Wednesday, July 23, 2014

De cómo el socialismo podría imponerse al capitalismo

De cómo el socialismo podría imponerse al capitalismo
PEDRO CAMPOS | La Habana | 23 Jul 2014 - 10:10 am.

Su triunfo en el siglo XXI tendrá que ser por vía de la superioridad
económica y social. Tendría que superar prejuicios, dogmatismos y
banalidades.

La sociedad de los capitalistas se impuso a la feudal de los reyes y la
nobleza, como esta se impuso a la de los esclavistas por representar
avances generales para el bienestar de la humanidad en todos los
sentidos: económico, político y social. En el trasfondo, casi invisible,
descansaba una nueva forma de organizar la producción material, una
nueva manera de hacer producir a la fuerza de trabajo, un nuevo modo de
producción.

El trabajo asalariado (capitalista), en comparación con el trabajo
siervo (feudal) y, desde luego, respecto al trabajo esclavo,
representaba una forma superior de organización de la producción no solo
más acorde con el desarrollo de los medios y técnicas de producción,
sino también más libre y menos inhumana. El desposeído ahora se
beneficiaría también de las conquistas democráticas logradas junto a los
burgueses y se le reconocerían derechos antes inimaginables para los
siervos o los esclavos.

Las revoluciones políticas burguesas ocurrieron cuando ya los
capitalistas tenían control de buena parte de la economía, especialmente
el capital financiero, controlaban el mercado, la industria y la
agricultura y la continuación de las relaciones feudales impedían la
expansión de los capitales. Allí donde los reyes y señores feudales se
mostraron más complacientes con los poderosos dueños del dinero, los
procesos de cambio de poder entre clases fueron menos violentos, o más
pacíficos si se quiere, o se desarrollaron en forma compartida. Es lo
que explica la permanencia de monarquías en Europa, todavía en el siglo XXI.

Ya luego el capitalismo se fue extendiendo por todo el planeta a sangre
y fuego, no solo contra los antiguos regímenes feudales, sino imponiendo
su control por la fuerza en antiguas colonias, de, otrora, potencias
feudales, donde podían encontrar materias primas y mano de obra barata.

De hecho, las revoluciones políticas burguesas tuvieron lugar luego de
profundos cambios en las relaciones de producción ocurridos en pleno
feudalismo, contra el que lucharon burgueses y proletarios unidos, las
nuevas clases, para empoderar políticamente a las respectivas
burguesías, de manera que estas pudieran desplegar todos los potenciales
del nuevo modo de producción asalariado y convertir al capitalismo en
sistema dominante a escala mundial.

Esas son enseñanzas de la historia que no deben olvidarse. Los que han
pretendido ignorarlas, han terminado fracasando.

Los pueblos asumirán el socialismo como sociedad, esa que solo sigue
siendo una utopía y que nada tiene que ver con el "socialismo"
pretendido desde el Estado todoposeedor y tododecididor, cuando el nuevo
modo de producción en que se sustenta, esté en capacidad de demostrar en
la práctica que es superior al sistema de explotación asalariado en
todos los órdenes, algo que se viene realizando poco a poco, en el
propio seno de la sociedad capitalista, con la creciente organización
productiva de los trabajadores libremente asociados para laborar y
convivir, en las diversas formas de tipo cooperativo-autogestionario,
las que apenas son perceptibles para muchos.

Socialismo y mercado

Hoy está muy claro para buena parte de la humanidad que el capitalismo,
movido únicamente por su ánimo de lucro, es el responsable de la
paulatina disminución de lo recursos naturales y de los crecientes
desastres ecológicos. Existen incluso capitalistas filántropos, que
reconocen la necesidad de cambiar su sistema de explotación; pero por
limitaciones clasistas y debido a toda la confusión que generó el
"socialismo real", no encuentran el camino.

Cada día es más evidente que solo una concepción sobre la forma de
organizar la producción distinta a la predominante
capitalista-asalariada, racional, capaz de integrar los intereses del
hombre y la naturaleza, podría preservar los ecosistemas, el medio
ambiente y la vida en la tierra.

Algunos anticapitalistas rechazan las cooperativas como forma genérica
de la producción socialista, sin comprender que tales empresas
cooperativas funcionan internamente de forma distinta a las empresas
capitalistas, de acuerdo con una forma de organización colectiva y
democrática, que es la esencia del nuevo modo de producción y porque las
ven como partes del sistema capitalista, sin percatarse de que están
obligadas a relacionarse y subsistir en ese medio, atendiendo a las
reglas generales del mercado existente.

Estos compañeros, revolucionarios honestos, no me refiero a los
oportunistas burócratas que han pretendido eternizarse en el poder
estatal, siguen sin ver el socialismo en la nueva forma de producción,
en la autogestión de los trabajadores que implica el cooperativismo, y
lo siguen buscando en "la propiedad colectiva de todo el pueblo sobre
todos los medios de producción", en el cambio del mercado capitalista
por otro monopolizado y determinado por el Estado "obrero", en la
planificación general centralizada de la economía que "evite" la crisis
capitalista de superproducción y en una "mejor" redistribución
centralizada de los medios de consumo de la sociedad.

Quienes temen que el mercado capitalista corrompa el cooperativismo,
olvidan que las cooperativas se han desarrollado en ese mercado
competitivo y que el mismo, como las propias crisis capitalistas y la
distribución, dependen del modo en que se produce, de las relaciones de
producción y por tanto, de lo que se trata en el socialismo es de tender
a la abolición paulatina del trabajo asalariado e ir ampliando las
relaciones de producción genéricas del socialismo de tipo
cooperativo-autogestionario, hasta hacerlas predominar.

Ese predominio será el que transformará las formas de intercambio, el
mercado actualmente existente.

El mercado, el intercambio de productos, es anterior al capitalismo y
seguirá existiendo pero en la medida en que las formas socialistas,
asociadas de producción, se vayan ampliando hasta predominar, se irá
transformando paulatinamente, en intercambio de equivalentes y en
diversas formas solidarias, en la medida en que predominen las formas
autogestionaria. Nada que ver con autarquías que algunos confunden con
autogestión.

Las crisis de superproducción del capitalismo existen por el ánimo de
lucro, la competencia y la explotación asalariada, no por la ausencia de
un plan general imposible mientras el motor de la producción esté
compuesto por esos elementos. Solo un cambio en los métodos y en los
objetivos de la producción, hacia el predominio de formas
autogestionarias de producción y a la satisfacción de las necesidades
racionales de los colectivos laborales y sociales, podrían eliminar las
crisis.

El llamado "socialismo del siglo XX" que se propuso "conscientemente
construir" la nueva sociedad, fracasó precisamente, porque no fue capaz
de generar otra superior, —aunque algunos intentos, transitoriamente,
consiguieran superar a las sociedades capitalistas en algún que otro
aspecto científico y social—, pues desestimó el sentido libremente
asociado del trabajo en el nuevo modo de producción, capaz de generar un
nuevo y mejor sistema de bienestar general y una nueva conciencia
social, por lo cual terminó siendo rechazado por los pueblos a los que
se pretendió imponer, arbitrariamente, desde posiciones de un Estado y
un partido hegemónico.

El "socialismo de Estado" que terminó arruinando las fuerzas productivas
creadas por el capitalismo y por él mismo, carenó finalmente en el
capitalismo, como única alternativa de desarrollo, por su rechazo a las
nuevas formas autogestionarias, solidarias, libremente asociadas, de
producción.

Mientras el "socialismo de Estado" fracasaba, en el seno de las
sociedades capitalistas, las nuevas formas de producción genéricas del
socialismo se iban desarrollando a partir de las propias contradicciones
del sistema imperante y del desarrollo de las fuerzas productivas que
iban rompiendo el esquema capital/trabajo, como vías encontradas por los
trabajadores para sacudirse el yugo explotador del orden asalariado.

Así ha ido ocurriendo con un sinnúmero de cooperativas, pequeñas
empresas familiares, y trabajadores individuales que ejercen
profesionales, técnicos y laborantes, quienes ofrecen libremente sus
servicios y producciones y compiten exitosamente con las empresas
capitalistas. El amplio desarrollo de la automatización y las nuevas
técnicas de informatización y comunicación, han posibilitado el actual
enorme despliegue del trabajo libre individual, familiar y cooperativo
en el seno capitalista y romper muchas de sus formas monopólicas de mercado.

La evolución positiva y exitosa del trabajo libre asociado en el mundo
capitalista ha sido demostrada por economistas que han ganado el premio
Nobel en años recientes.

El fenómeno que Marx describió como la primera forma de descomposición
del capital, las sociedades por acciones, se ha multiplicado y muchas
importantes empresas capitalistas, desde la Gran Depresión de 1930, han
adoptado la venta de acciones entre sus trabajadores.

También el procedimiento moderno de organización de las empresas
japonesas concede amplia participación a los trabajadores en acciones,
en la administración y en las ganancias, si bien los grandes
inversionistas y el estado continúan controlando el grueso de las
acciones y ganancias.

Superar prejuicios y dogmatismos

Los revolucionarios del siglo XXI tendrán que superar los prejuicios,
dogmatismos y las banalidades de las experiencias anteriores precedentes
y rescatar todos los valores originales de las teorías sociales más
progresistas de los siglos XIX y XX, o estarán, igualmente, condenados a
repetir los fracasos pasados.

En la Contribución a la Crítica de la Economía Política, Karl Marx
expuso resumidamente las conclusiones fundamentales de la filosofía que
llevaría su nombre, en la siguiente forma:

"En la producción social de su vida, los hombres contraen determinadas
relaciones que son necesarias e independientes de su voluntad, que
corresponden a una determinada fase de desarrollo de sus fuerzas
productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de producción
forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que
se levanta la superestructura jurídica y política y a la que
corresponden determinadas formas de conciencia social. El modo de
producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social,
política y espiritual en general. No es la conciencia del hombre lo que
determina su ser, sino, por el contrario, el ser social es lo que
determina su conciencia. Al llegar a una determinada fase de desarrollo,
las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en
contradicción con las relaciones de producción existentes, o, lo que no
es más que la expresión jurídica de esto con las relaciones de
producción dentro de las cuales se han desenvuelto hasta allí. De forma
de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten
en trabas suyas. Y se abre así una época de revolución social."

Para desgracia del proclamado socialismo que le siguió, el dogmatismo
predominante, que proclamó esas verdades, lo hizo de manera que impidió
su entendimiento y su materialización práctica. Aquel "socialismo", que
nunca lo fue, jamás se propuso desarrollar nuevas formas de organización
de la producción, un nuevo modo de hacer producir a la fuerza de
trabajo, en manera distinta a la asalariada capitalista y que fuera
capaz de generar un nuevo sistema complejo de pensamiento y de vida
superior que pusiera al ser humano en correspondencia con la naturaleza
y no contra esta.

Aquel llamado "socialismo real" creyó que se trataba de imponer por la
fuerza, —"revolucionariamente"—, a costa de expropiar violentamente a la
burguesía, un régimen productivista de capitalismo de Estado,
semi-militarizado que hiciera una "mejor" distribución de la producción.
Vieron el "socialismo" en la distribución, no en la forma de organizar
la producción. Equivocados en los fines y los medios, no podía terminar
de otra manera y no solo fracasaron ellos, sino que estigmatizaron el
socialismo con sus violencias y voluntarismos, el cual fue perdiendo
credibilidad entre los pueblos del mundo.

La batalla que debió darse en el terreno de las relaciones de
producción, una vez tomado el poder político, apoyando y ampliando el
desarrollo de las formas autogestionarias existentes y creando otras
nuevas hasta hacerlas predominantes, se verificó en el campo
político-militar bajo control hegemónico de las elites que, en nombre
del socialismo y la clase obrera, pretendieron controlar Estados,
gobiernos, países y todos sus medios y recursos de producción, para "su
causa revolucionaria", objetivos a los cuales subordinaron eldesarrollo
económico y científico técnico.

El "obrerismo", que en el capitalismo solo se proponía mejorar las
condiciones de los trabajadores asalariados y nunca se propuso convertir
a los obreros en dueños efectivos, colectivos y asociados de las
empresas, cuando llegó al poder convirtió a los dirigentes políticos en
administradores del capital —ahora en manos del "Estado obrero"— y los
obreros siguieron siendo asalariados, pasando de empleados de los
capitalistas a empleados del aparato burocrático del Estado.

La lucha por el avance de las nuevas formas de producción de tipo
cooperativo- autogestionario, la batalla de la nueva clase de los
trabajadores libres asociados por desarrollar empresas de nuevo tipo,
fue sustituida, en aquella teoría "socialista" por el "desarrollo de la
economía", los medios y técnicas de producción para alcanzar mejores
resultados productivos, pero sin proponerse superar las relaciones de
producción asalariadas.

Para aquel "socialismo" impuesto, todo valía y para garantizar el poder
del partido que decía representar los intereses del proletariado, se
violaron todos los valores positivos y derechos desarrollados y
alcanzados por la humanidad y por las masas trabajadoras a través de
luchas durante siglos. Para ello era necesario suplantar la concepción
marxista de la extinción del Estado, por su fortalecimiento. El
burocratismo, con todas sus enfermedades y corrupciones, que acompaña
naturalmente a todo Estado, se convirtió así en parte inherente de aquel
"socialismo… de Estado".

El sistema político que, según todas las ideas de los clásicos del
socialismo, debía ser más democrático e inclusivo que la democracia
burguesa, superior en todos los sentidos se preñó de métodos
autoritarios que —lógicamente— terminaron desdeñando y menospreciando
valores éticos que fueron utilizados por las burguesías para imponerse
políticamente, en virtud de la pretensión de las elites "comunistas
ortodoxas" de controlar a toda costa el "poder político" y regentear los
Estados y sus economías, sin cambiar las relaciones asalariadas de
producción ni los sistemas políticos "democráticos" representativos
indirectos de la burguesía.

La democracia burguesa perfeccionada por el imperialismo, generó valores
y derechos humanos, que el "socialismo de Estado", tratando de superar
arbitrariamente, no solo deformó sino que en muchas partes hasta
eliminó, por su "origen reaccionario", lo que convirtió al nuevo sistema
político estado-céntrico y totalitario del viejo socialismo en todo lo
contrario de lo que se proponían los fundadores del socialismo: el reino
de la emancipación plena del hombre.

Derechos que enarboló la Revolución Francesa, como la libertad, que
defendieron todos los pueblos y que respondían a los intereses de todas
las clases antifeudales, fueron considerados "burgueses", por los
"comunistas obreristas en el poder".

Los intentos igualitaristas de generalizar amplios beneficios sociales
bajo control de elites paternalistas a las que habría que rendir honores
eternos por su dedicación a la "causa del proletariado", degeneraron en
formas aberrantes de control social vertical y clientelista, confundidas
con idolatrías de tipo religioso.

El viejo socialismo, mantuvo el sistema asalariado deformado con
pretensiones distributivas superiores desde un Estado paternalista y
terminó siempre reproduciendo el sistema político estatal burgués,
absorbido por la superioridad tecnológica, competitiva y la organización
política del capitalismo desarrollado; pero en transición inevitable al
socialismo.

Fue así como se establecieron Estados, controlados por "partidos
centralizados" que esencialmente reprodujeron el aparato burocrático del
anterior Estado, con sus policías, sus leyes, sus cárceles, sus
ministerios, sus gobiernos, sus parlamentos controlados y demás
ingredientes que garantizaran el poder de las nuevas elites burocráticas
que sustituyeron a las burguesías.

La historia enseña que las nuevas relaciones de producción surgen y se
desarrollan en el régimen anterior y que una vez maduradas, cuando
alcanzan una superioridad económica, política y social relativa,
comienzan a desplazar las viejas relaciones de producción y a sus clases
respectivas no solo de los espacios de intercambio, sino también de los
enclaves políticos.

Que lo hagan en forma más o menos pacífica, depende de los grados de
democracia y libertad alcanzados por cada sociedad en particular y por
la propia fuerza, el peso económico y social, alcanzado por el
movimiento cooperativo y autogestionario. El socialismo, por humanista,
estará por principio contra la violencia.

Los propugnadores de la revolución social impuesta por una minoría que
dirigiría a las masas hacia los fines socialistas, por medio de una
"dictadura del proletariado" en sentido lato, fracasaron y solo lograron
el amplio rechazo de los trabajadores y los pueblos.

Ese error no debe repetirse.

El socialismo, desde luego, será siempre buscado por los partidarios de
la utopía; pero su acción consciente, antes, durante y después de la
revolución política, deberá estar encaminada a completar la revolución
social, al desarrollo predominante de las formas autogestionarias,
cooperativas, de producción y la toma del poder político, democrático de
las mayorías trabajadoras, tendrá sentido socialista en la medida en que
avance en esa dirección hacia la abolición del trabajo asalariado.

En cada país capitalista, las formas autogestionarias y cooperativas se
irán desarrollando de acuerdo con sus capacidades, la idiosincrasia de
cada región, el nivel de libertad y democracia alcanzadas y deberán
desarrollar formas de intercambios entre ellas, como vía para irse
fortaleciendo internacionalmente, al margen del mercado capitalista,
hacia un mercado común cooperativo, sin pretender suplantar el
capitalista existente, hasta que las condiciones lo permitan.

Cuando los partidarios del socialismo autogestionario, vayan llegando a
participar en los órganos de poder capitalista, o logren controlar las
principales palancas del poder político, no deberán actuar violentamente
contra el capital. Su triunfo tendrá que ser por vía de la superioridad
económica y social.

El predominio mundial de las formas autogestionarias y cooperativas,
será la revolución social mundial socialista.

Este artículo es una versión reducida del capítulo V de un amplio ensayo
inédito: El socialismo post-estalinista. Recién publicado por la revista
Temas, se reproduce con autorización del autor.

Source: De cómo el socialismo podría imponerse al capitalismo | Diario
de Cuba - http://www.diariodecuba.com/cuba/1406103001_9623.html

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