama. En ese plan estuvo por más
de 25 años hasta que se pudo ir del país.

Años después de ser liberado, un alto general de la Fuerza Aérea
(DAAFAR) se le apareció en su apartamento del Vedado a decirle que el
general de Ejercito Raúl Castro quería condecorarlo el 17 de abril en la
conmemoración del 25 aniversario de Playa Girón. Mi padre lo echó de su
casa gritándole un par de groserías. Tantos años sin poder ejercer
ningún tipo de empleo habían acabado con sus magros "talentos de
socializar".

Ya por los años 80 me dio la impresión que estaba delirando. Un día me
dijo: "La Unión Soviética se va a caer en pedazos y nadie la va a
llorar. Fidel va a haitianizar Cuba y nadie se lo va a impedir… trata de
irte de este país tan pronto puedas; no hay futuro ni para ti, ni para
el resto de la juventud cubana en los planes de Fidel que no incluyan
absoluta sumisión".

En uno de sus últimos delirios me dijo; "Clive, el General de Brigada y
jefe de la fuerza aérea militar cubana Rafael del Pino me vino a ver
para decirme que estaba planificando fugarse del país en un Cesna de
doble motor y que si yo quería irme con él, y por supuesto le dije que
no; de seguro que es una trampa para enviarme a la cárcel de nuevo".

Por supuesto, no le presté mucha atención a aquella anécdota y pensé que
además de delirante se estaba volviendo paranoico. Hasta que escuché por
Radio Martí y por canales alternativos la historia de la fuga del
General Rafael del Pino y su familia en 1987. Varios años después cuando
saqué mi licencia de piloto privado en Inglaterra, volaría con Rafael
del Pino por las afueras de Londres y me confirmaría que la invitación a
mi padre había sido cierta. La paranoia que le habían metido dentro de
su DNA le hizo perder la nave de escape.

La imagen del héroe

Mi padre logró finalmente salir de Cuba en 1990 y murió dos años después
en la casa de uno de los pilotos contra quien había luchado en Playa
Girón. Reconciliado con sus enemigos de combate, pero no con su pasado.

Después que logré salir de Cuba en 1992, pasarían 15 años de mi propia
reconciliación con mi pasado y mi país para que yo regresara a Cuba.

En uno de mis viajes en 2008, viajé a Cuba con un periodista amigo mío
Inglés del periódico The Independent. Le comenté que mi padre como
muchos de los padres de mi generación habían dado su vida y su juventud
por el proyecto de la revolución, pero que muchos de ellos habían sido
devorados y defenestrados por esa misma bestia insaciable que ellos
ayudaron a crear y ahora formaban parte de la lista de los enemigos.

Dimos un recorrido básico por el Museo de la Revolución de La Habana
hasta que llegamos a la sala de la batalla de Playa Girón. Allí me
encontré con el asombro de que mi padre, Douglas Rudd, quien había sido
condecorado y defenestrado por el hombre nuevo revolucionario, tenía su
nombre inscrito en la pared como uno de los héroes de la victoria de
Playa Girón. Después de destruido, digerido y engullido el ser humano,
decidieron dejar la imagen del héroe, porque vende ideas y camisetas en
un museo o encualquier lugar turístico de La Habana.

A mi padre lo sigo recordando como cuando era niño, cuando lo soñaba
volando, jugándose la vida y combatiendo por causas justas y grandes.
Como un hombre de gran coraje. A mis hijos les he dicho desde muy
pequeños que los héroes de camiseta no existen.

Source: Mi héroe de camiseta: la historia olvidada de un piloto de Playa
Girón | Café Fuerte -
http://cafefuerte.com/cuba/16187-mi-heroe-de-camiseta-la-historia-olvidada-de-un-piloto-de-playa-giron/

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