Monday, July 21, 2014

Cómo es hoy el debate público en Cuba?

¿Cómo es hoy el debate público en Cuba?
ELIÉCER ÁVILA | La Habana | 21 Jul 2014 - 10:03 am.

Han aparecido algunos espacios para el debate, aunque sus
características explican la poca incidencia que tienen en la vida
práctica del país.

En los últimos años han aparecido en la escena cubana algunos espacios
para el debate. Vale la pena acercarnos a las características que estos
tienen para entender el porqué de su escasa influencia en la toma de
decisiones y en la vida práctica del país.

Casi todos los espacios de debate se desarrollan en La Habana

Por lo general, en provincias del interior y el Oriente cubanos no
existen oportunidades para dialogar. De ahí que el inmovilismo mental es
mucho más evidente en las personas. Existen frases, ideas, incluso
consensos que usted escucha a diario en La Habana y que al expresarlos
en alguna otra provincia causan estupor. La evolución ideológica es
claramente asimétrica en Cuba. Esto marca el comportamiento no solo de
la gente común sino el de los funcionarios del Estado, de las
instituciones y de las autoridades represivas.

No se hace lo suficiente para socializar los debates

La mayoría de las instituciones, fundaciones y centros académicos que
organizan talleres, conferencias y discusiones ni siquiera graban o
reproducen en algún formato las intervenciones, los razonamientos y en
especial, la polémica. De manera que esos debates mueren en el mismo
espacio en que nacen, sin que el resto de los cubanos siquiera sospechen
que sus vidas y sus problemas están siendo analizados.

Algunas excepciones a esta regla, sí se preocupan por publicar los
contenidos de los encuentros, pero el escaso número de impresiones,
tanto en papel como digitales, así como su precio, los convierten en un
producto prohibitivo para la inmensa mayoría, que no va a dejar de
comprar una librita de carne o seis de arroz para adquirir un DVD.

Los medios "públicos" son ajenos a los debates político-sociales

La televisión, la radio y la prensa cubana, que debieran ser por
excelencia los espacios habituales para el debate, no cuentan con ningún
programa de discusión política. En contraste, tienen alguno donde se
discute sobre la pelota.

De ahí el alboroto que se forma en la gente cuando un personaje
humorístico refleja alguna crítica o cuando "se filtra" alguna
conferencia de Juan Triana (un economista que ya juega muy bien con la
cadena y la gente da lo que sea para que acabe de tocar al mono).

La Mesa Redonda, programa televisivo que ha servido de inspiración a los
mejores chistes por su insoportable parcialización, ahora intenta
"polemizar" en algunos puntos no esenciales, pero ya no tiene público ni
credibilidad.

La participación en los debates es mínima

La cantidad de personas con capacidad y oportunidad, tanto para generar
contenidos como para asistir a los espacios y aportar desde el público,
no es representativa del tamaño y la diversidad de nuestra sociedad.

A veces da la impresión de que solo se permite un número reducido de
espacios que pueden ser controlados, monitoreados y a veces auspiciados
por el propio aparato del Estado. En todo caso, es justo reconocer que,
al menos en dos de los espacios más notables, los de la revista Temas y
Espacio Laical, se ha logrado que el público sea diverso y se escuchen
desde los asistentes opiniones y propuestas distintas a las del Gobierno.

Como se dice por acá: "del lobo un pelo". Pero a veces un pelo es
importante.

Los paneles nunca son verdaderamente plurales

En un país donde existe una riqueza y diversidad palpable de
pensamiento, constituye un verdadero anacronismo que, como regla, los
panelistas en cualquier debate coinciden siempre en los puntos base de
la discusión. Y en los detalles complementarios, piensan parecido. De
hecho, es clásico que los expositores cierren filas y se conviertan en
una suerte de "equipo", que ante los cuestionamientos del público, se
unen para apagar cualquier llamita que "caliente" el escenario.

Los expositores en cualquier debate, antes de opinar, primero tienen que
"sacar licencia"

Sacar licencia: consiste en una estrategia estandarizada, que les
permite a los especialistas hacer determinadas críticas sin que estos
sean "mal interpretados" por el aparato, que siempre los mira de reojo.
Esto se logra usando los primeros minutos de cualquier intervención para
acuñar que son de izquierda, antimperialistas, latinoamericanistas,
martianos, y sobre todo que el objetivo del debate es aportar a la
construcción del "modelo de sociedad que Cuba ha escogido".

Dicho esto, entonces pueden despotricar un poco de economía, censura,
falta de conectividad y lo que quieran… ya están autorizados.

Enredar la lengua, también funciona...

Otra técnica que muchos utilizan para sortear los escollos en los
debates es hablar en el leguaje más rebuscado posible y haciendo
continuas seguidillas de términos confusos y desconocidos para la
mayoría del auditorio. Así, los problemas se convierten en silogismos
espasmódicos antropológicamente yuxtapuestos a nuestra intrínseca realidad.

Nunca se invita a un disidente a formar parte de un panel

En los debates más importantes, es común escuchar disertaciones de
encumbrados intelectuales sobre diversidad, tolerancia, respeto,
participación… Pero estos mismos actores, a menudo con responsabilidades
en la organización de los propios encuentros, nunca se atreven a romper
el hielo y ser coherentes con sus propios discursos.

En Cuba existen profesionales altamente calificados en todas las ramas,
abiertamente opuestos al Gobierno y con ideas serias sobre la
construcción de una realidad distinta. El hecho de excluir a estas
personas y a sus proyectos de los paneles de debate, demerita muchísimo
la legitimidad de los mismos. En ocasiones, hasta se prefiere traer a
alguien de cualquier parte en el extranjero, antes de invitar a los del
patio.

Si el espacio de debate surge desde la oposición, hay patrulla para todo
el mundo

No importa la seriedad ni la calidad de los buenos intentos que se han
hecho. Nadie puede negar que proyectos como Estado de Sats, la revista
Voces, los muchachos de Omni Zona Franca y otros tantos, desde
diferentes perspectivas se convirtieron en oasis donde la gente se
reunía para debatir, presentar publicaciones, hacer cafés literarios,
tardes de cine, conciertos, lecturas de poesía y una larga lista de
actividades en las que participaban asiduamente personas de todas las
tendencias y de varios territorios del país.

El auge que estos proyectos fueron alcanzando, provocó la reacción de la
Seguridad del Estado, hasta el punto en que diseñaron una estrategia
integral para desmantelarlos por completo. Detenciones, acoso, amenazas,
golpes, actos de repudio y mucha difamación, fueron herramientas que a
largo plazo terminaron desincentivando a los asistentes.

Y no es para menos. No es normal que alguien salga de su casa para
asistir a la presentación de un libro y termine estrujado, lleno de
moretones en un calabozo y pierda el trabajo del que comen sus hijos.
Nada se dice sobre esto en los debates semioficiales que hoy se
mantienen. A fin de cuentas… competencia eliminada.

El Gobierno jamás asiste a ningún debate

En buena parte del mundo, al contrario de lo que aquí se dice, son a
menudo los ministros y hasta el presidente los que imparten conferencias
y asisten a programas de televisión, foros y universidades a discutir
proyectos e ideas. Aquí el Gobierno no conoce el debate, salvo un par de
aprietos que han pasado dentro y fuera del país, cuando el guion se ha
salido de control.

Nunca se sabe entonces, cuál es la conexión que existe, si es que
existe, entre las discusiones intelectuales y la toma real de decisiones
por parte del Gobierno. Por otro lado, no son pocos los que creen, que
un debate a fondo y público entre altos representantes del Estado y
algunos de los más notables en la oposición, podría cambiar de golpe la
mentalidad nacional y el rumbo del país.

Hasta aquí algunas pinceladas sobre los debates políticos en Cuba, no
obstante, es imprescindible seguir participando en cuanto espacio
aparece y propiciar que se abran nuevos, sobre todo en las provincias
menos favorecidas con el flujo de información y también las más
golpeadas por todos los males sistémicos.

Cada uno de nosotros tiene una cuota de responsabilidad en el fomento de
la cultura del respeto, premisa indispensable para el ejercicio de la
opinión y el pensamiento, motores naturales del cambio y el progreso.

Source: ¿Cómo es hoy el debate público en Cuba? | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/cuba/1405929834_9593.html

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