Monday, July 7, 2014

Abundante docilidad

Abundante docilidad
[07-07-2014 10:59:14]
Alberto Medina Méndez

(www.miscelaneasdecuba.net).- Algunas naciones con múltiples
posibilidades demoran demasiado en evolucionar. No lo hacen al ritmo que
deberían. A veces ni arrancan ese vital proceso de desarrollo que dicen
anhelar. En varios de esos países las riquezas naturales están por todas
partes y las oportunidades disponibles son excesivamente evidentes.
Escoger las ideas incorrectas es parte sustancial de la explicación.
Cuando se selecciona el camino inadecuado, el destino es el esperable y
no otro. Si el presente no satisface es porque se ha transitado por una
senda repleta de consignas falsas. Lo que se creía que conducía hacia el
progreso no lo ha logrado, al menos no en la proporción deseada.

Pero también ilustra este momento, la excesiva sumisión de una sociedad
que tiene más paciencia que ambición. Teniendo la chance de prosperar
deliberadamente espera. No lo hace sin querer. Tiene plena conciencia de
que su pasividad implica como consecuencia inevitable este presente.

Las sociedades que avanzan son más exigentes. Sus ciudadanos son menos
tolerantes con lo imperfecto. No soportan la corrupción, ni se dejan
engañar con tanta facilidad. Y cuando eso eventualmente sucede, tratan
de aprender del error, señalando con claridad su absoluta disconformidad.

Los ciudadanos prefieren seguir en esa realidad virtual cuya
inconfundible cualidad es su eterna esperanza. Sueñan con la oportunidad
de torcer el rumbo. Piensan que se presentará casi mágicamente esa
ocasión. Siguen creyendo en la ilusión de que la democracia que tanto
veneran sirve por sí misma para superarse, sin comprender que eso
funciona solo si la actitud cívica es la apropiada.

El cambio solo ocurrirá cuando se modifique sustancialmente la postura
de los ciudadanos. La política no es más que una mera extensión de la
vida en comunidad. Cuando la ciudadanía abandone la comodidad del
silencio y deje de mirar para otro lado frente a cada despropósito, será
entonces la ocasión de dar el giro tantas veces reclamado, pero casi
nunca exigido.

Es la sociedad la que debe liderar este proceso de cambio y no la
actividad política. Cuando la comunidad decida ser impiadosa con el
error de sus dirigentes, será entonces el tiempo de cambiar la historia.
Antes no.

Los ciudadanos de los países que han dado pasos firmes en el sendero
acertado son menos obedientes. Y eso se verifica no solo en el campo de
la política, sino en lo cotidiano. Ellos son habitantes que esperan más
de sus semejantes. Exigen excelente trato si son clientes, respeto en
todas las relaciones interpersonales y amabilidad en sus vínculos
personales.

Quien no se ajusta a esas reglas no consigue desarrollar. No es una
obligación formal, sino una norma no escrita de convivencia que permite
valorizar a los mejores y relegar a los que no son parte de esa dinámica.

Esa conducta frente a todo no garantiza elegir el camino correcto, ni
siquiera a la hora de optar por las ideas necesarias para prosperar,
pero asegura que ante el fracaso se tiene capacidad de aprendizaje.

No se trata de encontrar un método infalible. De hecho no existe tal
cosa como el mundo de las certezas en esto de tomar decisiones.
Justamente por eso importa tanto tener el talento de maniobrar, para lo
cual resulta central darse cuenta, asumir el error y reaccionar a la
velocidad precisa para retomar la ruta que lleva hacia los objetivos
esperados.

No es tarea sencilla semejante desafío. Volverse exigente es una
gimnasia que empieza siendo individual, para luego convertirse en una
característica social que se difunde por etapas y que resulta irresistible.

No hay que caer en el derrotismo de suponer que es imposible. Mucho
menos en la trampa de asumir con resignación que solo es mero atributo
cultural incorregible. De hecho quienes pasan de residir en comunidades
mansas para luego radicarse en otras más rigurosas, aprenden con rapidez
las nuevas reglas y se apropian de esa rutina con total convicción.

El primer paso es asumir el problema. Entenderlo, comprenderlo en toda
su dimensión, para luego intentar convertirlo en un hábito, replicarlo
en el entorno e instalarlo como costumbre natural en la vida en comunidad.

La clase política seguirá haciendo de las suyas si la sociedad no revisa
sus actuales paradigmas. Ellos pueden manipular todo, mentir de modo
serial, abusar de su poder, asignarse privilegios y delinquir
crónicamente sin siquiera ofrecer algo como compensación. La calidad de
los dirigentes se transforma solo cuando la gente es capaz de expulsar a
los peores, y desde entonces lidiar únicamente con los que cumplen con
cierto estándar.

Si se desea progresar, si realmente se espera vivir en una sociedad
mejor, habrá que hacer los deberes primero. Una postura cívica
responsable antecede a lo que se espera conseguir. Cuando la regla
general es dejarse aplastar de forma cotidiana, permitir el saqueo como
experiencia diario y la propuesta permanente es seguir en lo mismo, el
resultado está a la vista. Una parte relevante de ese gran cambio que
todos pretenden pasa por dejar de lado esta patética historia de
abundante docilidad.

Source: Abundante docilidad - Misceláneas de Cuba -
http://www.miscelaneasdecuba.net/web/Article/Index/53ba61623a682e0d149b68f7#.U7pvzPmSwx4

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